Pat Conroy (Q.E.P.D)
Falleció el cuatro de marzo. Fue autor de «El príncipe de las mareas», una novela llevada al cine a comienzos de los noventa. También escribió «Música de playa», una historia que, para aquellos que la leímos antes de comenzar el rosario de divorcios, se convirtió en la dulce premonición de las amarguras de la vida sentimental. Esta historia comienza así:
En 1980, un año después de que mi esposa saltara hacia la muerte desde el puente Silas Pearlman, en Charleston, Carolina del Sur, me trasladé a Italia para empezar una nueva vida junto a mi pequeña.
Pero vida sólo hay una. Y puede convertirse en una sucesión de desencantos.
El protagonista regresa a Estados Unidos y reencuentra a su familia y el entorno en el que creció. Incluso, tiene la oportunidad de ajustar cuentas con la iglesia:
– ¿Es todo lo que la Iglesia significaba para ti?- inquirió el sacerdote-. ¿El bingo de la parroquia?
– No- respondí-. También significa la Inquisición. Franco. El silencio del papa durante el Holocausto. El aborto. El control de natalidad. El celibato de los sacerdotes.
-Ya veo.
-Sólo la punta del iceberg-añadí.
-Pero ¿y Dios? – insistió- ¿Qué hay de él?
-Hemos tenido una pelea de enamorados-dije.
-¿Por qué?
-Contribuyó a matar a mi mujer – respondí -. En realidad no, por supuesto; pero me resulta más fácil echarle la culpa a él que a mí.
En casa de sus padres, el hombre viudo debe presenciar la agonía y el desenlace fatal de su mami:
Esa misma sangre que me alimentó, pensé, ahora la está matando. Por eso la gente cree en dioses y los necesita en las horas negras a la fría luz de las estrellas, me dije. Ninguna otra cosa podría conmover la señorial indiferencia del mundo. Mi madre, pensé; fue en ella donde por primera vez conocí el Edén y el planeta al que habría de ingresar desnudo y asustado.
Ojalá, Pat, no hayas partido de este planeta asustado; por mucho, desnudo.