Archive | julio 2019

El viajero. Por Marga Cettra


En cada corcoveo el auto amenaza con enmudecer, plantándose en medio del camino, pero cuando parece que se queda, ronronea y sigue.

El calor es insoportable, el viejo trasto, lo único que le quedó después del divorcio, transita la ruta polvorienta y solitaria, bajo el sol de noviembre.

El cartel verde y doblado por el puñetazo de los fuertes vientos patagónicos, señala: VILLA ROVIRA y los dibujos marcan: Estación de servicio, Restaurante, Sala de Primeros Auxilios, Destacamento policial a 20 km.

Pegó un volantazo abandonando la ruta y continuó por el camino hacia Villa Rovira, rogando que el auto respondiera.

Traqueteando por las ondulaciones del camino, llegó a una plaza rodeada por cinco esquinas, un ronquido lasti-mero presagiaba lo peor, un suspiro final y el auto se plantó ahí.

En medio de la plaza, un farol desteñido y, al pie, unas provocativas matas de lavanda, las únicas capaces de so-brevivir a la intemperie. Los soles sostenidos y la falta de agua.

Las miró con respeto, era lo único vivo en ese mediodía agobiante. Caminó hacia una de las esquinas, la que tenía un toldo a la entrada, un árbol y bajo el árbol dos mesas y cuatro sillas.

Una chapa ovalada con óxido en los bordes, alardeaba: Restaurante. Entró.

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