Apaporis también está empotrado
«Apaporis», el documental realizado por Antonio Dorado en la amazonia colombiana, recuerda muchos episodios de lo que ocurre en «Empotrados», la novela de Ian Watson. En ambos casos la guerra, los rituales y conocimientos más profundos de la selva, los intereses económicos, grupos armados de toda laya y el enfebrecido deseo por encontrar una verdad que trasunte a la especie humana son los ejes de una trama que parece desembocar de manera casi inevitable en la desaparición de dioses y palabras. En el caso concreto de este trabajo, el regreso a la vida de los muertos y un tiempo diferente al que se discernió en occidente, amenazan con eclipsarse para siempre:
Las risas, el lenguaje y el tiempo según Kaypi: Extracto de «Empotrados» de Ian Watson
Ian Watson en su novela Empotrados, entre tantas historias que se entrecruzan en la narración, nos expone un relato que le cuenta Kaypi, un hombre perteneciente a la comunidad xemahoa apostada en la selva Brasileña y a punto de ser desterrada para fines «civilizatorios», a Pierre Darriand, un antropólogo francés que encuentra en el idioma de los xemahoa (específicamente, el que ponen a andar en los rituales sagrados) un vínculo con el lenguaje poético de Raymond Russell y los experimentos lingüísticos de un antiguo compañero inglés llamado Chris Sole quien, a su vez, los aplica en niños encerrados en un hospital inglés a partir la teoría del lenguaje de Noam Chomsky. También podemos encontrar, en el decurso de esta primera novela del escritor británico, la íntima relación que hay entre el lenguaje y el tiempo y, finalmente, nos hallamos frente a la risa y sus dos grandes formas:
Y, así, me dispongo a escuchar, y grabo la historia de Kayapi.
—Te he hablado acerca de la risa del alma y de la alegría estúpida, ¿verdad? Ahora, muchas criaturas quieren que los hombres rían con risa estúpida para poder meterse dentro de nosotros, a través de nuestra lengua, cuando no dominamos las palabras. Los monos hacen trucos en lo alto de los árboles para hacernos reír. Pero nosotros no reímos. Excepto con un estallido de risa del alma que los hace salir corriendo. ¿Sabes, Pi-er, cómo está hecho el hombre? Está hecho de un leño hueco y una piedra hueca juntos. Algunos hablan de una calabaza hueca, pero yo creo que es una piedra hueca. El leño hueco permanece tirado en el suelo cuando, un día, llegan dos serpientes. Una es una serpiente hombre. La otra es una serpiente mujer. La serpiente mujer quiere vivir dentro del leño, pero no ve agujero para entrar en él. Los extremos están tapados. No hay ningún orificio de ramas. La serpiente mujer se siente desdichada. Pregunta a la serpiente hombre cómo ha de hacer para entrar. La serpiente hombre cree saberlo. Sale corriendo y vuelve con su amigo, el pájaro carpintero, y le pide que picotee con su pico el leño y pruebe de hacer un agujero. Pero el leño es tan duro que el pájaro carpintero se hace daño en el pico. La serpiente mujer sigue sintiéndose desdichada. Así, pues, la serpiente hombre sale corriendo y trae a otro amigo suyo. Un pájaro pequeño llamado kai-kai. Un kai-kai es más liviano que una pluma y canta unos cantos largos y muy profundos, aunque sea tan pequeño. Canta de la misma manera que el brujo, una vez y otra vez, profundo y profundo. A la serpiente le gusta el kai-kai porque, cuando el kaikai canta, la serpiente sabe cómo enroscarse. ¿Me escuchas, Pi-er? Te estoy hablando.
—Te escucho, Kayapi. Mi caja está escuchando. No lo entiendo todo aún, pero lo entenderé.
Pero Kayapi termina por aburrirse de que no le entienda, y deja el resto de su historia para otro día.
Kubrick y Aldiss, un desencuentro en la ciencia ficción
La historia está llena de amistades que se forjan a partir de intereses comunes y que luego, debido a las personalidades o circunstancias, derivan en rupturas amargas. Una relación de esta naturaleza es la que inspiró la película «Un método peligroso» de David Cronenberg, basada en el encuentro entre Sigmund Freud y Carl Jung. También la ciencia ficción ha conocido estas relaciones, que empiezan como un genuino interés por el otro y terminan en lamentables desencuentros. Este fue el caso del escritor de ciencia ficción Brian Aldiss y el director de cine Stanley Kubrick, a quien Aldiss alguna vez calificó como «el más grande cineasta de ciencia ficción de nuestra era».
El encuentro se produce a mediados de los 70 cuando Kubrick llama a Aldiss interesado por su trabajo, pero también deseando volver a rodar algo del género de ciencia ficción después de Barry Lydon. Se conocen, comparten ideas, pasiones y finalmente encuentran un objetivo en el que los dos puedan sacar lo máximo de su genio: sería la adaptación a cine de un cuento corto de Aldiss llamado: «los superjuguetes duran todo el verano»
Kubrick compra los derechos del cuento y emprenden una adaptación que nunca llegaría a suceder: Inteligencia Artificial, cinta que terminó por dirigirla Steven Spielberg y estrenarla al público en el simbólico año de 2001.
Compartimos íntegramente la versión de la historia de Aldiss, escrita en el prólogo del libro: «Los superjuguetes duran todo el verano y otras historias del futuro». Una versión distinta, y con mayor distancia, se puede encontrar en el texto de otro escritor británico de ciencia ficción, Ian Watson (a quien casualmente Aldiss odiaba), a quien Kubrick quiso encomendar la tarea de la adaptación del cuento al encontrarse frustrado por los pocos avances logrados con Aldiss: El fontanero de Kubrick.
Este es un texto del que ningún aficionado a la ciencia ficción, ni al cine, debería prescindir (pues está lleno de comentarios sobre el género, el cine, el método de Kubrick, la inteligencia artificial, la naturaleza del genio, la independencia, los androides y una probable anticipación de la caída del muro).
INTENTAR COMPLACER
Por Brian Aldiss