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Ministerio del tiempo. Episodio 9 (primera temporada) Glorias y ángeles en Nueva Granada

Nota aclaratoria:

El presente documento está escrito en el humilde lenguaje cundiboyance de Colombia, ello no obsta intentar utilizar las herramientas que nos brinda la hermosa jerga madrileña. Vale.

El ministerio del Tiempo 1

 

Este fue un episodio que, al parecer, solo se emitió en el canal regional de Radio Sutantenza, pues al compartir nuestras impresiones con nuestras colegas del fandom español, ellos afirmaron que, de ese capítulo, “ni puta idea, tío”. Lo que nosotros vimos, ellos ni siquiera lo soñaron. Una vez más, las ondas de los rayos catódicos alternan las señales que llegan al nuevo mundo, distorsionando las más bellas imaginerías hechas en la península madre de todas las desdichas latinoamericanas para así confundir a los pastores de ovejas que sintonizan el dial de Radio Sutantenza.

Acá tienen el resumen, casi literario y literal, de lo que los lugareños comentaron después del episodio que, algunos dicen, jamás ocurrió. O tal vez sí,  pero en una dimensión paralela.

MINISTERIO DEL TIEMPO

JULIO 2015

EPISODIO 9 – PRIMERA TEMPORADA

GLORIAS Y ÁNGELES EN NUEVA GRANADA

Salvador no cesaba de putear para sus adentros al calor del verano español. Angustias le llevó, comedida, una limonada muy ácida, a lo que el jefe le esputó apenas sintió el sabor agrio en sus papilas. Angustias había olvidado que su jefe padecía del mal endémico de todo burócrata: agrieras y colon irritable. Entonces, el jefe del Ministerio le ordenó que, en lugar de hacer tonterías, fuera al cuarto de los cachivaches a llevar toda la papelería vieja de la oficina.

Angustias jamás había escuchado palabra alguna sobre ese cuarto; Salvador le señaló el número de la puerta 1492,  el mismo lugar donde Irene solía llevar a las chiquilinas que recién ingresaban al despacho.

Angustias, muy diligente, llevó el bolso de basura a cuestas, ningún patanzuelo quiso ayudarla, y razón tenían ya que la vieja no hacía otra cosa que delatarle a su jefe las pilatunas hechas por los demás funcionarios.

Cuando abrió la puerta, penetró a través de un canal que emanaba un olor a chorizo mezclado con orines fermentados. Pensó para sus adentros: estos sí que saben hacer el amor en este cuartucho pobre y desahuciado. La oscuridad dio paso a la mugre y la mugre a los murmullos de cientos de mujeres, entre los que se podía captar las siguientes expresiones:

-Ututuy, dijo la maja.

– Ese mongólico está súper deli.

Supo entonces Angustias que había viajado a través del tiempo a un lugar de ignominia en donde el idioma era atropellado: Bogotá en 2005. Esto fue lo que vio:

Una  fila de mujeres desnudas que esperaban su turno para sentarse en el enhiesto miembro de un mongólico con gigantismo, amarrado a una cama de metal. El sujeto no podía gritar pues tenía una bola de plástico insertada en su boca.  Tampoco podía moverse, estaba amarrado con cadenas de hierro y correas de cuero; las mujeres se sentaban en su pene que, pese a emitir semen, seguía tan parado como Alonso de Entrerríos  en una de sus peleas.

Angustias estuvo tentada de seguir el ejemplo de las damas pero, antes de ser sometida por el deseo, la cordura y la poca de sentimiento cristiano que le quedaba fueron suficientes para acercarse al mongólico y decirle:

-¿Quieres parecer muerto pero seguir viviendo?

El mongólico movió la cabeza en señal de asentimiento y plegaria. Esto llevó a que Angustias organizara una minirevuelta en donde los habitantes de la calle atacaron a las mujeres recién corridas, a punta de un lenguaje soez y macabro.

Aprovechando el desorden, la señora Angustias liberó al mongólico y lo llevó a la oficina de don Salvador, en donde fue nombrado agente del Ministerio del Tiempo.

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