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Un castigo divino de Apollinaire

En 1910 Guilaume Apollinaire se decidió a reunir textos que había publicado en distintas revistas parisinas en un volumen que se llamó «El Heresiarca y Cía». El resultado fue un libro aterido de historias fantásticas.  Les presentamos una historia que aparece en el escrito «Tres historias sobre Castigos divinos», el cual tiene resonancias de «Vidas imaginarias» de Marcel Schwob :

1- Louis Gian

El tal Louis Gian, hijo de un pequeño comerciante de Niza, no demostró nunca la más mínima piedad, a la inversa de otros niños que, al menos en la época de su primera comunión, dan pruebas de una devoción conmovedora.

El vicario cojo de San Reparaz le había dicho un día, durante el catecismo, mientras repasaba sus gafas con la sucia sotana:

– ¡Esto va para ti, Louis! Serás desdichado porque eres falso. Al verte, podría tomársete por un ángel. ¿La verdad? Eres insignificante como una chinche de rodillas. Tú te burlas de mí. Puedes hacerlo, lo sé. PEro nadie se burla impunemente de Dios. Por otra parte, lo comprobarás muy pronto por ti mismo.

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En el tren de las once mil vergas

Guillaume Apollinaire es uno de los poetas de lengua francesa más conocidos en el mundo. Sus trabajos fueron isnpiradores para distintos movimientos de vanguardia. Lo que no se conoce mucho de él son las obras eróticas que escribió como ganapán, una de ellas fue «Las once mil vergas» que, en francés, rima con «Las once mil vírgenes. A continuación un fragmento del capítulo cuatro de esta novela aparecida en 1906:

El príncipe Mony y Cornaboeux habían ocupado sus plazas en el Orient-Express; la trepidación del tren no tardó mucho en producir sus efectos. Mony entró en erección como un cosaco y lanzó miradas inflamadas sobre Cornaboeux. Fuera, el paisaje admirable del Este, de Francia, desplegaba ante la vista sus bellezas limpias y tranquilas. El compartimento estaba casi vacío; un vejestorio, espléndidamente vestido, gimoteaba mientras babeaba sobre el “Fígaro” que intentaba leer.

Mony, que estaba envuelto en un amplio raglán, se apoderó de la mano de Cornaboeux y, haciéndola pasar por la abertura que hay en el bolsillo de esta cómoda vestimenta, la llevó hasta su bragueta.

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