El último viaje de Fogwill
Faltaban dos semanas para que Fogwill muriera y, sin embargo, tuvo la suficiente energía para cruzar el río de La Plata e infligir furia y carcajadas ateridas de enfisema pulmonar a Montevideo. «Fogwill. El último viaje» busca narrar esos momentos y hacer un retrato de un escritor argentino que irá creciendo a medida que la fecha de su muerte sea más lejana. Fogwill, en un momento dado, habla sobre la plenitud de su respiración como un león anciano que ve a los más jóvenes engullir una presa mientras las moscas sobrevuelan sus pestañas seniles. Fogwill ya estaba enfermo, pero no de literatura como lo dice el narrador de su cuento «Otra muerte del arte»:
En fin: nada peor que estar enfermo de literatura. Corrijo: nada peor, para la literatura, que estar enfermo de literatura. Hay quien vive de la literatura y hay (también-¡ay!-hay) quien vive en «estado de literatura», como decían del hijo de Leo. Pero vivir de la literatura, o vivir en estado de literatura, no son enfermedades: son errores. Alguien cae enfermo de literatura y allí, enfermo, escribe mal. Es fácil identificar al que padece de literatura, especialmente si quien la padece es uno mismo. Por ejemplo, yo. Yo, que soy yo generalmente o siempre, suelo reconocer si he escrito algo enfermo de literatura porque cuando enfermo de literatura, cuando padezco de literatura, aplico la puntuación debida. Si puntúo bien estoy enfermo de literatura, lo que en mi caso es grave, pues mi desordenada y bastamente superficial vinculación con la literatura provoca que sin enfermo de literatura, enfermo de mala, y aún de pésima literatura