La pregunta por la existencia: Acercamiento al poemario Las Úlceras de Adán de Héctor Rojas Herazo

Por Siana González Olivo

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“El lenguaje está obligado a nombrar lo innombrable”

P. Diel

Héctor Rojas Herazo, escritor nacido en Tolú, Sucre, en 1921, es el escritor de Las Úlceras de Adán. Poemario escrito en 1995, después de mucho tiempo de silencio por parte del Poeta. Las Úlceras de Adán han sido descritas, por muchos críticos, entre otras cosas, como una obra «donde el escritor costeño alcanza plena madurez y estampa el sello de su disidencia.» (Caballero de la Hoz, 2000, p. 1).  Julio Quintero, por su parte, hace un recorrido sobre los tópicos que han sido resaltados de este poemario y anota que ha sido descuidado el tema de «la cotidianidad entendida esencialmente en términos de lo doméstico y de la vida en familia», poniendo en relieve lo «doméstico» y «lo cotidiano» y cómo estas «esferas» se entrelazan con «el mundo del trabajo y la diversión» (Quintero, S.F., p. 1-4)  . Por otro lado, Yolanda Rodríguez, hace una lectura de la obra centrándose más que todo en el poema que lleva el nombre de la obra. Rodríguez afirma que:

 «Las Úlceras de Adán es un relato plástico o una galería de pinturas narradas  y poetizadas, donde presenciamos el transcurrir, lento, conciso y caótico de un universo significativo con visos de enigma, de viaje de la consciencia, de los sentidos y la memoria; en el que el poeta se da a la labor  de «combatir sus propios monstruos, atravesar arenales, infiernos, cielos, valles de tribulación o  alegría relatando una experiencia mística». (Rodríguez, 2000, p. 5)

Sin embargo, estos estudios tienen un punto de convergencia, y es que entienden que la poética de Herazo rompe con los lineamientos de lo que se venía haciendo a mediados del Siglo XX que favorecía los modelos de la tradición española y cerrando toda posibilidad de incluir en la poesía temas contemporáneos o que resquebrajaran dicha tradición. Es en este lugar donde se sitúa Herazo y, es en este mismo lugar, donde no había una voz diciente, una voz real, que se levanta el pensamiento de estos poetas, entre ellos Rojas Herazo, que pretenden juzgar y reprobar la actitud adormecida de los habitantes del país.

Partiendo de lo dicho anteriormente, nos encontramos, entonces, con un poeta que va a poner el dedo en la llaga. De muchas formas, todas éstas, artísticas. En este caso en especial, queremos referirnos a su obra Las Úlceras de Adán porque, a nuestro parecer, brinda un panorama de lo que encierra toda la poética de Herazo, en el sentido de que esta da cuenta de la decadencia del hombre y su forma de reinventarlo a través de la palabra; una forma de reinventar el significado y el relato del ser humano sobre la Tierra. Por este motivo, en el corto análisis que se hará a continuación se aludirá a la visión alternativa de este poeta sobre el relato adánico, que se entrelaza con la cotidianidad ya mencionada por Quintero. La perspectiva que maneja Rojas Herazo con respecto al mito de la creación se va a ver configurado, también, a través del aspecto terrenal y perecedero del hombre.

Hecho a su imagen y semejanza

La pregunta por el origen del Universo y, por lo tanto, del origen del ser humano, existe desde tiempos inmemoriales. De esta forma el hombre ha creado ciertas hipótesis sobre su llegada a este lugar. Los mitos, son el resultado de esa inquietud constante del hombre por entender el por qué está aquí y a quién se debe. Una de las más aceptadas es la de un «Dios» al que se le han dado atributos humanos. Diel, lo explica de esta manera:

 «Para el mito, Dios no es principio impersonal de la existencia. Es un personaje animado de intenciones y esta intencionalidad no atañe solamente al acto creador pasado sino a la actividad permanente del creador con respecto a su creación. La respuesta mítica es una conclusión analógica que compara la creación y la organización del Universo con la creación intencional de cualquier obra humana.» (Diel, 1994, p. 74)

En Las Úlceras de Adán también encontramos esta pregunta y, más que esto, encontramos la respuesta que da el hablante lírico. La respuesta se va a estar dando a través de todo el libro, sin embargo, en el poema que sirve como núcleo de la obra se puede encontrar sintetizado de esta forma: «[Adán] Y se apiadó de Dios / y lo hospedó en sus úlceras sin cielo.» Pero esto lo retomaremos más adelante.

