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Estética y opción decolonial

Por Wanda Uribe Villa 

Wanda Uribe V

Wanda Uribe Villa

 

Para abrir un punto de anclaje con la estética decolonial y crear a partir de éste una discusión sobre lo que es la estética decolonial, su relación que por mi parte encuentro positiva con la estética relacional que propone Nicolás Borriaud y la vivencia de estas teorías en la vida diaria fuera del ámbito artístico, cito una parte del texto del libro Estéticas y opción decolonial en el que resalto especialmente la reflexión expuesta por la autora Madina Tlostanova acerca de la estética, la decolonialidad, la aiesthesis y su crítica frente a la estética relacional propuesta por Borriaud.

Borriaud simplifica la realidad social y el arte contemporáneo, borrando la frontera entre arte y vida, no en la dirección de altos ideales utópicos como pasó con los románticos, sino más en la dirección de llevar el arte al nivel de lo mundano y convertirlo en el generador de una especie de ambiente social artificial para la acción colectiva de un grupo hipotético de personas.

Lo que aparentemente falta en la estética relacional es la complejidad conflictiva y la contextualidad dinámica de la vida y el arte contemporáneo, la multiplicidad de subjetividades y relaciones inter-subjetivas, un consenso sobre qué o quién es el sujeto o el artista contemporáneo, o sobre la posibilidad de cualquier experiencia, homogénea y compartida, en el aprecio o interacción con el arte

perritobotero Al leer este fragmento, encuentro desazón por parte de la autora hacia la estética relacional que propone Nicolas Borriaud. La estética relacional consiste en una relación directa de la plástica en la vida social interactuando con un grupo definido de personas con un fin específico, por ejemplo, la aparición del graffitti como denuncia en contra de la injusticia por parte del gobierno estadounidense. Otro ejemplo de la estética relacional es la exposición de esculturas al aire libre por parte de Fernando Botero en la ciudad de Medellín recuperando un espacio y convirtiéndolo en un punto de encuentro entre la vida cotidiana de los ciudadanos de Medellín mientras tienen un acercamiento directo con las piezas escultóricas de uno de los exponentes del arte colombiano más representativos en el mundo. Una muestra de que los ciudadanos interactúan directamente con las esculturas son las huellas que dejan nos transeúntes sobre las mismas. Tocándola, haciendo parte por un momento de la escultura y convirtiéndola en un ser humano vivo y real que posa junto a ellos, gustoso, para las fotos que les recordarán el haber estado allí y haber posado junto a estos personajes.

Madina Tlostanova

Madina Tlostanova

Es por esto que considero la estética relacional un movimiento que colabora fuertemente con la estética decolonial, porque además esta transforma el pensamiento de la colonia para que se aproxime a algo propio y no sólo eso, sino que abre y destruye las fronteras que delimita el hecho de ser colonia. La estética decolonial transforma las fronteras que impone el conolianismo para abrir la mente y darse cuenta que así como es importante el descubrimiento, digamos, de América por parte de Europa, también América conquistó de alguna manera el espíritu europeo.

Las estéticas decoloniales intentan destruir esas barreras que son, principalmente, mentales. Lo menciono de esta forma pues es normal que alguien que piense en colonialismo, en el caso del texto de Madina, los postmodernos, piensa en una inferioridad y un control por parte de uno. De un dominado y un dominante, no cree en la interacción, mientras que las estéticas decoloniales asumen que este “control” está de todos modos sujeto a lo que el ser dominado conforma, es decir, el dominante debe tranformarse y al transformarse hay una transición de lo que era para transformarse en otro.

Con esto, siento que la fuerte crítica que genera Tlostanova alrededor de la estética decolonial y la estética relacional. no tiene mucho sentido, puesto que mientras en la estética decolonial se están esfumando jerarquías de control social que se han establecido a través de la historia y que los postmodernos ven como algo completamente trágico, asímismo la estética relacional genera relaciones del público con las artes, esfumando también las jerarquías que se le han asignado a través de la historia a las galerías de arte, a los museos, como lugares específicos a los que solamente puede acceder un determinado tipo de personas, llevando el arte a las calles, haciendo que la gente “normal” interactúe con las obras y tal vez generando un cambio dramático en su percepción del mundo, ya sea denunciando injusticias o presentando ante ellos lo que no es habitual, porque se les quita el derecho de acceder a los circuitos del arte desde hace mucho. Entonces, así como el artista relacional debe hacer un estudio de la comunidad en la que va a trabajar (hace el trabajo de artista como etnógrafo que menciona Hal Foster en su texto “El artista como etnógrafo”) y transformarse e incluso obtener lo que Foster denomina como “identidad” con esta comunidad, la comunidad también acoge al artista y su forma de pensamiento, sin que esto signifique que alguna de las dos partes esté dominando o colonizando a la otra, contrario a lo que podría pensar un postmoderno, en este tipo de relaciones no hay dominio, sino intercambio, influencia de un lado y del otro, para crear nuevas formas del ver el mundo. Acerca de las formas y modos de ver el mundo, la autora menciona y se centra muy bien en el concepto de aesthesis,, denominado como la capacidad de conocer el mundo a través de la percepción de los sentidos. Con esto, también inicia una discusión acerca de la pureza de la percepción de los sentidos, un postmoderno, encontraría la “pureza” mientras que la autora propone la aesthesis con relación a las estéticas decoloniales como un devenir y una relación entre las partes para la influencia del pensamiento en la percepción del mundo a través de los sentidos.

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