Feria madre (decimoquinta entrega)

Por Pedro Pablo Escobar

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Este es un nuevo capítulo sobre la historia de Simónides, si deseas leer en la entrega anterior, acá puedes leerla:

capitulo-feriamadre

CAPITULO   XV.

DEL CONOCIMIENTO.

Reunido el gran sínodo, evitaba tratar el tema de la incertidumbre en la cristalización del objeto primordial de la feria. El espíritu del Artículo 77 se debilitaba, y en los últimos días poca o ninguna alusión se hacía de él. Tuvieron conocimiento de una empresa que además de vender servicios de religión, incluidos dogmas, rituales y asesores sacerdotales, también elaboraba todo ello según especificaciones puntuales del cliente con capacidad financiera suficiente, y esto era intolerable. Y se hacían comentarios en el sínodo de este talante: “¿Cómo hemos permitido que esta actividad proliferante de religión haya sucedido en desmedro de una de nuestras metas capitales que es la integración de credos?”. En consecuencia procedieron a cerrar tal empresa. La verdad, una vergüenza inconfesable era la causa de su mudez para tratar con honestidad y valor los temas para la integración y sin embargo sabían que sin ella no era posible avance alguno en la elaboración del nuevo credo. En su interior cada jerarca consideraba la suya como la suprema verdad e imposturas a las ajenas. Entonces dedicaban su esfuerzo a tratar temas como cuáles eran los enemigos de la religión. Conscientes que la enemistad de siglos y, algunas veces, de miles de años entre credos era el enemigo mayor, por la misma razón aducida antes no lo exponían abiertamente o al menos con sinceridad. Entonces posaban la causa del mal en los acontecimientos recientes que se antojaran contrarios a la armonía dogmática. Entre estos los teatros en parques públicos montados por el reducido número de incondicionales a Simónides y las intervenciones de este fustigándolos con sentencias que no aprobaban las tradiciones sacras en general, y contrariaban según ellos el santo espíritu que acompaña a todo buscador y servidor de Dios. Y como el mal ejemplo es camino fácil a seguir, habían surgido otros grupos teatrales y oradores callejeros convertidos en dudosos contradictores de los dogmas conocidos y en hirientes azotes para sus rectores. Siendo su potestad dictar normas para el correcto manejo de la feria en el espíritu de la ley que la instituía, sus decisiones eran analizadas por la jefatura de la gendarmería y hechas cumplir por ésta si en verdad estaban encaminadas con justeza a tal fin. Propusieron en consecuencia la prohibición de toda presentación teatral y de oradores en todo el ámbito de la ciudad, con excepción de los espacios autorizados del palacio de los templos y previa aceptación de un consejo de censura instituido al efecto por el sínodo. La jefatura de la gendarmería, tras un corto estudio, aceptó la propuesta en lo referente a presentaciones teatrales para reducir la justificación del sínodo cuando tuviesen que rendir cuentas, y negó la prohibición a la actuación pública de oradores por considerarla totalmente contraria a las libertades de hablar y oír cuando no eran motivación para romper el orden  público.

Ésta prohibición cayó como hielo fundido en los amigos de Simónides y otras agrupaciones que ponían en ello lo mejor de su esfuerzo creyendo que aportaban así su contribución al éxito de la feria y, a la vez, una forma de sustentación personal en ella. El grupo de LOS CINCO resolvió el problema de manutención, tomando en arriendo y por el resto de duración de la feria las instalaciones donde ofrecieran la cena de los peces. Simónides, que empezaba a sentir un gusto especial por tales espectáculos, sintió por minutos contrariedad, mas luego se repuso. Toda la ciudad estaba a su disposición para oír y disertar.

Sumado a los males anteriores, llegó al sínodo la ingrata nueva de que en el pabellón de la suerte, cuya misión era por entero lúdica, estaba naciendo un nuevo culto como si ya no fuesen suficientes los presentes. Se trataba de un extraño culto hacia una extraña piedra llamada “La roca del conocimiento”.  En consecuencia enviaron unos emisarios con el encargo de verificar dichas habladurías y si había algo de verdad en los comentarios llegados al sínodo; debían hacer lo adecuado para cortar de plano la continuación del malhadado e inoportuno culto. Se recomendó a los emisarios una especial discreción para que todo sucediese llegado el caso a ser totalmente desapercibo para la gendarmería. 

