Carta a un novelista raro
Esta carta forma parte de una serie de respuestas de Julián Andrés Marsella Mahecha a la numerosa correspondencia que recibe a diario de aspirantes al mundo del parnaso literario, cultural y académico.
Señor mío: es usted un trapacero, un soberbio como todos los que presumen modestia. Sus temas excéntricos no son más que un escapismo a su vida de mierda y a la sociedad de mierda que le tocó vivir. Hace gestos neoborgianos y busca serle gracioso, como cualquier truhán, a los académicos del país de Borges.
¿No se da cuenta, bellaco, que usted debió dedicarse a conducir un autobús de servicio público y a escribir florilegios que gustaran a las señoras? Así tendría más dignidad y mucha más altura en el arte poético.
He leído, con detenimiento, sus ensayos llenos de entelequias y erudición propias de los que se apoltronan en los congresos de profesores de literatura; el reconocimiento que se le hace es una nueva legitimación de la academia, como si esta tuviera algo creativo que expresar. Y usted es el peor ejemplo de ella: sus respingos de hombre de cultura cosmopolita solo pueden enternecer a quien advierte que, tras su figura, hay un cúmulo de desgracias que usted ha tapado, no por dignidad sino por infamia pues usted teme a la humildad.
Se cree muy raro y excéntrico pero no es más que otro alfil de las grandes que editoriales que critica y, al mismo tiempo, son las que publican sus discursos de faquín de poca monta. Esta actitud evidencia su procacidad y malagradecimiento para con los iluminatti que apoyan sus letras y desprecian todo lo que de ángel existe.
No hay una pizca de humildad en sus letras y afirmaciones; a medida que lo escucho y leo, nace un encono en mí, siento a una sabandija que escupe sobre mi sangre la maldición de compartir la fatalidad de la especie para con sujetos de su laya. Permítame decirle una cosa señor escritor: yo me masturbo mucho y estoy muy triste: todos los días me masturbo ¿será que estoy enfermo? Evidentemente estos problemas usted no los aborda; lo suyo son las historias de poetas maricas de Roma y pintores exquisitos. Ha ganado el premio al arribismo y la obsecuencia. Es hora de celebrar, de comprarse una casita y convertirse en un escritor honorario.
Ya puede pontificar sobre lo que es bueno y malo. Llegarán jóvenes a consultarlo y buscar su aprobación: usted recordará sus años mozos, cuando estaba hambriento por un lugar en el canon, quizá el más deseado por mohatreros de su estirpe, desconociendo todo el contexto que lo hizo a usted: su pueblo, sus padres, las rancheras, la violencia y hasta su propia timidez para abordar a las furcias de la villa.
Pero ya ve, es usted un escritor exitoso. Ya lo entrevistan en distintos medios internacionales de la más alta cultura y el paso que viene es convertirse en una imagen tan venerada por los trepadores y mediocres como lo es la de James Rodríguez para los oficinistas.
¡Enhorabuena, mi James Letrado!
Saludos desde las montañas de Fómeque,
Julián Andrés Marsella Mahecha alias “El marsellita”.