Simón Bolívar y los galenos
Con el perdón de los Bolivarianos, existen registros históricos de que el protohombre latinoamericano cuyo nombre es sinónimo de la gesta libertadora, se portaba mal cuando se pasaba de tragos, fue rechazado por mujeres a las que literalmente les limosneaba algo de tetita, y se enfermaba de la barriga como cualquier comepapas.
Uno de estos documentalistas de la vida privada del Libertador, fue el periodista Héctor Muñoz, oriundo de Cucaita, Boyacá, quien le dedicó varios títulos y obtuvo varios premios y reediciones por estos metódicos trabajos de la vida privada de la leyenda bolivariana, entre ellos «Bolívar en Anécdotas» de la que recogemos el instante en que el caraqueño padece un dolor intestinal y se precia de tener a su doctor personal para prácticamente no utilizarlo para un carajo, similar al aristócrata que en la actualidad paga una medicina prepagada solo para cuando está a punto de morir, pues prestarle mucha atención a los consejos de los galenos por lo general desemboca en amargarse la vida. Por eso es mejor hacer como el diabético que ignorando su enfermedad, se come dos chocorramos y un café con leche, sabiendo que así acelera su muerte.
‹‹Cuando en 1828 el Libertador estuvo en Bucaramanga, sufrió algunos malestares que pronto le curaron. El 13 de mayo amaneció con «el estómago algo cargado» y fuerte dolor de cabeza. Su médico, el doctor Moor, inglés, le recetó un vomitivo con tártaro emético, pero Bolívar no lo tomó. EL médico le aconsejó entonces que continuara tomando té.
El libertador le hizo estos comentarios a Perú De Lacroix:
«Este doctor está siempre con sus remedios, sabiendo que yo no quiero drogas de botica, pero los médicos son como los obispos, aquellos siempre dan recetas y estos siempre echan bendiciones, aunque las personas a quienes las dan no las quieran o se burlen de ellas. El doctor Moor está enorgullecido de ser mi médico y le parece que esta colocación le aumenta su ciencia. Creo que efectivamente necesita de ese apoyo. Es un buen hombre y conmigo de una timidez que perjudicaría a sus conocimientos y luces aun cuando tuviese las de Hipócrates. La dignidad doctoral que ostenta algunas veces es un ropaje ajeno de que se reviste y que le sienta muy mal. Está engañado si piensa que tengo fe en la ciencia que profesa, en la suya y en sus recetas, se las pido, a ratos, para salvar su amor propio y no desairarlo; en una palabra, mi médico es para mí un mueble de aparato, de lujo y no de utilidad».
El catorce de mayo Bolívar amaneció bien y le dijo a De Lacroix:
«Ve, usted coronel, que sin el emético del doctor me he puesto bueno y quizás si lo hubiera tomado estaría ahora con los humores revueltos y con una fuerte calentura». ››
Bolívar en anécdotas. Héctor Muñoz. Editado por El Espectador. Editado en 1983.
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