A oídos de Simónides habían llegado rumores sobre el culto naciente y quiso saberlo de primera mano y se dirigió hacia el pabellón de la suerte. Veía cómo las gentes visitaban en gran número los diferentes salones donde ofrecían desde recordarle al interesado las aventuras del pasado hasta las encrucijadas presentes y pronosticarle el probable y a veces inefable futuro. 

Un loro parlanchín invitaba al cliente que, por un peso entregado al entrenador, sacaba una papeleta del sombrero de su dueño y con el pico la ofrecía al sorprendido cliente. La papeleta sin duda contendría un mensaje de interés. A pocos pasos la bruja de fibra de vidrio y resina igualmente invitaba a conocer la buenaventura con una voz chillona acompañada a intervalos por una aguda carcajada, y luego del cliente activarla con un peso expulsaba un mensaje escrito en un pedazo de cartulina. Los mensajes eran por lo general lacónicos y de ninguna manera nefastos, en su mayoría contenían dichos de la sabiduría popular y advertencias y consejos del tipo “Solo la paciencia te facilitará…” “Haz buenas obras y el mal que te amenaza será eliminado”, y cosas por el estilo. El comité de concesión de permisos para actividad lúdica de este género, se cuidó de solo permitir mensajes de comprobado positivismo. A continuación actuaba la echadora de cartas Madame Leorna, que, luego del cliente depositar tres pesos, en una mesa aparecían las imágenes de una serie de cartas; la boca de madame, hecha de fibra, con vos pausada y tono acorde a las circunstancias, anunciaba al consultante la sabiduría de las cartas. Un ingenio muy llamativo era el de Elissia (1), mujer igualmente de fibra, la cual dialogaba hasta por cinco minutos con el cliente sobre cualquier tema que este entablara. Un ingenio que en principio de los preparativos para la feria, gozó de grande expectativa, era Pitias, que para dilucidar el futuro contaría con un sofisticado software (2) con lineamientos similares a los empleados en los softwares maestros de ajedrez, considerando al consultante como un jugador y al destino su contrincante. Se registrarían acontecimientos del pasado como jugadas realizadas, y a partir de estas el artificio hacía las predicciones ofreciendo una serie de caminos y bifurcaciones y los resultados de seguir uno u otro. Consciente el director del proyecto de la inconstancia humana en el seguimiento constante del buen juicio, y la índole proclive de no invertir esfuerzo programado en el albur al  éxito y la victoria, suspendió el proyecto por considerarlo inoperante para el ser humano promedio puesto que el exitoso además de constituir una ínfima minoría no consultaba otro oráculo que su propia experiencia. Excepto el primer artificio basado en reflejos condicionados, y el segundo de tipo electromecánico, eran ingenios computacionales que al captar la información de nombre, edad, sexo y dedicación del consultante grabados en la tarjeta de autorizado para la feria la cual debía ser portada durante todo el tiempo, llegaban a causar no pocas sorpresas entre los consultantes. Simónides retuvo algunas escenas en la mente al encontrarlas graciosas y rememoró un momento la venta de verdades y medias-verdades y la época en que descifraba sueños. 

Adyacente al pabellón de la suerte estaban las librerías sacras como complemento a las existentes en la plaza heptagonal. Ofrecían libros sobre historia de dioses, semidioses y santos de todos los credos, así como exposición de las doctrinas. No solo era literatura sobre dogmas presentes, sino la historia de todos los mitos de que se tenga noticia oral o escrita. Enriqueciendo estas bibliotecas, estaban las doctrinas y escritos de filósofos, pensadores y demás personas que hoy o ayer tuvieron alguna incidencia sobre la comunidad, en su pensamiento o en su actuar. En otro pabellón se exponían reliquias de santos y otros objetos de veneración según la región de su devoción o artífices, y que para unos en vez de sacros más parecían grotescos y producían mínimamente una mirada de condescendencia de los que se preciaban de menos salvajes y más cultos (3). Algunos de estos objetos eran solo para ser vistos, otros estaban en venta.  

Junto a estos estaba la sección de teatro y cine donde se presentaban obras teatrales y filmes sobre gestas donde el pensamiento tuvo alguna incidencia y de los acontecimientos más notables en cada movimiento religioso o mito ya propio o en confrontación con otros. Por lo general, eran hechos de sangre, conquista y exterminio del vencido y donde el vencedor era sobrecargado de virtudes. Había grandes héroes, hechos de heroísmo contrastando igualmente con supremos azotes del hombre, en la mayoría de los casos, instigados por dioses y demonios, cada cual a su manera prodigando premios y castigos.   

