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Tuve un sueño en el que era Cristo

Por Pedro Escobar Muñoz

Cristo

En ese sueño, visualicé las tres cruces donde mis hermanos y yo habíamos caído. La debilidad al fin doblegó mi espíritu y, con forma femenina, hizo añicos mi destino.

Una mujer se atravesó en mi vida para hacerla más alegre y  no me fijé que en su trampa caía, poco a poco; el destino de la humanidad se cumplía. Fue una noche fatídica en la que me entregué completamente a ella, hasta hacer que mi gran ojo se cegara.

Una droga, un aroma de la vida convertida en caos, todo por culpa de su hechizo. Los hombres que le ofrecieron este empleo sabían que su misión iba a ser recordada entre la inconsciencia de la humanidad.

¡Cuántos vendidos se ofrecieron a culparme! Mas sin mi poder no lo habrían logrado; fue el error de haber caído en las manos de una mujer. Ella me vendió, cerró las puertas de mi ascensión.

La cruz, todo por culpa de una humana, la debilidad representada en el sufrimiento: lo merezco pues la enseñanza al hombre no he sabido dar y mi conciencia en la oscuridad navega, junto al demonio de la Luz. Por no poder verlo, siento oscuridad.

Ahora me tienes en tus manos, en el más allá, en el eterno sufrimiento.

Te alimentas de mí, pero sé que todo esto acabará cuando la Luz se haga más grande que todo el placer concebido.

Tus manos manchadas de mi pecado están pero soy yo quien las heridas porta, el gusano que en lo bajo se denota como un brillo sugestivo sobre algo repugnante.

Ya he sabido mantenerme en estos clavos. Ahora son la balanza para cumplir mi cometido.

La guerra de Troya según Alejo Carpentier

Carpentier

El célebre Alejo Carpentier,  también hizo una versión de la guerra de Troya. La narra en su relato «Semejante a la noche», a través de un soldado que se apresta a ir a la lucha. Este es el extracto preciso en el que surge otra historia con respecto a las causas de dicha refriega cantada por los fundadores de lo que ha terminado llamándose literatura occidental:

Un soldado viejo que iba a la guerra por oficio, sin más entusiasmo que el trasquilador de ovejas que camina hacia el establo, andaba contando ya, a quien quisiera escucharlo, que Elena de Esparta vivía muy gustosa en Troya, y que cuando se refocilaba en el lecho de Paris sus estertores de gozo encendían las mejillas de las vírgenes que moraban en el palacio de Príamo. Se decía que toda la historia del doloroso cautiverio de la hija de Leda, ofendida y humillada por los troyanos, era mera propaganda de guerra, alentada por Agamemnón, con el asentimiento de Menelao. En realidad, detrás de la empresa que se escudaba con tan elevados propósitos, había muchos negocios que en nada beneficiarían a los combatientes de poco más o menos. Se trataba sobre todo- afirmaba el viejo soldado- de vender más alfarería, más telas, más vasos con escenas de carreras de carros, y de abrirse nuevos caminos hacia las gentes asiáticas, amantes de trueques, acabándose de una vez con la competencia troyana. La nave, demasiado cargada de harina y de hombres, bogaba despacio. Contemplé largamente las casas de mi pueblo, a las que el sol daba de frente. Tenía ganas de llorar. Me quité el casco y oculté mis ojos tras de las crines enhiestas de la cimera que tanto trabajo me hubiera costado redondear- a semejanza de las cimeras magníficas de quienes podían encargar sus equipos de guerra a los artesanos de gran estilo, y que, por cierto, viajaban en la nave más velera y de mayor eslora.

Tomado de «Guerra del tiempo», P. 44-45, editorial Alianza.

El amor cyborg del rock

In rock

La capacidad de este superhéroe, homónimo de la banda californiana Y&T, es la de que sus sueños intervienen en el mundo de la vigilia de los demás: un muchacho de anteojos gruesos se tira en su cama a escuchar música en su walkman y queda dormido de la depresión, entonces se convierte en un cyborg preñado de sentimientos cyborgs. Decide rescatar del peligro a la furcia que lo ha enamorado y despreciado por ser un hombre poco atractivo; la salva de los embates de los pillos que juegan con ella y su noviecito lindo. El superhéroe la lleva en sus brazos pero ella también rechaza a ese cyborg salvador y  surgen las lágrimas de la máquina onírica que ha sido condenada a otear la felicidad como una opción inalcanzable. Este vídeo de 1984 renueva la pregunta por la identidad humana y su condición y es, quizá, uno de los efectos colaterales menos considerados de «¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?», compartiendo, también, muchos aspectos de la gran película «Brazil» de Terry Gilliam.

El cyborg superhéroe  le dice a su amor presuntamente humano: «¡Corre, corre hasta el éxtasis!» y ella correrá y se correrá con otros y él seguirá emprendiendo vuelos transatlánticos y escuchando a Y&T:

El ángel pistolero

giuliano_gemma

La segunda mitad de la década de los sesenta y la primera de los setenta estuvo perfumada con  el Spaghetti Western, una puesta en escena del» far west» de los Estados Unidos en los paisajes de Almería. Aparecieron los cowboys que hablaban italiano y  debían imitar un tono muy lejano al de su natal Mediterráneo. Uno de los pistoleros más famosos de esa época fulgurante fue «Ringo» y el actor que mejor lo interpretó en Europa fue Giuliano Gemma. En «Una pistola para Ringo» el protagonista era apodado como cara de ángel y, pese a que Gemma fuera un hombre atractivo para las mujeres, tenía algo en su rostro, una tragedia silenciosa y tierna que lo alejó de los diablos conquistadores del cine de aquél entonces. El Spaghetti Western  un género angelical y  la sonrisa de Giuliano, uno de sus iconos, da fe de ello. El frenesí generado a partir de «Una pistola para Ringo» y «El retorno de Ringo», ambas realizadas en 1965 y dirigidas por Duccio Tessari, condujo a que Giuliano Gemma, en 1967, fuera invitado a un show emitido por la cadena Italia RAI; ese día el pistolero bailó con la cantante Rita Pavone, lució su estatura colosal y se vistió con un traje inglés que hizo desmayar a las furcias que querían sentarse encima de sus genitales pero él, como buen ángel, no se dio por aludido.

La última entrevista de Marilyn Monroe

Marilyn, dos días antes de matarse, concedió  una entrevista en donde osciló entre el hastío, la decepción, la melancolía, el engreimiento y el frenesí, como si colocara todo lo que fue su vida en esa charla: