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La sensatez de los maestros

los maestros

La sonrisa de los poseídos es la última luz de este documental de Jean Rouch (Los maestros locos); los miembros de la tribu buscan sacar los espíritus que fueron adquiriendo en la metrópoli; todos los posesos buscan purgar lo que los ha ido enajenando, principalmente, los trabajos que se yerguen sobre las ciudades que sueñan con la civilización (en este caso, Accra). La sonrisa del final ocurre el día después del éxtasis, la babaza y el degollamiento e ingesta de un perro. El director advierte que las imágenes que se ven en su trabajo son un reflejo de la miseria de lo que hemos hecho en occidente, o una interpelación de los dioses que los conquistadores y evangelizadores creyeron aniquilados. Este cortometraje, sin la gravedad de lo políticamente correcto, evidencia que la razón sobre la que se irguieron los pilares de los últimos tres siglos europeos (y, con matices, americanos) no es suficiente ni omnipotente. La sonrisa del final es el intersticio por el que se cuela la posibilidad de un mundo donde las preguntas y respuestas se diluyen en el embravecido océano del arrobamiento:

«Les mâitres fous», Jean Rouch 1951 (sub..esp.) from Manuel Delgado on Vimeo.

Dios en una novela de Olaf Stapledon

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El misticismo y su tradición escrituraria es cercano a la ficción especulativa y no sólo por lecturas que reinterpreten textos bíblicos o poemas hechos por quienes tocaron el éxtasis: En 1944 el mundo pudo apreciar cómo el escritor inglés Olaf Stapledonen su novela Sirio  hacía que un perro con un cerebro más inteligente que el de un humano promedipudiera intuir la presencia divina. Les presentamos la descripción que hace el propio ser, quizá mosntruoso en la medida que no es clasificable:

Di vueltas y vueltas, frotándome dolorosamente el lomo contra la pared cada vez que giraba sobre sí mismo, lanzando una dentellada a la cortina cada tez que pasaba ante ella. Todo aquello era simple afectación: yo representaba dramáticamente el papel de animal enjaulado. Las campanas de las iglesias y colegios sonaban cada cuarto de hora. El ruido de los coches se iba apagando con las sombras nocturnas. Recordé furiosamente el olor de Plaxy, amado y repulsivo; y el olor de mi última perra, dulce pero falso, promesa de un espíritu inexistente. Y luego, de pronto, el amable olor de ldwal y las ovejas envueltas en la bruma. Y el olor de Pugh, sudoroso y excitado. Los olores de la escarcha, de un día de estío, de viento marino, del viento del oeste cuando cambiaba al este. Rastros de liebres y conejos. El hedor irritante de un gato. El olor denso y suave del zorro. Los animales del circo. El cloroformo, y los bandidos. El débil olor del sufrimiento, que aprieta la garganta, y parece venir de un rincón desconocido del laboratorio.

Y bajo esta marea de olores, una corriente subterránea de sonidos: tonos de voces humanas, balidos de ovejas y corderos; el viento gimoteante o furioso; compases de música humana, y temas de mis propias canciones.

Toda mi vida fue una unión de olores y sonidos, y contactos, también. Pues sentí la mano de Plaxy en el cuello, y huesos que crujían entre mis dientes, y el lomo suave de una joven perdiguera que había conocido en Ffestiniog.

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Fray Juan de la cruz o el abismo de luces. Una película

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Las cosas más bellas y las más espantosas quedan en el olvido. Pero persisten sus heridas: Así en la tierra como en el cielo y antes de que estuvieran la Tierra y el cielo, cuando todo fue creado, se quedó reflotando una llaga que, desde nuestra limitación, denominamos vida. En el transcurso de estos últimos siglos algunos humanos han hablado, escrito y predicado distintas ideas, credos, angustias y soledades. Entre ellos aparece San Juan de la Cruz que, en la película que a continuación presentamos, está recostado en el regazo de un clérigo devenido en Teresa de Ávila, aquella humana que afirmó que los demonios jugaban a la pelota con nuestras almas. San Juan de la Cruz habla de la marcha hacia un precipicio de luces. Todo esto pasó mucho antes de que la luz eléctrica contaminara las noches y borroneara las puñaladas celestes que fulguran en la oscuridad:

El Santo Marica

Un post que escribí hace 7 años: 

Quiero comprender la maravillosa ecuación que subyace a los tres elementos mágicos que rigieron la vida del samurai poeta:

  • Belleza
  • Éxtasis
  • Muerte.
Este alarde morboso, entonces, sólo comprendido a medias, llama la atención del público sobre la posible fidelidad biográfica de Confesiones de una máscara, en la que describe detalladamente su primera masturbación contemplando una foto de este cuadro.
Confesiones de una máscara, ¿novela o autobiografia? Vallejo-Nágera. 1979.

San Sebastián de Guido Reni Read More…