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LOS CIBORGS COMO ARTE

Por: Wanda Uribe Villa 

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Si entendemos el arte como un compromiso y una propuesta de los artistas hacia la sociedad,  entonces es válido hablar del surgimiento de los ciborgs a fines del siglo pasado como una propuesta artística interesante.
Para entender qué se considera un ciborg, vamos a la definición de una de sus principales teóricas, Donna Haraway en el Manifiesto Ciborg (1984):

Un ciborg es un organismo cibernético, un híbrido de máquina y organismo, una criatura de realidad social y también de ficción.

Se entiende la naturaleza social del ciborg, o como lo diría William Gibson en su novela El Neuromante, “la alucinación consensuada” de su origen. Es decir, que el ciborg  parte de una ficción, una alucinación y un consenso.  Pero que sea social no lo aparta de lo humano, pues para Aristóteles el hombre era un Zoon Politikon, lo que significa un animal social, o un animal político.

Como vemos el hombre era un animal político para Aristóteles y Haraway dice que el Ciborg es una criatura de realidad social, casi refiriéndose al mismo punto. Entonces vemos que social y político están a un mismo nivel y el Ciborg es una criatura política en su definición.

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¿Qué aparta o diferencia al hombre del ciborg si ambos son criaturas políticas o sociales? ¿Que uno sea animal y otro no? Eso no es correcto totalmente porque en la misma creación de la palabra Ciborg están dos ideas. Lo cibernético y lo orgánico: CIB (Cibernético) ORG (Orgánico) Y lo orgánico quiere decir que aún existe algo animal en esta criatura.

Si analizamos el componente de ficción que agrega Haraway a la definición de humano podemos ver como se articula este nuevo ente con el arte y su importancia.

Es la etimología principal de arte como lo es de artificio, entonces se entiende el arte o el artificio como algo que no es producto de la naturaleza sino de la mente humana, la que no es natural, pues esta pigmentada por impresiones y en la naturaleza no se permiten las «impresiones» pues algo es o no es, mientras que el espíritu y la mente humana crea impresiones del mundo que habita, pero no son impresiones animales, pues cualquiera alegaría que entonces las bestias también tienen impresiones del mundo.

Los animales las tienen pero son solo a través de la realidad que les brinda la naturaleza, mientras que los humanos nos llevamos impresiones y las causamos falsas  en el mundo. Por tanto el arte es algo hecho no por la naturaleza sino por el espíritu engañoso del hombre. Lo que lo lleva a ser algo falso y fuera de la naturaleza. Pero esta dentro de la naturaleza humana que, por supuesto, es falsa.

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Julian Assange y el pasito Wikileaks

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De los personajes informáticos que han emergido del folclor computacional, Julian Assange es uno de los más cautivantes  y ambiguos. Por una parte algunos lo conciben como la encarnación del héroe cyberpunk – cypherpunk; y por otra hay quienes ven en sus jugadas algo más allá del romanticismo, como una pieza de espionaje central en el dinámico orden mundial y el juego sucio que se esconde detrás de la diplomacia internacional. En realidad, Assange poco se me parece a Herr Case (el protagonista cyberpunk de la novela Neuromante de William Gibson), lo encuentro más parecido a Julius Deane (villano de la misma novela), un anciano con apariencia de joven, involucrado con las redes más oscuras del mercado negro y las redes criminales financieras. Ángel o demonio; genio de la informática o espía oportunista; defensor de las libertades o burlón de las naciones: todas estas definiciones podrían aplicársele a Assange, lo que solo le suma grados al nivel de mitificación alrededor de su figura. Lo cierto es que a veces también estas figuras mundiales necesitan detener por una noche sus planes de conquistar el mundo y  pasar un buen tiempo de dispersión. Assange durante un tiempo seguirá siendo una figura misteriosa, pero lo que no cabe duda es que durante una noche del 2009, en Islandia, su paso dominó las pistas, y no hubo Harlem Shake que valiera ante el rotundo meneo de caderas del pasito Wikileaks.