La clave para una auténtica revolución, por Parcerisa.
Señor(a) Revolucionario(a), según el teórico David Parcerisa, existen dos caminos para hacer algo contra la tiranía. Uno falso y uno verdadero:
1- Revolución violenta: caer en la trampa de los poderosos para darle fundamento a sus leyes marciales: los compartimentos para enterrar a estos activistas en los nuevos campos de concentración ya están listos en los planos, esperando por sus tomas de poder violentas, para ocuparlos con sus revueltas, justas pero belicosas.
2- Revolución del amor: el único camino a la evolución, basada en el principio de no odiar: no odiar al enemigo, no odiar a los diputados, no odiar a los ricos. Esto parece más difícil de aprender y seguro que no existen campos de aniquilación contra esta fuerza. (No odiar los tiranos no significa amarlos, o dar la otra mejilla; sencillamente, no prestarles atención porque esto es desenfocar el camino de la autorealización).
Una vez más los teóricos de conspiración dan con la clave que muchos no pueden ver por su afán de verter sangre del enemigo.Por más que la elite nos haga parecer «insectos» y decir que nuestro arte es poca cosa, no olvidemos que Los extraterrestres nos tienen por dioses. Admiran nuestro poder creativo, nuestra capacidad para crear música. Esta es la revolución que requerimos. La base está en creer en uno mismo.
Como dice Parcerisa:
La energía creadora, primigenia del Universo es el amor: Lo demás, parece que son todo ilusiones surgidas del miedo. Y si nos alineamos con esa energía amorosa es como el caudal de un río. La corriente realmente nos llevará al océano del conocimiento universal. Todo fluirá de acuerdo a los ciclos cósmicos establecidos. Actuar con violencia es sencillamente ir a contracorriente de este río cósmico.
Un pianista sin vergüenza (l'Accordeur de 2010)
La vergüenza es una emoción o un estado de conocimiento y tener un sentido de ella implica entender o conocer que en algún momento se está avergonzado. Tal estado puede surgir en situaciones de deshonra, desgracia, insuficiencia, humillación, o disgusto. La vergüenza es el efecto de una acción deshonrosa o injusta. Los orígenes de la palabra vergüenza se piensa que vienen de un termino antigua que significaba “cubrirse”. Tal acto, de forma figurada o literal, es una de las formas de la expresión física de la vergüenza. Esta acción de cubrirse o de por lo menos mantenerse retraído en cama es lo que hace el joven protagonista del corto francés El afinador de piano (l’Accordeur) de 2010 dirigido por Olivier Treiner.
Adrien es un joven pianista prodigio que cae en desgracia cuando falla en el evento para el que se ha preparado durante toda su vida. Al verse deshonrado, el pianista decide sobrevivir como afinador de pianos, pero para mejorar el negocio finge ser ciego. La pregunta que se abre ante toda la situación es ¿qué pasaría si el desvergonzado afinador viera algo que no debería ver?
Cine de terror colombiano: Extraña Regresión (1985), Funeral siniestro (1977) y 27 horas con la muerte (1981)
No hay mejor rato que los domingos por la noche cuando uno sintoniza la televisión pública nacional y tiene la suerte de encontrarse con alguno de los largometrajes del cineasta colombiano Jairo pinilla. Anoche tuve la oportunidad de repetir una de esas noches de terror bizarro viendo Extraña Regresión de 1985.
