El origen de la melancolía en la expresión del culo
Lo que queda del culo no es sino un residuo de una expresión mayor que alguna vez estuvo en el punto máximo de la creación y que ahora solo queda reducido a su nivel más humilde.
Bataille ya hablaba sobre el culo en términos evolutivos, e inspirado por él hice mis propias averiguaciones en relación a la epistemología de la expresión y el culo.
Lo que uno encuentra al observar otras especies cercanas a la nuestra es un elevado grado de pérdida de gesticulación en relación al culo que se trasladó hacia el rostro: por ejemplo en el rubor. Las especies de simios reflejan el rubor en la posadera y no en los vulgares cachetes (por otra parte, no es coincidencia que muchos agudos inconscientemente le llamen cachetes a las nalguitas).
Si trasladamos el tema a la discusión teológica – y estoy consciente de que mucha gente no lo quiere pasar a ese nivel- la pérdida de la expresividad del culo es semejante y (si se quiere actual) a la pérdida del paraíso. Por tal razón la contemplación de un culo maravilloso puede llevar a una profunda nostalgia a las personalidades más espirituales.
Ver un gran trasero en una tarde de verano nos pone tristes, como quien sabe que ya jamás podrá volver al paraíso perdido.
Romero y La Playa

Foto de Peter Harding: creative commons 3.0
ROMERO Y LA PLAYA
Por: Luis Cermeño
Un paisaje estival, tocaban ukeleles, embriagados por su propia belleza y juventud, cantaban canciones para un mañana mejor, lleno de paz, pero ante todo autosatisfacción de su propia existencia. Eran tan hermosos. Los pensamientos positivos irradiaban una energía cósmica hacia el universo que los ajustaba a la armonía de todo lo vivo.
Romero los veía celebrar en la entrada de su casa. Abría una lata de gaseosa, los veía allí en la playa, alrededor de las chimeneas, bailando, celebrando cada noche la alegría de vivir y saboreando de sus risas, complaciendo sus cuerpos y almas con el calor de la amistad.
“Yo no sé porqué no puedo ser feliz”, escribió Romero en Twitter, parado ahí mismo, a la entrada de su casa, dando la espalda a la rumba de los chicos que se prendían con la puesta del sol, justo cuando al solitario le lastimaba más el día ¿o la noche?