Los marcianos nos acechan
En 1955 Fredric Brown publicó «Martians, go home!», una novela en la que seres provenientes de Marte llegaban a la Tierra. Esta historia hoy vuelve a estar en la palestra gracias a los últimos hallazgos del Curiosity pues, con los rastros de un lago de agua dulce que halló en suelo marciano, estamos cada vez más cerca de corroborar que allí hubo vida. Todos los sueños de una lejana compañía parecen materializarse. Les presentamos el prólogo de la novela de Brown; ya sea como un homenaje a la sonda que explora los rastros de vida extraterrestre, al escritor o a los descubridores del siglo XIX que advirtieron canales en el planeta vecino:
Prólogo
El que los pueblos de la Tierra no se hallasen preparados para afrontar la llegada de los marcianos fue exclusivamente culpa suya. Debieron haber prestado mayor atención a la advertencia que supusieron los sucesos del siglo anterior y, en especial, los de las precedentes décadas.
En cierto modo, se puede considerar que tal advertencia databa de mucho tiempo atrás, ya que desde que asentó la opción de que la Tierra no era el centro del Universo, sino sólo uno más entre los varios planetas que giraban alrededor del Sol, los hombres han especulado sobre si los demás planetas no estarían también habitados. Sin embargo, tales especulaciones habían permanecido siempre en un plano puramente filosófico, tal como ocurre con las especulaciones sobre el sexo de los ángeles o sobre si fue antes el huevo o la gallina.
Podemos decir que la advertencia empezó realmente con Schiaparelli y Lowell, en particular con este último.
Schiaparelli fue el astrónomo italiano que descubrió los canales de Marte, pero nunca aseguró que se tratase de construcciones artificiales. Fue Lowell quien, tras estudiarlos y dibujarlos, dio rienda suelta a su imaginación, diciendo que se trataba de canales artificiales. Prueba positiva de que Marte estaba habitado.
La curiosidad que venció los siete minutos de terror: Mars Curiosity
La noche del 5 de agosto una parte de la humanidad observó cómo un pequeño robot superaba todos los obstáculos de la atmósfera marciana hasta llegar al cráter Gale. Seguramente para muchos fue una noche inolvidable, de esas que se recuerdan toda la vida, y de la cual siempre sabrás el momento exacto en el que te encontrabas y con quién, por lo que la comparación con el 20 de julio de 1969 no es gratuita.
A las 11:12 pm (en Colombia) el Curiosity Rover mandó al mundo, por twitter, el mensaje: » Estoy adentro de la órbita de Deimos, completamente a mis expensas. Deséenme suerte». Rompía el corazón preguntarse por la suerte de este pequeño robot, el más complejo en su especie enviado hasta Marte, después de atravesar una distancia de 60 millones de kilómetros y ocho meses y medio de viaje, en una operación que se calificó de Daredevil por el espectro de ceguera de 7 minutos que representaban el momento de atravesar la atmósfera hasta tocar el suelo de Marte: período que mundialmente se llamó «7 minutos de terror».
En seguida, el astrofísico Adam Steltzner -convertido al estatus de Rockstar y ganándose elogios por sus patillas- envío el mensaje: «Nos vemos al otro lado, en Marte». La gente aplaudía. Minutos de expectativas y cacahuetes. David Brin escribió tres emotivos mensajes en su cuenta de twitter, que traduciré como uno solo:
Conecten esto si Curiosity aterriza: Vayan griten ‘Estoy orgulloso como el carajo y no estamos estancados en la tierra para siempre’ – TU civilización hace cosas como esta». Sacudan a sus vecinos, amigos, tíos locos, niños. ‘¡Tu civilización hace cosas como esta! Enorgullécete de tu gente científica. Y si fracasa… enorgullécete también. Somos gente que intentó cosas como estas. Los hombres y mujeres que intentaron valen más que todos los cínicos juntos.