Diario del tour de Francia sin estar en Francia ni con los ganadores. Día 16
Marcianada han llamado a la actuación de Vingegaard hoy en el tour de Francia. No sé de dónde se ha deducidoque a un alienígenea le interesa ganar una competencia humana; el adjetivo habla más de nuestra especie que de los hipotéticos marcianos.
Sin embargo, un marciano o un plutonita, por escribir algo, puede luchar por quedar en el último puesto. O el penúltimo, para pasar más desapercibido y ver con cercanía las veleidades, vanidades y guerritas que se libran en el interior de un grupo de los primates que se abrogan el lugar de dominadores de la Tierra. Hoy, quien hizo la plutonitada del día fue Mateo Jorgenson, que estuvo a diez minutos y cuarenta y seis segundos del tiempo ganador del día.
Morkov, pese a conservar el último lugar en la clasificación general, fue el mejor tiempo cuando él fue el único que había terminado la prueba. Incluso superó al penúltimo de la clasificación, es decir, a Cees Bol. Y el mentado y antepenúltimo Fedorov mejoró el tiempo de los otros dos: por un momento fue el mejor ciclista del día. Pero todo se acaba, tanto para el primero como para el último. El próximo martes ya esta contrarreloj, «épica» y llena de extraterrestres pasará a ser un dato más que poco o nada incidirá en los debates y el recaudo de dinero de youtubers que se aprestan a polemizar en torno al mundial y a la Vuelta a España.
William S. Burroughs: Cien años de marica
CIEN AÑOS DE MARICA
POR: PEDRO SÁNCHEZ MERLANO
Una meditación a propósito del siglo de William Burroughs.
Acosado por los inhaladores más profundos de mi asma tuve un sueño muy puro contigo:
Llegabas a la L como un tahúr de esos que salen en los westerns. En lugar de pistola traías jeringas. Cada una de ellas estaba sedienta de heroína y, también, cómo no, de heroinómanos. ¿Qué preferirías, pinchar heroína o pichar heroinómanos?
En la taquilla de Homero pediste pasta base de cocaína y te la metiste en la boca mascándola como el más grande beisbolista del mundo. Después la escupiste y, con una jeringuilla, succionaste el líquido hecho de tu saliva y de los escombros drogadictos para chuzarte el brazo.
Entonces vi al otro, al detective marciano, que venía convertido en una gigante flema en medio de la ciudad ardiente en llamas. Yo pensé, en medio del sueño, que me habían estafado con el bazuco, porque lo que estaba viviendo me tenía ya en un mal viaje, pero cuál mal viaje, si era el viaje a tu espacio interior, William. Estabas drogado de ti mismo, y lo que ocurría a tu alrededor no eran más que pormenores superfluos de tu desdicha.
Los marcianos nos acechan
En 1955 Fredric Brown publicó «Martians, go home!», una novela en la que seres provenientes de Marte llegaban a la Tierra. Esta historia hoy vuelve a estar en la palestra gracias a los últimos hallazgos del Curiosity pues, con los rastros de un lago de agua dulce que halló en suelo marciano, estamos cada vez más cerca de corroborar que allí hubo vida. Todos los sueños de una lejana compañía parecen materializarse. Les presentamos el prólogo de la novela de Brown; ya sea como un homenaje a la sonda que explora los rastros de vida extraterrestre, al escritor o a los descubridores del siglo XIX que advirtieron canales en el planeta vecino:
Prólogo
El que los pueblos de la Tierra no se hallasen preparados para afrontar la llegada de los marcianos fue exclusivamente culpa suya. Debieron haber prestado mayor atención a la advertencia que supusieron los sucesos del siglo anterior y, en especial, los de las precedentes décadas.
