Theodore Sturgeon escribe sobre literatura rusa
A continuación presentamos la introducción que Theodore Sturgeon hizo al libro «Media vida en el espacio» de Kirill Bulychev (Traducido por Helen Saltz Jacobson y editado por Emecé). En el escrito de Sturgeon aparecen teorías sobre lo que ha sido el relato en occidente y la influencia de Dostoievsky en el cambio de la literatura europea. También aparece una propuesta de lo que para él es la literatura de Ciencia-Ficción:
INTRODUCCIÓN
Hay una regla- por supuesto flexible y no escrita- que en ficción «uno deberá» tener una visión particular, un único punto de vista subjetivo. El propósito de esto es hacer posible que el lector se identifique con uno de los personajes y (depende de la habilidad del narrador) dejar la historia con una sensación de que los hechos realmente le hayan ocurrido a él, y no que la historia sea simplemente de ficción occidental, se sigue con esta convención: un personaje en el cuento se siente asustado o enojado o apasionado, y tiene ideas y recuerdos que compartimos. Todos los otros hacen y dicen cosas espantosas, enojosas o apasionadas y hablan de sus ideas a los lectores y a ellos mismos en presencia del lector; al lector no se le permite estar dentro de la cabeza de nadie, salvo del protagonista. En los cuentos más largos, el punto de vista puede variar de un personaje a otro, pero casi siempre dentro de los límites de un capítulo o sección. Dentro de cada uno de estos, la convención se mantiene consecuentemente.
En mucha de la ficción moderna europea, y notablemente en la ficción europea oriental, hay una desviación de lo particular del «uno deberá». La propuesta del escritor es muchas veces hacer «crónicas» hasta cinematográficas, y los ojos por donde se ve la acción pueden ser de cualquiera. Es un desarrollo interesante, y para cualquiera condicionado a la literatura rusa a través de Dostoievsky y Gogol y esperando una narración muy retorcida y altamante subjetiva, es de lo más atractivo. Es un estilo ágil y escueto, y domina esa evasiva cualidad llamada «participación del lector», sin exigirlo. ¿Alguna vez se sintió molesto por el fondo musical en un cine, cuando automáticamente la repentina aparición de un cuchillo brilloso, exige el sonido de la cuerda de un violín con un agregado de oboe o trompeta? A mí no me gusta que me digan cómo me debo sentir ante una escena. Que me den una calle oscura y con niebla, una mujer caminando sola, y en la banda de sonido, solamente sus pisadas de alguien oculto. Que manden la orquesta a su casa. Yo ya sabré cómo me siento, lo que siento, en esta situación, sin la ayuda de Orpheus.
Esto entonces es la textura especial de la obra de Kirill Bulyceh v ejemplificada por los cuentos que ustedes están a punto de disfrutar. Él les dirá lo que pasa, y a quién. No entrará en gran detalle sobre los personajes, estará muy claro qué tipo de gente son, por la manera en que hacen lo que hacen y dicen lo que dicen. Les dará un vistazo al pensamiento de uno y de otro, para satisfacer su propia conveniencia y sentido de eficiencia, y lo que uno siente sobre esto es totalmente personal.
Su enfoque sobre los aspectos de ciencia-ficción de sus cuentos revela la misma economía. Si necesita datos tecnológicos sobre viajes de naves espaciales, órbitas y trayectos, aparatos de comunicación intergaláctica y gravedades artificiales, entonces escriba sus propios manuales. Bullychev le dará una única suposición: que una una expedición a planetas extranjeros. O que hay una técnica de hipnosis capaz de penetrar en la amnesia provocada por un shock profundo. O que su propio teléfono puede, por un accidente inexplicable, cruzar la barrera del tiempo. No está preocupado por la manera o los medios. Le importa y profundamente, la gente. Esto es digno de aplaudir. No hay, ciertamente, nada malo con los manuales o lectura de datos salvo cuando se ocultan como ficción, una lección que muchos colegas de Bullychev, a ambos lados del océano, parecen no haber aprendido. Parece haber una confusión en sus mentes entre ciencia y tecnología. Ciencia-Ficción es sin duda, la mitología de nuestra era. Los únicos mitos constantes del pasado son aquellos que tratan (actualmente o análogamente) con acciones o aspiraciones humanas, (es decir con autoconocimiento humano). No conozco ninguna leyenda duradera, que trate del exact voltaje de los truenos de Jove o si Bifrost fue o no un puente colgante. La palabra ciencia proviene de la palabra latina que significa «conocimiento». Si la mejor y más duradera ficción es aquella que trata con personas (y lo es), entonces la ciencia-ficción mejor y más duradera es aquella que trata del conocimiento y auto conocimiento de las personas. LA tecnología es el medio de nuestra era, y en un grado que su impacto nos da más conocimiento y autoconocimiento, es legítimamente parte de nuestro mito. No es, de cualquier modo, todo el mito, y Bullychev lo sabe muy bien.
Hay otro aspecto de la técnica de Kirill Bulychev que vale destacar. Hay un artista al que uno puede encontrar en un carnaval, que, con una hoja de papel negro y un par de tijeras filosas, puede hacer una silueta en minutos. Luego se monta sobre un cartón, y uno se va contento, es fácil olvidar que en el canasto del artista, existe un retrato igualmente exacto, delineado, no donde está el rostro, sino donde no lo está. Bulychev es totalmente consciente de las técnicas y las usa hábilmente, mostrando su punto de vista, no por lo que dice y muestra, sino por lo que no dice y no muestra. Me aventuro a decir que lo que más le quedará una vez que hayan experimentado este extraordinario cuento que da título a la colección no es el gran coraje, e ingeniosidad de la mujer Natasha, ni la singularidad de su terrorífica aventura, pero lo más terrorífico y lamentable es el estado de los valores humanos, incluidos en los últimos párrafos. Aquí está el final de la épica de Natasha, el lugar donde su trayectoria la vuelve al planeta y a la gente de donde provino. Aunque a nadie le importa, no realmente, salvo a una avejentada maestra, la nieta de Natacha,y también para ella, Natasha es una figura remota remota, apenas una persona de verdad. Todos los otros tienen otros intereses. Que esto sea así y lo es, nos da miedo. Casi lo mismo se aplica a «Yo fui el primero en hallarlos» cuando una voz triunfante por la radio transmisora receptora, pasa por alto la perdida, el dolor y las injusticias para difundir valores inferiores y codiciosos. Bulychev no predica sobre esto, simplemente lo escribe y nos deja verlo, como lo hace en «El ciervo rojo, el ciervo blanco» una escena que no necesita explicación porque ya la tiene. También está «El primer estrato de la memoria», una historia de suspenso e intriga sobre transferencia de personalidades. «Por favor, ¿podría hablar con Nina?» y «La doncella de Nieve» son dos conmovedoras historias de amor, con un muy interesante común denominador aunque son muy diferentes en todos los otros aspectos: los amantes no deben tocarse. En un caso es imposible, en el otro es peligroso y doloroso. Uno está tentado, a lo mejor sin excusas a entrometerse en estas coincidencias. ¿Es producto de las costumbres rusas contemporáneas? ¿Es el reflejo de algo del autor, algo, a lo mejor, que él condena y cambiaría? ¿O no hay un común denominador detrás de la accidental similitud de estas dos excelentes ideas?
De cualquier modo, conozca la moderna ciencia-ficción soviética. Conozca a Kirill Bulychev. Tengo la sensación de que ambos se sentirán a gusto.
THEODORE STURGEON
Los Angeles 1977