Los cuernos marcianos de un escritor
Luke es un escritor de Ciencia Ficción que atraviesa un momento de sequedad creativa. Como recurso para paliar su situación, le pidió a un amigo y colega que le prestara, por algunos días, su casa de campo, a ver si en ese escenario por fin llegaría a escribir algo. Luke también es un divorciado al que su esposa solía decirle que fuera a un psiquiatra y, para colmo de males, cree estar enamorado de una mujer que le ha dejado tres cartas para que él las lea durante su corto retiro y así no se sienta solo. Esta pequeña historia forma parte de Marciano, vete a casa, una novela de Fredric Brown en la que seres provenientes de Marte invaden a la Tierra. Les presentamos un extracto del primer encuentro que Luke (a quien el marciano llama Mack, como todos los de su planeta llaman a todos los humanos varones del nuestro) tiene con uno de esos alienígenas verdes, diminutos, cabezones y calvos:
-Espabílate, Mack. Tengo noticias para ti, directas de Hollywood. Esa chica tuya estaba en casa y te echaba mucho de menos.
-¿Eh? Ya te he dicho que me quería, ¿no? Maldita verruga ver…
-Te echaba tanto de menos que ha llamado a alguien para que la consuele. Un tipo alto y rubio. Ella le llama Harry.
Aquello despejó a Luke por un instante. Rosalind tenía un amigo llamado Harry, pero era una amistad pltónica; eran amigos porque trabajaban juntos en el mismo departamento de la Paramount.
– ¿Harry Sunderman?- pregunt+o- ¿Delgado, bien vestido, con una chaqueta deportiva…?
– No, ese Harry no el que yo digo, Mack. No sé si suele llevar una chaqueta deportiva. El Harry de que hablo no llevaba más que un reloj de pulsera.
Traducido por Francisco Blanco, en ediciones Orbis S.A, P. 23
Los marcianos nos acechan
En 1955 Fredric Brown publicó «Martians, go home!», una novela en la que seres provenientes de Marte llegaban a la Tierra. Esta historia hoy vuelve a estar en la palestra gracias a los últimos hallazgos del Curiosity pues, con los rastros de un lago de agua dulce que halló en suelo marciano, estamos cada vez más cerca de corroborar que allí hubo vida. Todos los sueños de una lejana compañía parecen materializarse. Les presentamos el prólogo de la novela de Brown; ya sea como un homenaje a la sonda que explora los rastros de vida extraterrestre, al escritor o a los descubridores del siglo XIX que advirtieron canales en el planeta vecino:
Prólogo
El que los pueblos de la Tierra no se hallasen preparados para afrontar la llegada de los marcianos fue exclusivamente culpa suya. Debieron haber prestado mayor atención a la advertencia que supusieron los sucesos del siglo anterior y, en especial, los de las precedentes décadas.
En cierto modo, se puede considerar que tal advertencia databa de mucho tiempo atrás, ya que desde que asentó la opción de que la Tierra no era el centro del Universo, sino sólo uno más entre los varios planetas que giraban alrededor del Sol, los hombres han especulado sobre si los demás planetas no estarían también habitados. Sin embargo, tales especulaciones habían permanecido siempre en un plano puramente filosófico, tal como ocurre con las especulaciones sobre el sexo de los ángeles o sobre si fue antes el huevo o la gallina.
Podemos decir que la advertencia empezó realmente con Schiaparelli y Lowell, en particular con este último.
Schiaparelli fue el astrónomo italiano que descubrió los canales de Marte, pero nunca aseguró que se tratase de construcciones artificiales. Fue Lowell quien, tras estudiarlos y dibujarlos, dio rienda suelta a su imaginación, diciendo que se trataba de canales artificiales. Prueba positiva de que Marte estaba habitado.