Asimov escribe y habla sobre la Biblia

El texto escrito por Isaac Asimov es la introducción a  la «Guía de la biblia. Antiguo testamento», traducida por Benito gómez Ibañez y publicada por la Editoria Plaza y Janés en 1988. (Acá podrás descargar una entrevista concedida por Asimov en la que habla de la biblia. Y en este sitio podrás leerla).

El libro más influyente, más publicado y más ampliamente leído en la historia del mundo, es la Biblia. Ningún otro ha sido tan estudiado y analizado, y el hecho de que después de miles de años de investigación aún queden incontables volúmenes por escribir acerca de ella es un homenaje a su complejidad y al afán de sus estudiosos.

Yo mismo he escrito dos tomos breves para jóvenes sobre los primeros libros de la Biblia, pero desde hace tiempo quería emprender un trabajo de miras más ambiciosas; un estudio al que muy sucintamente podría describir como una consideración sobre los aspectos laicos de la Biblia.

La mayoría de la gente lee las Sagradas Escrituras para sacar provecho de sus enseñanzas éticas y espirituales, pero la Biblia también tiene una vertiente seglar. Es un libro que abarca los cuatro mil años primeros de la historia de la civilización humana.

 Desde luego, la Biblia no es un libro de historia en sentido moderno, pues sus autores carecían de los métodos arqueológicos actuales y de nuestra concepción de fijar fechas y citar documentos; tenían, además, una idea diferente de lo que era y no era importante en la historia. Por otro lado, el interés bíblico se centró primeramente en acontecimientos que afectaron a los habitantes de Canán, una zona pequeña en Asia en la ribera del mar Mediterráneo. Desde el punto de vista seglar, esa región sólo marca una huella exigua en la historia de la civilización antigua, y la historia moderna, en contraste con la Biblia, le concede un espacio relativamente reducido.

No obstante, durante la mayor parte de los dos mil últimos años, la Biblia ha sido prácticamente el único libro de historia utilizado en la civilización occidental. Incluso en nuestros días sigue siendo el más popular, y su enfoque de la historia antigua es más amplio y generalmente más conocido que el de cualquier otro.

Por consiguiente, ello explica que en nuestros días haya millones de personas que conozcan a Nabucodonosor y nunca hayan oído hablar de Pericles; sólo porque la Biblia menciona de manera destacada a Nabucodonosor y no alude en absoluto a Pericles.

Millones de personas saben que Asuero fue un rey persa que se casó con Ester, aunque al margen de las Escrituras no haya documentos de tal acontecimiento. La mayoría de esos mismos millones jamás sospecharían que, entre los historiadores modernos, se le conoce mejor por Jerjes, y que el hecho más importante de su reinado fue una invasión de Grecia que acabó en una derrota total. Tal invasión no se menciona en la Biblia.

Millones de personas conocen a algunos faraones egipcios de carácter secundario, como Sesac y Necao, que se mencionan en la Biblia, pero nunca han oído hablar del gran faraón conquistador, Tutmosis III, al que los Textos Sagrados no aluden para nada. Personajes cuyas existencia es dudosa, como Nemrod y la reina de Saba, resultan familiares porque se mencionan en la Biblia, mientras otros, que fueron gigantescos en su tiempo, se han sumido en el olvido porque las Escrituras no los nombran.

Y pequeñas ciudades de Canán, como Siquem y Bétel, en donde se producen acontecimientos descritos en la Biblia, nos resultan más familiares que las grandes metrópolis de la antigüedad, como Siracusa o la Tebas egipcia, que en la Biblia sólo se mencionan de pasada o no se nombran en absoluto.

Además, de tales lugares sólo se sabe lo que de ellos se dice en la Biblia. Ecbatana, la capital del imperio medo, se recuerda en relación con la historia de Tobit, pero su historia anterior y posterior resulta vaga para la mayoría de la gente, que se sorprendería al descubrir que sigue existiendo en la actualidad, como gran capital de provincia, en el moderno Estado del Irán.

Por tanto, supongo que el lector de este libro estará familiarizado con la Biblia al menos en sus aspectos genéricos, aunque sepa poco de historia antigua al margen de los Textos Sagrados. Doy por sentado que el lector tenga interés por llenar esa laguna, por decirlo así, y que espere que muchas partes de la Biblia le resulten más fáciles de comprender si algunos personajes y lugares que en ella se mencionan pierden algo de su misterio. Después de todo, los primeros lectores de la Biblia conocían bien tales lugares y personajes, y sería lamentable que un libro tan importante se oscureciera innecesariamente con el paso de los siglos sólo porque sus aspectos periféricos se han hecho vagos y confusos.

Mi intención es corregir esto, al menos en parte. Por ejemplo, haré especulaciones sobre quién pudo ser Nemrod, trataré de determinar la fecha en que Abraham entró en Canán, situaré el reino de David en su emplazamiento terrenal, especificaré el papel desempeñado por los diversos monarcas que en la Biblia sólo se mencionan durante la lucha contra Israel y Judá, y estableceré los vínculos entre los Herodes que conocieron a Jesús y los apóstoles.