Al fondo estaba el pabellón buscado con un letrero en el dintel de la entrada  compuesto de grandes letras doradas: “LA ROCA DEL CONOCIMIENTO”. Había un buen número de personas. Se acercó a ver de cerca lo que sucedía, y lo que vio le sorprendió:

Un sujeto de mirada helada y penetrante, con larga barba veteada de blancos y grises, con turbante que impedía verle el cabello, con faldón hasta el tobillo y sandalias, con una mano señalaba a una roca cubierta por un fino velo. El velo permitía intuir la forma cúbica de la roca y su altura de tres pies. La roca descansaba sobre un pedestal a su vez cubierto por fino tapete de magnífica factura hecho por manos expertas de lejanos artesanos. A un pie de distancia de cada costado había un velón de pié y medio de altura con signos hieráticos labrados y el pabilo ardiendo dando un aire sibilino al entorno.

Dijo el sujeto:

-Soy el guardián de la roca. Su padre es el cielo y el ardiente desierto es su madre,  no otra cosa explica como una vulgar roca de montaña haya llegado a ser el portento que es ahora. Ella encierra todo conocimiento. Tiene escrito el pasado, presente y futuro de hombres, pueblos y naciones. El número es su lenguaje. Dad a cada acontecimiento un valor, y luego por juego matemático llegaréis a dilucidar todo conocimiento, y, pasado, presente y futuro serán esclarecidos. Es sabio quien da a cada evento el valor y número justo, y halla la fórmula que lleva a dilucidar el evento “incógnita”. Son muchas las combinaciones y fórmulas que llegan a él, tan solo debéis emplear la ecuación adecuada. Si de futuros se trata, y tienes poder sobre el destino, escoged la mejor. Si es pasado, como hecho cumplido, aunque ya nada podéis hacer, es divertido e instructivo ver los caminos que condujeron a la cosa. Por el presente no os preocupéis, al solo pensarlo lo ubicáis en el pasado. Si de un conocimiento se trata, veréis que usando la ecuación apropiada, con maestría, veréis que siempre estuvo circunscrita en el resultado alguna ecuación derivada de las mediciones totales o parciales de sus aristas y del resultado de las operaciones entre las mismas. Reyes, soberanos y caudillos de naciones, jerarcas y pontífices de iglesias, jefes de ejércitos guerreros, y una hueste de codiciosos emprendedores, hombres y mujeres celosos de sus cónyuges, buscadores de inciertas fortunas y aventura, han medido sus aristas en completo o en parte, y asignándoles los números correctos encontraron respuesta a sus incógnitas. Así que ahora, de tanto servicio, la roca está desportillada, su alma está exhausta y porosa próxima a la desintegración, y está por terminar su acción dadora de conocimiento.

-Nárranos la historia de esa portentosa roca – intercedió un oyente.

Sí – apoyó otro – Cuéntanos su historia.