Es bien sabido que Herazo hace uso de un lenguaje que apunta al carácter terrenal de los individuos. Es un uso de términos viscerales y, al tiempo grotescos, que aluden a la naturaleza mortal del ser humano (p. ej: orinales, lamido, membranas, cadáveres, saliva, tripas, huesos, etc.). Es este vocabulario el que va a respaldar la teoría de que el autor sucreño rompe con los paradigmas de la escritura de su época. A través de las palabras, Rojas Herazo crea una poética de ruptura, asimismo, configura el entorno en el que se desarrolla su temática. Para poder entenderla, debemos detallar ese lenguaje, esto, debido a que es éste el que se encarga de representar y, al mismo tiempo, simbolizar, a través de figuras retóricas y literarias, el fundamento de cualquier temática. En el poema Confianza en Dios, el poeta juega con ese lenguaje, hace que la voz poética tenga un encuentro lúdico con «Dios» mientras lo antropomorfiza, dándole una caracterización humana, más terrenal, más parecida a él:

«Cuando llega el momento

(varias veces al día, la semana y el año)

tiento a Dios, a sus codos,

al alambre en que pone a secar sus membranas.

De manera que aprieto sus dos manos,

una así contra otra, llenándolas de nada.

y después le pregunto si está bien,

si ha gozado en el juego,

si le han dado su poquito de incienso,

o si ya no le duelen los huesos con el frío de

la noche.

Así lo trato y él me responde igual.

De esa manera que tiene de mirarme en los

espejos

socarrón,

tan queriendo y haciendo que no quiere,

que no sabe,

que pase lo que pase seguirá frente a mí

comiéndose las uñas.

O poniendo aquel guiño entre sus ojos,

que conozco tan bien que ya me cansa,

por ver si yo le guiño alguno de mis ojos. (Herazo, 1995, p. 279)

Encontramos muchas partes del cuerpo humano atribuidas a «Dios» (ojos, huesos, codos, etc.) así como se ha hecho a través de la historia. Recordemos que estamos hechos a «su imagen y semejanza». Rojas Herazo, toma esos elementos e invierte los papeles donde «Dios» está hecho a la imagen y semejanza de Adán, encontrando a éste como símbolo de todo ser humano existente. Veamos el hecho que «lo mira en los espejos», la voz poética se refiere al ser humano mirándose a sí mismo, juntando sus manos y creando una conversación con ese «Dios» que es él mismo y llevando la divinidad de éste al extremo de lo terrenal, de lo secular: «Pase lo que pase seguirá frente a mí comiéndose las uñas». El término “juego” va a ironizar la relación “Dios”-hombre, refiriéndose a la rutina de este último del rezo y la autosugestión constantes. Este poema se divide en dos partes, la primera, da cuenta del rito de la oración y del acercamiento de un teísta a su “Dios”, mientras que la segunda parte está ridiculizando la ceremonia; juntar las manos y llenarlas de nada simboliza el poco sentido que tiene la oración a un “Dios” inexistente, creado por el mismo que emite la oración.

El relato que la religión cristiana expone como respuesta a la pregunta por la existencia va a verse trastocada en la poética de Herazo a través de un relato, y aquí retomamos el poema Las Úlceras de Adán, en el que Adán crea, al sentirse inocente, lo cual resulta curioso, a Dios. Curioso, porque el hablante lírico le da otro valor al término inocencia: mientras que siempre se le ha dado un valor positivo, en el poema, se le da un valor negativo. Adán quiere despojarse de esa inocencia. Y tal vez esa inocencia pueda entenderse como la ignorancia, la falta de luz sobre algunos asuntos, en este caso, sobre la existencia, entonces «Lo inventó una mañana», estos versos son un tanto confusos por el hecho de que se pueden hacer varias interpretaciones sobre quién realiza la acción de «inventar»; el autor no hace una nominación específica. Sin embargo, Julio Quintero, propone dos posibles lecturas:

«Dios presentiría el miedo, la desobediencia, el cansancio y los sueños de Adán. Dios inventa a Adán y está consciente de su precariedad y miseria. Pero puede también entenderse como si Adán, cansado de vagar inocentemente, inventara a Dios, y así olfateara, en consonancia con lo dicho sobre Dios en el viento, la precariedad de Dios, no del ser humano. Sería el privilegiado entre la humanidad, el primer hombre, por ser aquel que creara su propio verdugo, a Dios.» (Quintero, S.F., p. 3)

Si enfrentamos estas dos hipótesis con el poema, vamos  a encontrar que ambas son igual de válidas, pero si lo enfrentamos con el poemario, podríamos ratificar la segunda teoría, para esto, vayámonos a Confianza en Dios.

