El dormilón hace su historia del siglo XX
En «El dormilón», la película de Woody Allen escenificada en 2173, Monroe, su protagonista, ilustra parte del siglo XX (hasta el momento en que apareció la película, en 1973). Con su exposición se ponen en evidencia las incontables opciones que existen para construir el pasado, conduciéndonos a la inquietante posibilidad de que todos los libros, tratados y relatos que buscan hablarnos de tiempos pretéritos son ucronías; quizá hasta nuestros propios recuerdos las sean, de manera que habitamos un mundo en donde la veracidad de nuestros días es una escuálida presunción. También nos genera, desde este dos de diciembre de 2013 (cumpleaños de Allen), la desazón de que por más que hayan ocurrido muchas cosas, no han sido tantas como lo presumimos cuando nos hablan del mundo en 1973:
La vida y nada más, un documental sobre Woody Allen
Aún existe el profesor: Exhibe su gusto por algunos personajes de Woody Allen, le tiene un altar a Borges en su nutrida biblioteca y dice, con una sonrisa que busca hacerla amarga, que aún vive con su mami aunque él ya tenga más de cincuenta años. Después de un tiempo se comprende que le gustan ciertos personajes de Allen porque él se mira en ellos y se admira, intentando hacer de su pequeñez algo hermoso. Suele caminar por la calle leyendo algún libro (lee mucho, muchísimo). Suele toparse con ex-estudiantes que ya tienen hijos, él los advierte pero no los saluda, en su rostro se dibuja un rictus de desprecio y vergüenza porque ese estudiante terminó convirtiéndose en un ser de carne y hueso y no en uno de esos protagonistas de las historias de Allen. En su haber, el del profesor, también cuenta con la instrucción algunos escritores que hoy día se enseñorean en los diarios. Todos sospechan que él ha hecho un gran libro que no muestra pese a que escriba; lo hace así porque teme ser un mediocre. La curiosidad que al comienzo genera el profesor deviene en desconfianza, temor, asco y culmina con un agotamiento que, a la distancia de los días, se transforma en ternura al comprender que él creyó que la vida sí puede ser como una película de Woody Allen. Todo es fantasía, o vanidad de vanidades, solo vanidad, como se aprecia en este documental español hecho en el año 2.000 sobre el director de cine nacido en New York: