EL FINAL DEL ANTIGUO REINO
EL FINAL DEL ANTIGUO REINO[1]
Breve comentario a propósito del discurso de Peter Sloterdijk:
Normas para el parque humano.
Por: Luis Cermeño
Valdría la pena preguntarse por qué ciertos textos académicos logran un estatus de controversia y popularidad que trasciende su disciplina y pone a una sociedad, si no a pensar, por lo menos a reaccionar alrededor de ellos; si bien no siempre de una manera afortunada y mucho menos con la debida comprensión de sus formulaciones. Esta parece haber sido la suerte de la conferencia: Normas para el parque humano. Una respuesta a la “Carta sobre el humanismo”, a propósito del simposio “Éxodos desde el ser: Filosofía de Heidegger” en el marco de simposios: “La filosofía en el final del siglo”. Ambos eventos, la pronunciación del discurso y sucesivamente la publicación de éste en Die Zeit en 1999, desataron un ambiente de polémica y divulgación periodística álgida a lo que terminó conociéndose en el mundo intelectual como: “L’affaire Sloterdijk”.
Alejémonos por un momento de las prácticas de mercadeo habitual de las grandes editoriales, con sus lemas irritables para acercar a los profanos a los temas de discusión del mundo, ya sea en el ámbito político, empresarial, artístico o filosófico: puesto que todo entra al mercado y el hombre del nuevo siglo, aquel mismo del siglo XX que Marina Tsvetáieva describía como “Lector, devorador de toneladas de periódicos y adicto al cotilleo”[2], no puede ser ajeno a las discusiones que calientan los salones bávaros y hacen delicias en los cafés marroquíes. Según las palabras de Sloterdijk, la razón de la marcada resonancia del discurso se debió, en parte, a la histérica respuesta (a través de medios tradicionales) de algunos de los filósofos humanistas más encumbrados, como también a una hipersensibilidad hacia algunos términos que encierran definitivamente la mentalidad alemana en su propio ámbito de culpabilidad e hipocresía.
Se prefiere aplicarme la etiqueta de provocador, pero he comprendido por qué hoy en día un filósofo sólo logra influencia cuando se pone a disposición como superficie de proyección de errores afectivamente cargados. […] si, tal como se ha exigido en el debate a efectos prácticos, una expresión como <selección> es puesta bajo cuarentena entre los hablantes de la lengua alemana es porque existe una parálisis intelectual programada de antemano, máxime si tenemos en cuenta que se trata de una expresión básica a las ciencias modernas [3].
Derrida, exponiendo a Dios a la duda absoluta.
En la conferencia, «Otros Testamentos», que impartió Derrida en el 2002 en Toronto, respondió una pregunta a John Caputo sobre su presunto ateísmo. Caputo es una figura importante asociada al Cristianismo Postmoderno y es el fundador del movimiento de Teología Débil, basado en la noción de un Dios Débil, en la que el viejo Dios de Poder ha sido desplazado por la idea de un Dios como un reclamo incondicional sin fuerza; en este sentido, el Dios de la Teología Débil, no interviene ni física ni metafísicamente con la naturaleza.
John Caputo: En Circonfesión usted dice «paso directamente por ateo» (“je passé à just titre pour une athée”) en lugar de decir que es un ateo. ¿Por qué no decir simplemente, «Yo soy un ateo», en lugar de «paso directamente por…» ¿Es porque tiene algunas dudas sobre la distinción entre el ateísmo y creer en Dios? ¿O tiene alguna duda acerca de si usted es un ateo? Quiero decir, suponga que alguien dice, interpretado para ese fin, «soy en todos los aspectos un ateo, pero las apariencias pueden ser engañosas. Así que no estoy seguro, tal vez no lo sea»?