-Voy a complaceros: Había un sabio en el pueblo cercano a donde brotó la roca. Las gentes irrespetuosas un día le dijeron: “Danos algo concreto de tu sabiduría. Queremos la materialidad de la palabra, de la visión, del pensamiento. Una enciclopedia viva de lo hoy conocido y por conocer”.  “¡Danos algo concreto!” Repetían en coro al sabio, y este encargó en  secreto una roca, llamó a artesanos del pueblo y les encomendó  mediante dádivas y oro pulirla hasta obtener un cubo. Convocadas las gentes dijo: “He traspasado mi ciencia a esta roca, de ahora en adelante cuando queráis una respuesta mía interrogad la roca, ahí encerrada está la ciencia del bien y del mal, del placer y del dolor, del principio y fin de las cosas, cuanto hubo, hay y habrá de saber. Quien conozca esta roca es dueño y señor de pequeñas y grandes sucesos pues suya es la ciencia total que he puesto en ella”. Y se alejó silencioso consciente de su pequeñez ante la grandiosidad del universo, diciendo para sí: “hablo como si fuese el dueño de este cosmos, y soy menos que un grano de arena. Hablo como si fuese eterno y no puedo impedir el transcurso del tiempo y el deterioro que me causa, y ni un segundo puedo alargar mis días. Pero estas  gentes gustan que yo les hable así, y ha sido tanta y pertinaz su insistencia que he alucinado como ellos”. Así discurría, mientras el pueblo arremolinado alrededor de la roca, oraba y luchaba por estar cerca, palparla y besarla. El pueblo de la roca comenzó a ser visitado por el vecindario, y cada día eran más los visitantes que aun de lejanas regiones venían en pos de la sabiduría y el conocimiento que la roca proporcionaba con solo interrogarla, y a veces con solo contemplarla. Y regresaban a sus tierras complacidos del hallazgo sintiendo que sus mentes se habían cargado de nuevo conocimiento.  En el pueblo se organizó la congregación de Custodios de la Roca con la misión de cuidar la roca, recibir las donaciones, y compartir estas con el gobernador de turno. Con el tiempo la roca fue menos acertada tanto en conocimientos esperados como en la predicción. Un Custodio, sabio geómetra y algebrista, ideó, según él  inspirado por el espíritu de la roca que era el mismo de su sabio creador, el método de consultarla consistente en normalizar el arte de interrogar mediante la traducción de la palabra a números, medir, asignar valores y hallar la ecuación adecuada, y obtenido el resultado traducir la cifra a eventos entendibles por el consultante. Todos estaban satisfechos luego de la visita a la roca del conocimiento. Se convocó a la asamblea de sabios del poblado y esta concluyo: “La roca encierra la sabiduría y conocimiento total. No hay verdad  y conocimiento alguno que  no esté contenido en este prodigio”. Y erigieron un monumento en honor a la roca, un monumento gigantesco, tallado en la cantera con la figura de la roca. Comenzaron los preparativos para su inauguración, se enviaron invitaciones a los confines más apartados invitando al magno evento. A oídos del sabio llegó el rumor de estos acontecimientos y dijo para sí: “He recobrado la cordura, y no he de perderme esta diversión. ¿Quién sino yo la merece?“ Y tomó rumbo al pueblo donde tiempos atrás había donado una piedra para el divertimento y a la que había dotado de la virtud del espejo donde todo pensamiento y sentimiento eran reflejados a la manera como son reflejadas las imágenes de los objetos a la luz del día o de un candil. Este era su secreto y le hacía reír. Testigo del acontecimiento, y defraudado por el método ideado de consulta – pues era ignaro en cosas de números – se alejó para siempre. Nadie jamás supo a dónde fue, y cuando y donde murió. Desde entonces la roca ha pasado por incontables manos, y el sitio de su origen está perdido en la memoria de las gentes. ¿La era del sabio? También ha sido ignorada, debo confesarlo con humildad. Y modestia aparte, yo soy el último en la cadena de Custodios.

-Hay un conocimiento en la corteza de tu relato, que escapa a la visión ligera del oyente, lo intuyo al verte sonreír. ¿Qué hay de más en el fondo de esta anécdota? – Interpeló Simónides.

-Hombre de mente perspicaz: – replicó el guardián – No hay nada en ella que previamente no esté en ti. Esta roca es la base de toda irracional creencia, y aún más, todo creyente posee la piedra cúbica en la textura de sus libros sacros. Y no pocas veces cada cual construye su propia piedra cúbica a la que considera su máximo tesoro cuando en realidad es un fardo que carga en la espalda haciendo pesado y lento su tránsito por los caminos asignados, ya impuestos o  encontrados al azar.

-Simulas ser tonto y hay sabiduría en tu disertación – dijo Simónides -. El ignorante pretendiendo de sabio habla con simbolismos carentes de significación y así las gentes creen hallar respuesta fácil y acomodaticia al acertijo cotidiano de la existencia, también predican el futuro y en tales símbolos creen descubrir la certeza de la predicción una vez cumplido el hecho, no antes, pues la predicción es vaga e indescifrable antes de cumplido el hecho. … Humm… Así que cada vez que el matemático creyente hallaba nueva fórmula o descubrimiento matemático, y al confrontarlo con el cubo, hallaba que estaba tácitamente implícito en este. Cada creyente haya en el mito su libro sacro, su piedra cúbica, a manera de posarse frente a un espejo empañado.

“Medir es conocer y su herramienta predilecta son los números. Cada cual tiene patrones según la lente de su impresión. Es en consecuencia el arte de los números lo más eficaz que tenéis para medir. Y diré aún más: No hay realidad más allá de lo mensurable. Explicar y medir a veces son la misma cosa, mas a veces se separan para darse mutua claridad.

“Las cosas son internamente la suma de su contenido, y exteriormente la expresión de ello. O mejor, interiormente son lo que son, y exteriormente lo que parecen ser.

