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El meteorito según Juan, Cioran y Sánchez Merlano

Suena una música extraña: De la abdicación del Papa al incendio de un pedazo de cielo ruso por la caída de un meteorito. ¿Ha comenzado a cumplirse la promesa hecha desde antes de que existiera el tiempo?  Juan dijo durante su destierro en  Patmos:

«El tercer ángel tocó la trompeta, y cayó del cielo una gran estrella, ardiendo como una antorcha, y cayó sobre la tercera parte de los ríos, y sobre las fuentes de las aguas.

Y el nombre de la estrella es Ajenjo. Y la tercera parte de las aguas se convirtió en ajenjo; y muchos hombres murieron a causa de esas aguas, porque se hicieron amargas» (Apocalipsis 8,10-11)

El mismo Juan, en otro de sus versos avisoró:

«Y cayó del cielo sobre los hombres un enorme granizo como del peso de un talento; y los hombres blasfemaron contra Dios por la plaga del granizo; porque su plaga fue sobremanera grande» (Apocalipsis 16, 21)

Por su parte Emil Cioran, en su aislamiento asordinado en Francia, escribió en francés aunque llorara en rumano:

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2060: El hipotético apocalipsis de Newton

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Ahora que muchos se sienten inteligentes porque el mundo no se ha terminado, ¿Newton surgirá como el próximo objeto de burlas? En 2007 la universidad Hebrea de Jerusalén realizó una exposición llamada «Los secretos de Newton» en la que se ponía en conocimiento público un archivo de notas sobre alquimia y estudios bíblicos hechos por el científico inglés.

Lo que generó mayor curiosidad fue el cálculo tentativo que Isaac hizo sobre final del mundo, ubicándolo en 2060. Para hacer tal aseveración  se valió de un  trabajo matemático aplicado a algunos versículos del libro de Daniel y el de las revelaciones de Juan.

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"Juan, el Salvador", un relato de Pär Lagerkvist

Por: Pär Lagerkvist.

Traductor: Fausto de Tezanos Pinto

Me llamo Juan, pero me dicen el Salvador porque he de salvar a los hombres de este mundo. Me llaman así porque he sido elegido para eso. Yo no soy como todos. En la ciudad no hay nadie como yo. El Señor ha encendido en mi pecho una llama que no se apaga nunca. Día y noche le siento arder y arder dentro de mí. Tengo que salvar a los hombres y debo sacrificarme por ellos. Por mi fe, por la fe que les predico serán redimidos.

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