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Solitario en Transición o el Imperio ya no las tiene todas consigo (nueva versión)

Solitario en Transición o el Imperio ya no las tiene todas consigo*

Este relato ya había sido publicado previamente en Mil Inviernos (versión anterior: Solitario en Transición), ahora lo publicamos  en una nueva versión, cedida generosamente por su autor.   Luís Antonio Bolaños De La Cruz British Troops March To Trenches, World War I

Este relato funciona como un alegato antibélico y conector entre varios de los ya publicados (o por publicarse) de la Saga del Imperio Decadente (cualquier semejanza con USA es deliberada), así uno de los reclutados conocerá a un discípulo del piloto poeta con que se inicia la serie, y además se dibujarán las pautas que conectan a “Inconquistable” con “El canto del androide” o a “Pilgors o Rancors” con “El Ültimo Czarniano”; es evidente que siembro referencias a Iain Banks (a quien rindo homenaje por su gran obra), que mezclo el ciberpunk con la Hard SF, que trato de mantener un andamiaje humanista y le coloco pegatinas con slogans políticas, en fin que ejerzo un sincero strip tease a fin de recuperar esa piel desnuda del género que lo identifica, pero culmino hesitando y creyendo que las huellas deben bastarnos para persistir (Primera versión publicada en el fanzine impreso “El Horla 04” Diciembre 2011).

Combate Mientras el viento arroja partículas de sílice contra mis campos aislantes, los microtúbulos cerebrales aún no se recuperan de la conmoción, es cierto que la ráfaga de energía apenas si rozó el yelmo, pero siento que los efectos acumulados potencian la ola de fatiga que amenaza con sumergirme. En la incinsciencia

Atrás, en la memoria temporal, quedan los pantallazos que muestran a/de los miembros de la patrulla caídos, ahora subsisto como su representante de misión y no se me ocurre de que manera coronarla, en ocasiones el camuflaje de mi loriga de escamas ganoideas vibra y centellea por los desperfectos, propiciando que cualquier cazareflejos sobrevolando el campo de enfrentamiento me ubique y advierta a un tiroteador que enfile su batería automática -o peor aún a un trooper- contra las coordenadas topadas en su visor.

El cansancio me atosiga y me auto-convenzo que no sucederá evento aciago alguno si me acurruco contra la ladera por un ratito. Doblo las bisagras y me arrodillo antes de rodar, exhalo un suspiro que lleva carga diversa y me dispongo a olvidarme de lo ocurrido, pero ¿como lograrlo?. si mis neuronas excitadas se encargan una y otra vez de repetir las secuencias destructivas sin que los neurotranquilizadores logren aislarlas y reducirlas a pinceladas abstractas casi ininteligibles.

Comprendo que en el aire también deben haber sembrado anuladores, pero como íbamos a saber que aquellos salvajes disfrutarían de tanta tecnología y supieran usarla. Los energizantes y potenciadores que sueltan mis nanoimplantes en el aparato sanguíneo crean una capa de euforia sobre la retentiva reciente y por breves momentos parece que voy a lograr remontar la caída, pero el agotamiento puede más, me descuido y duermo hundido en el fango del talud, presagio a lo lejos, como si le sucediera a otro cuerpo y estuviera contemplándolo desde afuera y preferible desde otra dimensión, al barro que se desliza sobre la armadura cubriéndola, me relajo, creo que me camuflara y me duermo.

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