“La parte no infiere la propiedad del todo. El todo no infiere la propiedad de la parte. Y es bizarro saber que una es imposible sin la otra.

“La línea media es la medida del mediocre, y en ella encuentra el Súmmum de satisfacción.

“En números como herramienta de medición, con infinitos se miden infinitos. “¿Cuál infinito a no ser Dios?” dice el místico. El osado que tal pretenda de locura será herido. “Con ceros se miden las nadas” responde el osado. “No hay nadas ni infinitos que medir” concluye el prudente.

“De entre las mil varas de medir, la edad es la más exacta. Más no hay juez que la calibre con justeza.

“Día llegará en que la memoria genética será activada, entonces vivirás en las  mil generaciones de tu ancestro y el entorno en que existió, y en las mil que sigan luego a tu última respiración. La memoria será activa como en un extenso presente sin pasado, será tu triunfo, tu gloria o tu condena. Será el advenimiento de la conciencia total, aunque seas un individuo compartirás la conciencia comunal. No habrá fronteras, el universo será tuyo, y tú serás él. El hombre habrá desaparecido como especie y renacido como dios. Destino implacable, incalificable e indefinible. Serás un individuo viviendo en colectivo. Está implícito en la heredad genética. La muerte, es la extinción de la memoria genética.- Hizo una pausa y sorprendido dijo para sí: “El alma de la roca me está jugando una cruel broma”. Y continuó:

-El tiempo es como una escoba donde el pasado es el mango, el presente la unión del mango y la escobilla, y el futuro las mil escobillas donde una solo es real. Para amantes de las curvaturas, es como una serpiente mordiéndose la cola siendo el presente el punto de la mordedura. Para el amante de los números siempre estamos en el instante cero, siendo las series negativa y positiva flechas direccionadas al pasado y futuro.

El presente es una carrera sobre el círculo, eternamente corriendo la frontera   pasado-futuro. No hay presente.

“Cada día que pasa agranda el pasado y acorta el futuro, y sin embargo parecen ser una eternidad. ¿Qué hay en el pasado y en el futuro?  ¿Qué  antes del pasado y después del futuro? ¡Nada! En el inmediato pasado ves una fugaz pasión de tus progenitores, en el inmediato futuro una opípara cena de insectos, y en el mejor de los casos cenizas tras rígida lápida de mármol o disolución en el mar, la tierra o el aire. Agotado el futuro todo será pasado, el pasado en la nada. En el antes y el después el eco de la nada, y la eternidad del olvido.

“De las 24 horas del día, 23 horas y 59 minutos estas soñando sobre un espacio del tamaño de tus pies. El minuto restante estás en la irrealidad y la ilusión. ¿Qué tiempo y espacio tienes para asentarte en la realidad?

“Dicen que “nada nuevo hay bajo el sol”, ¿y qué habéis encontrado bajo el sol? Cada cosa que no habías percibido estaba ahí, cuando la veis entonces es nueva, totalmente nueva, aunque haya estado siempre ahí, a un centímetro de tu nariz.

“Habéis gastado lo mejor de vuestra existencia construyendo y sosteniendo fronteras sabiendo que al final se derrumban en un abrir y cerrar de ojos. Vano ese esfuerzo. Insensata esa aventura en construir y seguir caminos escabrosos, en inventar montañas que escalar, cuando sabéis que todo conduce a un mismo apacible valle, para llegar al cual basta existir.

“Dadme señor la verdad”, imagino, pedían las gentes al sabio de la roca, y aquel quería decirles: “¿Puede acaso comunicarse lo inconfesable? ¿Medirse lo inmensurable? ¿Trasladar lo inamovible?” Quizá la verdad sea un estado y su estadio más próximo sea la realidad, más la realidad es dinámica, un continuo cambio, por esto siempre andáis a la zaga, en su huella, en su sombra.

“Solamente se percibe la grandeza de la realidad en la aproximación a la verdad, cuando se transita por el sendero del eterno presente – el instante continuo -. La realidad y la verdad son estados. Queréis ser sabios y os llenáis de palabras, queréis ser calmos y os llenáis de insatisfacciones. Esperáis que cada paso os acerque a la conquista de la verdad, mas cada vez que la pesantez del espíritu espera dormir no solamente en la noche sino también en la plenitud del día, el camino se hace largo, y el tiempo es un eterno atardecer de invierno.   Cuando viváis que sois el camino y una fracción del camino, el mar y una gota en el mar, el aire y un átomo de aire, el tiempo y un instante en el tiempo, entonces estaréis en el camino cierto, quizá, tal vez estés vislumbrando el final del camino si es que el camino tiene final.- Al decir esto recordó al hombre de Ocre.

