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El idealismo no sirve para una mierda (Héroes Decadentes de FVR)

Héroes decadentes

 Francesco Giuseppe Vitola Rognini

Hoy presentamos:

El idealismo no sirve para una mierda

el idealismo no sirve para una mierda

Ilustración Roberto Rodríguez “Hereje”

 

Ganja, romance, bohemia. Eso era lo que había en aquellos años, cuando tenía una musa de carne y hueso. Cuando era joven y creía en un único amor.

Eran noches de humo ritual y promesas sinceras. Durante el día trabajaba horas perdidas a trabajar como publicista, sólo por darme el lujo de vivir cómodamente después de seis de la tarde. Pasaba todo mi tiempo libre en el limbo de las ideas y pensando las más idioteces. Vivía creyendo que todo era una gran comedia por la que me podía mover tranquilo. Después de todo era un payaso, un mimo, un artista de la burla y el silencio.

            Solía levantarme temprano para fumar antes de cualquier otra cosa. Luego del café analizaba las calles del centro sucio y maloliente, donde vivía para ahorrar en servicios y poder así gastar más en placeres personales. El centro contiene un ritmo diferente al resto de la ciudad. Sus calles son frenéticas, ruidosas, polvorientas, malolientes, sofocantes. Ahí los almacenes tienen las fachadas obstruidas por los vendedores informales, que venden desde calzoncillos hasta navajas chinas.

Solía despertarme antes que mi mujer, solo para verla regresar a la realidad, semidesnuda, con su pijama favorito: camisilla y bragas. Me gustaba contemplar sus nalgas desde el balcón, con el humo subiendo a mi cerebro. Era una buena vida. Tenía mis libros, una mujer preciosa. Trabajaba para pagar las cuentas, vivía tranquilo, con mucho tiempo libre.

Todo se fue a la mierda un mal día. Esos en los que las cosas inician y terminan mal. El día estaba nublado y fresco. “Buen día para cambios” pensé cuando salí a la terraza. En las calles el caos era generalizado. La selección de Francia había quedado campeón de fútbol -eso ya debió decirme que las cosas cambiarían-. Mi mujer había comenzado a usar un boxer de caritas felices. Ya no se le veían las nalgas. Hacía varias semanas que era así, pero ese día, entre el humo, la amenaza de lluvia y el ruido enloquecedor de la calle, comprendí que se nos había muerto la pasión. Nos habíamos vuelto monótonos, aburridos. Desayunamos en silencio huevos con tocino, tostadas y jugo de naranja. Yo la miraba con otros ojos, con los que ella venía usando desde hace un par de semanas. Ella lo comprendió y lanzó la bomba. Antes tomó lentamente su jugo, sin dejar de mirarme.

-Me voy. Estoy harta de tanto humo, de tanta somnolencia. Estoy aburrida de esto.

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Golpea y corre (Héroes Decadentes de FVR)

Héroes decadentes

 Francesco Vitola Rognini 

Art übber alles (Arte por encima de todo)

Raoul Duke

Hoy les presentamos:

Golpea y corre

Ilustración Roberto Rodríguez “Hereje”

Ilustración Roberto Rodríguez “Hereje”

 

A las once de la mañana de un día luminoso de primavera el calor del pavimento hace que el automóvil oscuro que se acerca a la distancia se vea como un espejismo materializándose de la nada. Un par de chicas con lentes oscuros, sandalias y en pantalones cortos, llevan camisetas de algodón estampadas con mensajes provocativos “Cum Closer”, “!Squeeze!” que dejan ver senos sin brasier. Recorren la acera mientras comen conos de helado. Unos skaters de cabello largo miran de cerca a las colegialas calenturientas cuando pasan junto a ellas. Las calles están mojadas por la lluvia de la noche anterior. Las llantas del Dogde Charger verde oscuro chirrían en las curvas mientras se desliza a cincuenta kilómetros por hora.

            Franz Vroc es un ítalo-americano de segunda generación. Lleva un bronceado oscuro, de un moreno mediterráneo, aunque en invierno pasa por el más caucásico de los mormones del barrio. Tiene el cabello castaño oscuro peinado con gel hacia atrás. Sus ojos café enrojecidos van ocultos detrás de unas Ray Ban Warfarer marrones y negras. Su cara bien afeitada le quita algunos años y le hace ver más juvenil. Tiene cuarenta años; lleva unos diez años haciendo esto, pero aún le sudan las manos cada vez que tiene un trabajo. Va en el puesto del copiloto. Se coloca sus guantes Forzieri de cuero negro, se acomoda la Desert Eagle calibre .50 plateada que lleva al lado derecho de la cintura. Revisa los seguros de los cargadores de repuesto. Carga la ametralladora AR-15 con supresor de destello y asegura los cinco cargadores de reserva con munición, prueba la mira laser contra el techo del vehículo, y deja ver una sonrisa.

           Rafferty Arango es moreno, sus padres nacieron en Cartagena de Indias, en el Caribe colombiano. Sus ancestros africanos y árabes parecen salir a la superficie con el reciente bronceado. Lleva puesto un pasamontañas negro sobre la cabeza, a modo de gorro. Usa unos guantes de tiro Leather Trac-pro de Browning con los que sujeta su escopeta preferida, una Smith and Wesson con cargador para 19 cartuchos y linterna. Echa un vistazo a las ataduras de las botas negras brillantes por el constante embetunado. Los cordones están asegurados con cinta de tela gris 3M. Desde el asiento posterior le dice a Henry Sabana -quien conduce- que le suba al aire acondicionado. Henry lo mira por el retrovisor y le dice que está al máximo. Adentro del vehículo hay un micro clima helado, pero los tres están insolados y la ropa les incomoda. Se remueven en sus asientos, pero nada cambia. Nunca olvidarán que mujeres, playa y alcohol deben ir combinadas con bloqueador solar. Le viene a la mente una escena en la que están junto a una piscina, con tres mujeres halándolos para que entren al agua. Las conocieron la noche anterior, en medio de una borrachera. Tiene un breve destello de los seis zigzagueando por las calles adoquinadas de la ciudad vieja, en Cartagena. Junto a la piscina, con lentes oscuros y bebiendo Mojitos, pasan por alto el hecho de que el bloqueador solar cayó al agua y se fue flotando al otro lado de la piscina. Ellos se tiran al agua y manosean bajo el agua a los sensuales traseros exuberantes, pero luego, uno a uno, salen exhaustos y buscan una silla reclinable. Cuando despiertan están insolados, enrojecidos como camarones por el frente. No hay chicas a la vista y las billeteras se han ido con ellas.

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