Jairo Pinilla es un cineasta colombiano, nacido en Cali en 1944. Pinilla estudió ingeniería y después de vivir en Mexico –donde estuvo trabajando para la empresa norteamericana Burroughs y de conocer por dentro la industria del cine– regresó para realizar en Colombia sus primeras películas. Pinilla tiene en su haber diez cortometrajes, cinco largometrajes y dos documentales, siendo su obra más reconocida la incluida en el género del terror. Read More…
La droga comecerebros
En un comercial de 1983, patrocinado por el banco Cafetero de Colombia, un hombre se droga con una sustancia no identificable- quizá es una premonición de los fármacos del futuro, donde los chutes serán producidos por la liberación de alguna sustancia instalada en el interior del cuerpo- hasta quedar totalmente perdido. De acuerdo a lo que enuncia el narrador, hay una destrucción del cerebro del consumidor, la cual se relaciona con su apariencia física que, al final, semeja la de un pordiosero entregado al consumo de pasta base (crack o bazuco). Por lo tanto, los pordioseros son pobres, drogadictos, descerebrados y pierden su dignidad (al contrario de lo que se promulgó desde 1947, cuando se proclamó en cientos de normas que todo humano era digno por sí mismo); semejan a los muertos vivientes y, a diferencia de los segundos, estos no son producto de imaginerías llevadas al cine del «primer mundo» sino que caminan al lado tuyo y te piden monedas. En aquel entonces, el auge de la «lucha contra las drogas», ya había encumbrado a Colombia como sinónimo de emporio mundial de la cocaína y la guerra librada contra los «carteles» empezaba a tener sus primeros visos, inoculándonos a quienes eramos niños en ese entonces un virus más destructivo que cualquier fármaco: el miedo. Y se nos suele activar súbitamente, como al tipo del comercial lo va transformando la misteriosa droga, hasta conducirnos a estar bien peinados, vestidos con traje y corbata porque queremos asegurar la jubilación de la vejez:
Nadie quiere jugar con Werner Herzog
En las investigaciones de Julián Marsella rutila la concerniente a saber cuántas de las niñas de «Nadie quiere jugar conmigo», un cortometraje de Werner Herzog hecho en 1976, devinieron actrices del frío porno germánico. En las charlas del poeta, novelista y vendedor de postres nativos de Zipacón, siempre hay momentos de arrojo en los que describe la escena protagonizada por alguna de aquellas niñas, ya grandes, a mediados de los ochenta, exponiendo sus genitales a la vista de los tristes guardianes del muro de Berlín. Pese a estas apreciaciones de Marsella, el trabajo de Herzog es perturbador por sí mismo; que un cuervo hable como el pato Donald en alemán y se convierta en el pacto con Dios que hace un niño agradecido porque una niña lo admite como amigo ya es suficiente para quedar noqueado. A ello se suman los dos conejillos de indias, vestidos como humanos y apesadumbrados como humanos. No se sabe si las palabras del cuervo responden a un diálogo interespecies o a una psicosis infantil. No se sabe nada:
¿Le temes a las máquinas? Científicos y filósofos de Cambridge lo hacen
Atrás quedaron los días de los buenos robots, sirvientes de los hombres, que obedecían al pie de la letra las tres leyes (bueno, cuatro) de la robótica que les dictó el profeta Isaac Asimov. Vuelven los terrores del hombre a sus productos más sofisticados, los mismos temores al castigo por robar el fuego de los dioses que paralizaron a los hombres en el mito de Prometeo, y que actualizó Mary Shelley en el Prometeo Moderno, como el elevado precio que paga el hombre por jugar a ser Dios.
A medida que avanza el conocimiento de lo limitado de nuestra propia inteligencia y presenciamos el vertiginoso ritmo con el que la Inteligencia Artificial evoluciona, parece inevitable el día en que las máquinas nos superen en inteligencia. Este escenario mental nos produce una sensación de desamparo ante nuestras creaciones, similar a la del idiota de la película I am Sam, cuando su hija le supera en madurez mental; o, una aniquilación, a la manera sádica de la muerte del padre que el Doctor Freud diagnosticó. Somos esos padres que apretaron el gatillo y cuyo único tiempo que poseen es el que tarda la bala en atravesar el cañón hasta el cerebro.
La superación en inteligencia de las máquinas a los hombres es una bomba de tiempo que empieza a concernir, no solo a los escritores de ciencia ficción, sino a científicos y filósofos de universidades prestigiosas, como la Universidad Británica de Cambrigde. Esta preocupación llevó a los académicos de esta academia a proponer el Centro para el Estudio del Riesgo Existencial. Este centro juntará expertos que analizarán los modos en que una tecnología superinteligente, entre ellas la Inteligencia Artificial, pueda amenazar la existencia de la raza humana.
Eric Bottero, el negativo y la electricidad del alma
Por: Wanda Uribe Villa
Eric Bottero
El negativo
El negativo, en fotografía, es una película sensible a la luz que después de ser expuesta y posteriormente procesada, produce imágenes tomadas con la cámara en sus valores complementarios (positivo).
En el negativo, la luz aparece como tonos oscuros y la oscuridad como tonos claros. La luz que allí se refleja, hace que después de ser revelada la película, los haluros de plata se oscurezcan o se aclaren más o menos de acuerdo a la intensidad luminosa; es decir, que a mayor intensidad, más oscuro será el tono que de la película y a menor intensidad, dará un tono más claro. Cando se trabaja en color, no sólo se produce ésta inversión tonal, sino que, además, se produce una inversión cromática y cada color aparece representado por su complementario.
A partir de un negativo, se produce un positivo, proyectando aquel en un segundo material fotográfico que generalmente es un papel.
No hay muchos referentes que utilicen el negativo como técnica para la fotografía, sin embargo, hay un hombre que utiliza este proceso de la fotografía como una técnica para hacer imágenes sin necesidad de positivarlas:
Eric Bottero