El paraíso y la culpa

Por otro lado, en Enigma se expone la posibilidad de un jardín. Ese jardín, expresión con connotación positiva, a nuestro parecer, tomada de el jardín del Edén del Génesis cristiano, se encuentra configurado a través de los sustantivos “horror” y “llagas”, ambos con una connotación negativa. A esta descripción le antecede la esperanza de un hombre que espera encontrar en ese jardín una explicación. Este jardín, puede entenderse como aquel lugar donde el hombre por fin puede descansar de su búsqueda por una respuesta a la existencia, porque es en ese jardín donde puede encontrar respuesta. Pero es este mismo jardín ese lugar que ha sido corrompido y su significado tergiversado “…donde toda explicación ha sido abolida y sellada por un horror tranquilo” (Herazo, 1995, p. 330)

Esta consideración del jardín con sus valores invertidos nos lleva a mencionar el poema El amigo donde sucede lo mismo con el Paraíso, término también tomado del Génesis, donde es promesa con valores positivos para Adán y Eva. En este poema se hace un contraste con la cotidianidad, lo rutinario y lo terrenal al principio y al final, y en medio el paraíso con el valor positivo ya conocido, invertido y el hombre en medio de la pugna entre lo terrenal, lo alcanzable y lo sumamente inexistente:

“De  pronto me miró,

solitario el que más como ninguno.

Me miró con sus ojos y sus huesos

y sus desnudos pies entre zapatos.

No pude resistirlo (el hombre no soporta

lo que mira hasta el fondo).

A espaldas de él estaba el paraíso

Con todos sus demonios y pucheros

Y papá Dios haciendo sus globitos

Y  de este lado estaba la consola,

Los muebles, los testigos de la sala…”

(Herazo, 1995, p. 295)

Es esta visión del paraíso como lugar corrompido, estropeado, nos lleva a El ruido que nos llama entre nosotros un poema en el que se menciona cómo es el ser humano el único culpable de sentirse condenado. Cabe resaltar que se hace referencia, al final del poema, al lirio. El lirio ha sido siempre símbolo de pureza y de castidad. El autor apunta: “Y sigue entre nosotros el lirio de la culpa, / su lirio en la ignominia de nosotros”, como si la culpa encerrara algún tipo de pureza.

Herazo realiza una lectura completamente diferente del relato cristiano en Las Úlceras de Adán. El hombre en este poemario es visto como un ser que está resignado, que acepta su condición de desamparo y su condición terrenal, al mismo tiempo, vive con la idea de un recuerdo primigenio y de un paraíso que son su sustento, puesto que es él mismo quien los ha creado y les ha dado el sentido que actualmente poseen.

Bibliografía

Caballero de la Hoz, Amílkar (2000) Las Úlceras de Adán o conciencia del destierro. Revista Trimestral de Estudios Literarios Volumen I – Número 1 Octubre-Noviembre-Diciembre. Universidad del Atlántico. Documento en linea, disponible en: http://lacasadeasterion.homestead.com/v1n1adan.html

Diel, Paul. (1989) Los símbolos de la Biblia: la universalidad del lenguaje simbólico y su significación psicológica. Fondo de cultura económica. México.

Goyes Narváez, Julio C. (2005) El deseo de la sombraPoesía y Pintura de Héctor Rojas Herazo.Revista de estudios literarios Espéculo. Universidad Complutense de Madrid. Documento en linea, disponible en: http://www.ucm.es/info/especulo/numero29/desombra.html

Quintero, Julio. (S.F.) El espacio en Las úlceras de Adán de Héctor Rojas Herazo: el doble significado de lo cotidiano. Universidad de Cincinnati.

Rodríguez Cadena, Yolanda. (2000) Las úlceras de Adán: Jeroglífico del desconsuelo. Revista Trimestral de Estudios Literarios Volumen I – Número 1 Abril-Mayo-Junio. Universidad del Atlántico. Documento en linea, disponible en: http://lacasadeasterion.homestead.com/v1n1jeroglif.html

Rojas Herazo, Héctor. (1995) Las úlceras de Adán. Ed Norma. Bogotá.

 

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Este texto fue cedido gentilmente por su autora, Siana González para Mil Inviernos.
¡Gracias, Siana!

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