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Notas a partir de LA CURIOSIDAD MATÓ AL MACHO (2018) de Russell Manzo. Editorial Surdavoz. Por Alejandra Robles

 

Norte-norte

2008

Mi amiga Ana Karen y yo estamos sentadas en la barra del Pluma Blanca bebiendo una caguama fría, Victoria porque es la especialidad.  Ella jamás había venido. Le parece extraño que las paredes estén cubiertas de murales. Desconoce las canciones que grita la rockola favorita de toda mi licenciatura. Le digo Tranqui,  solo vamos a estar un rato antes de ir a la fiesta de Mariela. Es para que conozcas mi salón de clases favorito.

 

Sur-sur

Entrada de Facebook: 29 de marzo de 2020

Imagen: Sostengo con mi mano izquierda, mientras estoy tumbada en el sillón de la que por tres años fue mi hogar, un libro delgado de fondo blanco cuyo título se muestra en letras capitales LA CURIOSIDAD MATÓ AL MACHO.  Atrás, difuminada, alcanzo a ver una mulita de corpus cristi –aquí hay dos días para festejar la amistad; aquí hay muchos días para festejar– que me regaló un buen amigo chiapaneco. Y sentado en la silla del comedor, alguien que pasó a ser de otro modo en mi vida, en pretérito.

Texto: La curiosidad mató al macho, de Russell Manzo, es un libro de relatos que se desarrollan en el espacio-tiempo de los botaneros, las cantinas de las ficheras y la Mara. Las historias giran en torno a la reflexión sobre las fronteras de la sexualidad y el género. Las narraciones se presentan sencillas, coloquiales, próximas a nuestra realidad y experiencias como seres insertos en el siglo XXI, en un país predominantemente heteropatriarcal […].

Norte-norte

2008

Bebemos tranquilamente y apaciguamos con cada sorbo el malestar que trae consigo el calor de esta ciudad, al que es imposible acostumbrarse. Se acerca a nosotras un hombre de mediana edad y nos ofrece de su caguama. No, gracias, ya tenemos, dice Ana Karen. El hombre hace un falso gesto de disculpa y se sienta a dos puestos de nosotras. Nos contempla de forma obscena.

 

Sur-sur

Septiembre de 2022

Mientras releo el libro de relatos de Russell Manzo, me viene a la cabeza una pregunta: ¿qué hay detrás del establecimiento de límites? Espaciales, temporales, afectivos, sexuales, lingüísticos, ficcionales. La realidad de las historias que construye Manzo se acota a la geografía del voseo, donde las señoras mayores son “tías”, no hay borrachos sino “bolos” y el insulto no es “joto” pero “mampo”. Ante esa realidad lingüística, como nativa de un México muy grande, me descubro extrañada y fascinada a la vez. Sigo siendo una extranjera en esta tierra, me digo.  No obstante, yo también sé de sed, de tugurios, de deseo, de amores breves, de ires y venires. Finalmente, como dijo Simmel, “El hombre es el ser fronterizo que no tiene ninguna frontera”.

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