En resumen, intento presentar el mundo exterior, ilustrarlo desde el punto de vista del relato bíblico y, a cambio, esclarecer los acontecimientos bíblicos incorporando aspectos no bíblicos: históricos, biográficos y geográficos.

Y al hacerlo surgirá la continua tentación (nacida del enfoque moderno de la historia) de aportar fechas, aunque pocas pueden asignarse de manera definitiva a los acontecimientos concretos de la Biblia. Será conveniente, pues, utilizar una serie más o menos arbitraria de «períodos» que dividan la historia en secciones para así referirnos a ella con mayor facilidad.

La etapa que arranca del origen de las civilizaciones más antiguas, digamos del 4000 al 1000 a.C, puede englobarse bajo la denominación de «período bíblico». De éste, hasta el 400 aC es el «período del Antiguo Testamento»*; del 400 al 4 aC se extiende el «período intertestamental», y la sección de «dC» constituye el «período del Nuevo Testamento».

El período bíblico puede subdividirse en grupos más pequeños, como sigue:

4000 aC a 2000 aC – Período primitivo

 2000 aC a 1700 aC – Período patriarcal

1700 aC a 1200 aC – Período egipcio

1200 aC a 1000 aC – Período tribal

1000 aC a 900 aC – Reino de David

De ahí en adelante, resultará más oportuno denominar los períodos con el nombre de los personajes que dominaron realmente el Asia occidental. Así:

 900 aC a 600 aC – Período asirio

600 aC a 540 aC – Período babilonio

540 aC a 330 aC – Período persa

330 aC a 70 aC – Período griego

70 aC a 100 dC – Período romano

Durante el último siglo del período griego, los judíos lograron una breve independencia bajo los Macabeos, de modo que el siglo que va del 170 al 70 aC puede llamarse «período macabeo».

Al escribir este libro no pretendo hacer una importante contribución original a la ciencia bíblica; en realidad, no tengo competencia para ello. Todo lo que tengo que decir se basa en una documentación bien conocida por los estudiosos de historia antigua. Sin embargo, habrá algunos lugares en que me entregue a especulaciones personales, y así lo anotaré.

A pesar de ello, espero que estos datos, bien conocidos aunque tal vez de manera inconexa, se presenten ahora de una forma útil y nueva, ya que se reúnen y sitúan en el cuerpo de un libro de tamaño moderado, ofreciéndose de un modo uniforme, con un estilo y un tono que, según espero, resultará interesante para el lector común de la Biblia.

Pretendo en este libro ser enteramente informal y apartarme de normas rígidas. No hablaré siempre de un lugar o de un personaje en su primera aparición en la Biblia si me parece que puedo sacar más partido de él mencionándolo en relación con un tema posterior. No vacilaré en dejar incompleto un aspecto polémico si tengo la intención de volver a abordarlo más adelante. No tocaré los temas a los que, en mi opinión, no pueda contribuir con nada útil o interesante, y me permitiré cuantas digresiones considere convenientes.

Y como este libro no pretende ser un compendio erudito, no me propongo agobiar sus páginas con aditamentos externos, como notas al pie para indicar las fuentes. Los documentos que empleo son, al fin y al cabo, muy corrientes y generales.

En primer lugar, por supuesto, hay varias versiones de la Biblia:

a) La Versión Autorizada, originalmente publicada en 1611 Y familiarmente conocida como la «Biblia del rey Jacobo» (King James Bible). Ésta es la Biblia que se utiliza en las diversas iglesias protestantes. Es la versión más familiar para la mayoría de los norteamericanos, y de ella es de la que cito, salvo cuando lo indico de otro modo.

b) La «Nueva Edición Católica» de San José, Catholic Book Publishing Co., 1962.

c) La Biblia de Jerusalén, Doubleday and Co., Inc., 1966.

d) La Revised Standard Version (Versión Oficial Revisada), Thomas Nelson & Sons, 1946, 1952, 1959.

e) Las Sagradas Escrituras según el texto masorético, The Jewish Publication Society of America, 1955,

f) Me he apoyado muy especialmente en los volúmenes de la Anchor Bible (Doubleday) publicados hasta el momento, porque contienen algunas de las ideas más nuevas y profundas sobre los Textos Sagrados.

La «Nueva Edición Católica» contiene mucho de los libros apócrifos y, además, he utilizado la Versión del Rey Jacobo y la Versión Oficial Revisada de tales libros.

También he consultado, de manera bastante continua, el New Standard Bible Dictionary, tercera edición revisada, Funk & Wagnals Company, 1936, The Abingdon Bible Commentary, Abingdon Press, 1929, y el Dictionary of the Bible, de John L. MacKenzie, S.J., Bruce Publishing Company, 1965.

Además, me he remitido a enciclopedias generales, diccionarios, historias, geografías y otros libros de consulta a mi disposición que pudieran resultarme útiles en alguna medida.

El resultado… bueno, el resultado puede empezar a verse al pasar la página.

*Palabras en el Génesis y Palabras del Éxodo (N. del A.).

 

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