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Las cartas de Street Jizz: [HIJO DE LA MUERTE] Carta #5

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¿Quién iba a imaginar que alguien tan severo como La Muerte iba a ser tan flexible con su propio hijo? El hijo de La Muerte siguiendo el ejemplo de Steve Jobs y Bill Gates se ha dado cuenta que la educación de la escuela no sirve para nada si quieres ser un millonario amoral, adorado por todo el mundo y ser considerado un genio. El hijo de La Muerte ha decidido seguir el oficio de su padre y La Muerte, respetando el deseo de su retoño, ha decidido apoyarlo y comunicar su retiro de la escuela a las directivas del colegio. En esto consiste la carta número cinco, del colectivo Street Jizz, de quienes hemos publicado previamente la Carta #9  : [LOVE IS NOT POP]  y la carta #1 [LA ISLA].

Mayor información: Street Jizz (facebook)

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Faulkner, 50 años de muerto

La literatura del siglo pasado en Estados Unidos hubiese podido ser un cuadrilátero donde los dos boxeadores serían Faulkner y Hemingway; una lucha sin atisbos de piedad,en la que, además  de  sus fortalezas y talentos,  surgen las autoficciones  hechas por los luchadores de la manera en que querían aparecer frente al público: uno como un guerrero que cazaba cualquier clase de animal y, el otro, como un campesino que tuvo que vérselas en las peores situaciones de pobreza. Esa velada pugilística contaría con bebedores y apostadores compulsivos como Hank Bukowsky o F.S Fizgerald, cada uno ubicado en puestos distintos debido a su reconocimiento social. Estarían, incluso, los que pasaron el siglo XX jóvenes y vinieron a matarse en este, como  D.F Wallace que miraría la batalla con distancia mientras se estremece con el grunge que sale de sus auriculares. Thomas Pynchon y J. D Salinger se quedarían en los camerinos, escuchando la narración radial hecha por un gordo llamado Harold Bloom que afirma haber visto mejores luchas y todo  lo cuenta con desdén para después hablar de esas míticas batallas en las que sí hubo un gran William.  Los más viejos, los del siglo XIX ,apostarían por algún ganador. Pero es una pelea sin fin. Cada uno con su estilo, con sus filigranas, da golpes al otro pero el nocaut jamás llega.

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