-Este existir es como barco a la deriva con puerto próximo. Más no hay barco ni puerto.

-Señor – dijo el Custodio – Nadie mejor que vos ha dilucidado el misterio de la roca. Hoy termina mi misión. Mi antecesor, sabio de verdad, antes de morir y elegirme su sucesor, me invitó a venir a esta feria, prometiendo que en ella alcanzaría el real conocimiento de la roca, y que luego de ello, debía dar por terminada la misión, y devolverla a las gentes, y que estas sabrían que hacer con ella. De todas maneras, a fuerza de palpar y medir, sus aristas están desmoronadas dificultando cada vez más la medición. El espíritu del sabio insuflado en ella parece haberse esfumado años ha, quizá desde su muerte. De otra parte en repetidas ocasiones en la historia de la roca, las gentes han intentado rendirle culto y hasta han inventado historias atribuyéndole atributos de divinidad. De estos profundos abismos de error y e irracionalidad, los Custodios, al ser geómetras y algebristas, hemos evitado tamaña vergüenza a las empecinadas gentes. Siendo yo el último, conmigo muere su heredad y cualquier tentación de deificación de la roca.- Descendió de la tarima y se mezcló con las gentes intentando salir. Era la despedida a su amada roca, “Pero es que – pensó con cierto dolor – hay un momento en la vida en que nos despedimos aun de lo más amado, si no es en plena vida es en el momento de la última partida. Toda despedida es triste aun la partida al cielo”.

Simónides abandonó el pabellón con paso lento, pensativo. Había tristeza en su expresión. No había buenos augurios en el aire, sentía que un oprobioso ambiente intentaba reducir su corazón.

Las gentes se abalanzaron sobre la roca, y con piedras y objetos metálicos la redujeron a pedazos. Cada cual tomaba dos o tres porciones y en un trozo del fino lienzo ahora hecho mil girones, los envolvían elevando al dios de su existencia la mejor oración del oratorio con profunda devoción como si llevasen el más grande y sagrado tesoro. Era su día de gloria, era la mejor ofrenda que cada cual llevaba para ofrecer a los pies santos de su Dios. Pronto la euforia mística se tornó en lamentos. Los velones echados sobre el tapete ante la arremetida de las gentes, prendieron fuego, y este se propagó como en hierba seca produciendo una espesa humareda que impedía toda visión.

Afuera, Simónides tropezó con unos sujetos que iban hacia el pabellón de la roca. Al ver simuladas las empuñaduras metálicas casi escondidas a nivel de la cintura bajo los trajes, les habló:

-Llegáis a tiempo. Si hubierais llegado diez minutos antes, sería tarde en vuestras conciencias. El destino – dirigió la mirada a la humareda y gentes despavoridas saliendo del pabellón – les ha jugado una mala pasada y a vosotros sonrió. Podréis dar parte a los jerarcas de que cualquier nuevo credo ha sido desvanecido sin manchar sus corazones y ni tan siquiera sus puñales. – Y continuó sentencioso: -Sin embargo, aún no sois amistosos con vosotros… enemigos en la libertad y la bonanza, amigos son en el destierro y la escasez”.

Y continuó alejándose de la tétrica escena, mientras se escuchaban acercándose las sirenas de los raudos carros contraincendios.

El saldo de este trágico acontecimiento fue de tres decenas de personas fallecidas, unas por asfixia  y otras al ser pisoteadas por la estampida humana buscando sobrevivir. El Custodio estaba entre las víctimas. Los pedazos restantes de la roca fueron barridos por la potencia de los chorros de agua de las mangueras al apagar las llamas. Las ambulancias clasificaban a los heridos, los de menor gravedad eran llevados a los centros médicos de la ciudadela, los demás eran trasladados para atención médica extramuros junto con los cuerpos marchitos de los fallecidos.

 

 

(1) Alusión a ELISA, programa de computadora elaborado para divertimento que mediante un sencillo artilugio de lógica entabla diálogo con el consultante simulando una sesión falsa de psicoanálisis.

(2) Programas y lenguajes empleados en informática computacional.

(3) Culto. Cultura. Término sin definición exacta. Si se trata del nivel de armonía en la convivencia, hay pueblos catalogados de salvajes con una vida armónica envidiada por sociedades “civilizadas o cultas”.  

 

 

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