Eliseo Diego o el lunes de la eternidad
Hoy nos prendamos a la eternidad; la llave para abrir la puerta que nos separa de ella es el par de ojitos, como botones oblicuos de oso chino que fungen de ojos, de Eliseo Diego, el poeta cubano que supo que el algebráico Aurelio Ángel Baldor se enamoró de un muchacho al que jamás pudo ver desde las costas sureñas de los Estados Unidos de Norteamérica. Disfruten de este documental porque hoy es un lunes travestido de sábado. Salud.
¿Hasta cuándo esta inmortalidad? (crónica y necrológica)
Zeus in memoriam
Amigo, mi sentido pésame
L.C
De tan cretino, estoy por dar el último paso para precipitarme a la inmortalidad y soportar la humillación de vivir hasta siempre. La inmortalidad como negación de lo eterno; la prolongación de lo pasajero hasta el infinito.
Lo infinito y lo eterno son líneas paralelas que jamás se tocan. Así las condenó Euclides a cadena perpetua.
Tan perpetua como cualquier línea que en su interior contiene infinitos puntos.
Inmortalidad como la de Aquiles que corre tras la tortuga.
Agotamiento inmortal.
Lentitud inmortal.
A cada palada que cae sobre la caja de cartón, mi cretinismo crece y, con él, la condena de no morir jamás. El último montón de tierra ya hunde por completo el cuerpo de Zeus y, con ella, él le da la espalda a la inmortalidad. Le queda lo eterno, la putrefacción y el progresivo olvido de los que seguimos vivos. En la eternidad no es perro. Zeus no es Zeus, no tiene nombre ni nunca ha sido ni será.
Ellos viven menos años, muchos menos que los humanos, y muchísimo menos que las tortugas.
O.G
Y con la respiración frente al cuerpo carente de ella, los viejos cadáveres retornan, cada vez más difuminados, más habitantes de su anulación: olvidar todos los nombres para que jamás accedan a la inmortalidad; las obras sin muerte y los nombres que no fenecen son la condena a los vulgares o la tentativa de la vulgaridad y la ignomina para no dejarlos a merced de la eternidad.
Se renuevan los perros muertos.
La boca de la eternidad engulle a Voyager 1
La sonda espacial Voyager 1 ha salido completamente de la zona influenciada por el sol. Si bien la noticia ha sido registrada por distintos medios, no podemos ignorar este momento pues, hoy más que siempre, la belleza e insignificancia que tiene cualquier suceso de escalas humanas nos recuerda la humildad. Voyager 1 ha comenzado una nueva etapa y no tendrá un Virgilio que la guíe; nos seguirá enviando noticias de lo que registre y algún día será consumida como si nunca hubiese pasado algo. Como un aleteo que se escabulle en el cielo:
He who binds to himself a joy
Does the winged life destroy;
But he who kisses the joy as it flies
Lives in eternity’s sun rise.(Quien a sí encadenare una alegría
malogrará la vida alada.
Pero quien la alegría besare en su aleteo
vive en el alba de la eternidad.)
William blake
Initium, el final del tiempo
El tiempo en Gomorra y Sodoma sucumbió y todos se convirtieron en estatuas. La erección de monumentos es la tentativa humana por alcanzar la eternidad pero los días se suceden, los monumentos se percuden. Nos seguimos figurando el perecer de todo lo existente como el final de un trayecto, presumiendo que la línea infinita es el tiempo y la finita el espacio (manteniendo la perspectiva, aún platónica, que divide a estos dos aspectos que, hemos intuido, dominan nuestra realidad). En el cortometraje que a continuación les presentamos, hecho en el seno de la academia francesa ArtFx, el tiempo es el que se acaba mientras nosotros seguimos vivos, como estatuas, y somos condenados a una incansable labor prometeica, encarnada en el fallido héroe de esta historia: John Carson:
La Tierra y la luna desde muy lejos
El 20 de Julio llegó a nuestro planeta la última fotografía que se le tomó, junto a la luna. El fotógrafo fue la nave espacial Cassini durante su orbitar a Saturno, a 1.445.858.030 kilómetros de donde estamos parados. William Blake dijo en uno de sus poemas que
Para ver el mundo en un grano de arena,
Y el Cielo en una flor silvestre,
Abarca el infinito en la palma de tu mano
Y la eternidad en una hora.
Aquel que se liga a una alegría
Hace esfumar el fluir de la vida;
Aquél quien besa la joya cuando esta cruza su camino
Vive en el amanecer de la eternidad.
Ante lo sobrecogedor de la imagen y el poema no hay más remedio que recordar a un gran maestro que aún vive en el amanecer de la eternidad. Él nos entregó intersticios de la carencia de tiempo a través de las pantallas de los televisores; su nombre terrenal fue Hernado «el culebro» Casanova Escobar y cantó, aullando su amor, como nunca nadie jamás desde siempre los ha hecho. ¡Salud, William y Hernando! y, por supuesto, ¡Salud a la Tierra! ¡Salud, Cassini!