En cierto modo, se puede considerar que tal advertencia databa de mucho tiempo atrás, ya que desde que asentó la opción de que la Tierra no era el centro del Universo, sino sólo uno más entre los varios planetas que giraban alrededor del Sol, los hombres han especulado sobre si los demás planetas no estarían también habitados. Sin embargo, tales especulaciones habían permanecido siempre en un plano puramente filosófico, tal como ocurre con las especulaciones sobre el sexo de los ángeles o sobre si fue antes el huevo o la gallina.
Podemos decir que la advertencia empezó realmente con Schiaparelli y Lowell, en particular con este último.
Schiaparelli fue el astrónomo italiano que descubrió los canales de Marte, pero nunca aseguró que se tratase de construcciones artificiales. Fue Lowell quien, tras estudiarlos y dibujarlos, dio rienda suelta a su imaginación, diciendo que se trataba de canales artificiales. Prueba positiva de que Marte estaba habitado.
Dos posturas sobre el futuro en La segunda invasión marciana
El mundo se mueve a través de centros de poder en donde parecen desarrollarse los hechos que finalmente repercutirán en nuestras vidas. Por lo general no tenemos la menor idea de lo que sucede allí, sino a través del velo de las transmisiones de noticias de los canales frecuentes, lo que abre paso a la especulación sobre los eventos extraordinarios que originan los cambios. Esto es lo que sucede una noche en un pueblo ruso, de la antigua Unión Soviética, cuando los escasos habitantes del lugar se despiertan luego de un gran estremecimiento que los sacude. Al parecer el estallido se generó en una base militar aledaña conocida como Maratón. Los informes oficiales que les llegan posteriormente a los habitantes del pueblo son nulos, y la prensa se limita a transmitir banalidades, con lo que se demuestra que el mito de la actual crisis del periodismo y la prensa basura no es sino eso: un mito, pues ser basura siempre ha sido la finalidad de la prensa. Así que nos enteramos de todas las extrañas cosas que pasan en el pueblo a través del diario de un viejo profesor de astrofísica, llamado Apolo, que espera la pensión y que titula este documento como: Notas de un hombre cuerdo.
Cuando un pueblo es asediado por una violencia incomprensible, cuyos actores son irreconocibles, lo más difícil de conservar es la cordura. En este sentido, se podría hacer un paralelo entre la novela «La segunda Invasión Marciana» de los hermanos Strugatski y «Los ejércitos» del colombiano Evelio Rosero; en cuanto ambos tratan la vida de pequeñas comunidades rurales asediadas por una absurda guerra desde el punto de vista de un viejo profesor al que nunca le llega la pensión y cuya última defensa es mantener la razón en un paisaje que se ha cerrado al horror surrealista en donde prima la locura.
La versión que logra mayor aceptación al final de la novela es la de una invasión marciana. Esta teoría logra ser aceptada incluso por el narrador, un profesor que conoce perfectamente la poca probabilidad de existencia de seres inteligentes en Marte; pero que, a medida que avanza la narración, va aceptando las cosas más insólitas con tal de no apartarse demasiado del consenso mental de sus vecinos. Los aparentes marcianos curan de tajo el cáncer del pequeño pueblo, eliminando a los elementos que la perjudicaban: los corruptos y traficantes. También ofrecen un nuevo tipo de agricultura que permite el desarrollo y a la vez, lo más fantástico, brindan una posibilidad de sustento a sus habitantes pagando algunas monedas de cobre por sus JUGOS GÁSTRICOS. Al principio, los habitantes ven estos hechos con terror, pero al sospesar sus beneficios deciden cooperar y ponerse al lado de sus nuevos gobernantes.
Wittgenstein y su marciano
Un año antes de su muerte (1993), el diseñador, director y escritor Derek Jarman culminó «Wittgenstein», su penúltima película. En este trabajo hace, de manera libre y sin el menor temor al alejamiento de la veracidad, un relato sobre la vida del célebre filósofo austriaco. Witgenstein habla con un marciano, sosteniendo diálogos cuyos efectos aparecen en sus escritos.