Cuando Bradbury apareció en «Don Quijote de la Mancha»

las-columnas-de-cyborg-julio-coll_MLA-O-2594096924_042012

Los intentos por incorporar la ciencia ficción a la literatura canónica del idioma español comienzan a hacerse más regulares; hace unos años esto no era tan común y, si bien la literatura no se reduce a una carrera de caballos donde cada uno dice «Yo escribí esto mucho antes que la mayoría…» o «Yo leí ese libro hace diez años, cuando nadie lo conocía ni alababa…», sí es de reconocer el arrojo de Julio Coll   por haberse atrevido a unir a Bradbury con Cervantes en los setenta, en pleno auge de una literatura en español que apuntaba a otros objetivos. Además hizo una historia cuya ejecutoria recuerda mecanismos urdidos por Borges – quien había elogiado  «Crónicas Marcianas»-, poniendo en evidencia, hasta parodiarlas, las afinidades, gustos y ambivalencias de los más candorosos «cervantinos» que se dedican a quemar lo que no les satisface:

No sé si Bradbury estuvo o no en Filipinas;

ni si un chino exiliado le dibujó nunca un

tatuaje en su espalda; ni si dicho tatuaje re-

producía a escala, los ya famosos «canales».

Sólo sé que Ray Bradbury estuvo en Marte.

Esto me consta: ¿De donde, si no, habría

obtenido tanto material auténtico para sus

deliciosas y poéticas Crónicas marcianas…?

El tatuaje

Ray Bradbury denunció el robo de los originales de su famoso libro Crónicas marcianas, después del accidente que tuvo en su automóvil al perseguir lo que él creyó ser un OVNI. Rápidamente acudió a la Policía. Se interrogó a toodos los vecinos. A todos los amigos y enemigos del escritor. Los periodistas describieron el robo en son de burla, dando por supuesto que se trataba de una Venganza Extraterrestre. «Algún marciano-decían- sintiéndose aludido, determinó la ida a la Tierra; proyectó el aterrizaje en algún lugar cercano a la casa del escritor, y procedió al robo, previamente calculado con todo detalle. Luego, descargando las cuartillas en ese enorme crematorio que es el sol, los manuscritos ardieron a nivel de los 451 grados Fahrenheit.

L cierto es que Ray Bradbury no ha hallado aún sus manuscritos. El robo lo descubrió cuando la Sociedad de Autores de La Habana le solicitó autorización para traducir su libro al idioma castellano, permiso que anteriormente había solicitado la «Minotauro» de Buenos Aires, y que Ray concedió gustosamente.

Lo que Ray Bradbury ignora es que en una típica Noche de San Juan, del año 1968, se quemó un libro excepcional. Se trataba de una lujosa edición pirata de EL QUIJOTE – siglo XVIII- en cuyo contenido se había observado la siguiente errata: «A excepción de «TIRANT LO BLANC», libro de caballerías que se salvó de la quema«: Después de una retahíla de títulos que nuestro Cervantes consideraba ofensivos para la inteligencia humana, aparecía el nombre de Ray Bradbury y su título «Crónicas Marcianas». Eso era imposible, ya que la edición, en cuarto, de 1789, encuadernada en piel, era verdaderamente genuina.

La piel de su encuadernación aparecía rugosa, grisácea, apergaminada – como es natural- por los años. Resaltaba en ella un tatuaje. Representaba un disco – ¿tal vez la reproducción de una esfera?- y unos canales dibujados dentro de dicho redondel.

Cuando los niños tomaron el libro y lo echaron al fuego, este ardió y se consumió pesadamente en humo negro. Entonces, Ray Bradbury recordó insospechadamente aquel accidente de automóvil que le sobrevino en Pasadena, a consecuencia del cual tuvieron que injertarle piel de su espalda en un brazo del que desapareció un viejo tatuaje que le hizo un chino en Filipinas en la guerra del 45, cuyo tema era el dibujo de un OVNI…

Islas Baleares, 1972

Tomado de «Las columnas de cyborg». P 11-12. Ed Plaza y Janés, 1972.

Tags: , , , ,

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

A %d blogueros les gusta esto: