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Magistrados, un relato de Luis Antonio Bolaños de la Cruz

Magistrados

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Albert Robida (1882) «salida de la ópera en el año 2000». 

 

Luis Antonio Bolaños de la Cruz

 

Magistrado(a)s se encuadra en la serie del Imperio Decadente, relata un acontecimiento sucedido en el amanecer de la rebelión, cuando los propios planetas con conciencia Gaia participaban para apoyar la rebelión.

Lo(a)s Magistrados de nuestra urbe (o de cualquiera de las otras 12 urbes del planeta) solo funcionaban adecuadamente cuando les daban cuerda; los encargados o fiabytrus nunca efectuaban su labor porque los dilatados protocolos exigidos por sus mecanismos inhibidores-excitadores de atención al público, exagerados en su precisión y minuciosos en su detalle, se constituían en un peliagudo y largo problema. Existía el método corto: buscar las llaves en los bolsillos interiores de los mohosos baúles depositados en el sótano repleto de cachivaches donde no penetra la luz y convertidos en madrigueras de bichos que devoran los dedos (no comprobado ya que sólo los fiabytrus tenían acceso, pero es vox populi). Y el más corto aún aunque sin garantía de respuesta acertada: que el interesado en consultarlos les propinara una bofetada mientras deambulaban entre el gentío.

Lo peor de los fiabytrus era que iniciada la búsqueda no podían abandonarla ya que se generaba un loop que se autolubricaba y debían golpearles en el cráneo con rudeza (lo cual se combinaba con probables daños y convalecencia) para conseguir la extracción, entonces por la general a su fealdad (decían los chismes, que eran productos fallados de las calderas de protoplasma imperiales y anexados a la burocracia de nuestro planeta) incorporaban vendajes y apósitos. Así que esa posible brevedad en la ejecución con su ayuda estaba precedida de niveles organizativos desmesurados, pesados y esforzados que liquidaban de antemano la utilidad de su procedimiento, ya que las respuestas de lo inquirido a los Magistrado(a)s llegaban tardías. De allí que el público prefiriera las bofetadas convirtiendo a los fiabytrus en inútiles accesorios.

Según las noticias que aparecían en la red pulsante en las demás metrópolis el sistema de Magistrado(a)s parecía que funcionaba igual, leyendo entre líneas surgía segura su decadencia idéntica a la nuestra. Rumores cuya difusión se prohibía por proclama señalaban que los locales (y los de las demás urbes también, si atrapabas las líneas de mensajes de texto adecuadas) cuando no los veían se movían en saltos cuánticos instantáneos para susurrarse consignas, por eso las cámaras grabadoras siempre funcionaban, pero algo sucedía ya que al exhibirlas, extenso metraje nocturno al cierre de la actividad, se encontraba velado sin importar la velocidad que se programara para seguir las peripecias nocturnas.

Que la verdad se depositaba en los intersticios de la hablilla quedaba demostrada porque cada mañana al iniciarse las faenas del consistorio en medio de su habitual greguería, acontecía que los Magistrado(a)s habían cambiado de lugares. A partir de la ruta trazada por sus desplazamientos se impartía soluciones o se decidían proyectos más por la persistencia de sus “dosor” (dobles sombras reales que surgían donde se cruzaban sus caminatas, que ennegrecían el espacio y ejecutaban una lectura alternativa al procedimiento estipulado pero tan escuchada como la formal), además sin que nadie lo pidiera interpretadas por los fiabytrus quienes añadían una tercera capa argumental a los pedidos y preguntas de la muchedumbre, como observamos poco se gestionaba por conversación directa con los Magistrado(a)s, así que los peticionarios o demandantes elegidos en cabildo según la referencia de las familias o de los barrios accedían al mecanismo de funcionamiento a través de la bofetada pero ante el silencio de los magistrados aceptaban las interpretaciones de los fiabytrus y las respuestas de los dosors: eran lo mas parecido en reacción física real que existía en cuanto a Magistrado(a)s, quienes permanecían casi siempre callados en sus cabinas de atención, pero que se reunían en grupos informales con la gente para conversar tupido y divertirse de lo lindo. Caos organizado de ineficiencia demostrada.

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