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La propulsión a chorro de Tom

Por Anbilli

Ante el poderío de Nairo Man,  Doumolin tuvo que simular una diarrea para así evitar el ataque que se le venía encima: esta es la teoría de algunos fanáticos que aún no encajan las razones por las cuales su ídolo terminó en el segundo lugar de la clasificación general del Giro de Italia.

Gracias a esta sospecha, nos permitimos proponer los siguientes puntos que, si  se hubieran aplicado, no habría lugar a ninguna duda sobre el resultado final de la primera Gran Vuelta de este año:

  • Los comisarios debieron cerciorarse de la deposición de Tom; es decir, luego del incidente, era muestra de total diligencia el que se hubieran bajado de sus motos a mirar si había una diarrea diseminada por el pasto de la cuneta de aquella memorable carretera.
  • Si no era posible una detención de los comisarios, las autoridades competentes, a la llegada a la meta del holandés, pudieron revisar las nalgas del mismo o su culotte para atisbar rastros excrementales que evidenciaran la penosa situación por la que atravesó el atleta.

En consecuencia, es imperiosa la necesidad de una reglamentación en donde se contemple que, todo ciclista que esté en puestos de importancia en una competición ciclística de ruta, debe defecar encima, como lo hicieron, entre otros, los ilustres Greg Lemond o Jan Ulrich, quienes llegaron con chorros marrones que empapaban sus afeitadas piernas.

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¿Hasta cuándo esta inmortalidad? (crónica y necrológica)

Zeus in memoriam

Emperador2

Amigo, mi sentido pésame

L.C

De tan cretino, estoy por dar el último paso para precipitarme a la inmortalidad y soportar la humillación de vivir hasta siempre. La inmortalidad como negación de lo eterno; la prolongación de lo pasajero hasta el infinito.

Lo infinito y lo eterno son líneas paralelas que jamás se tocan. Así las condenó Euclides a cadena perpetua.

Tan perpetua como cualquier línea que en su interior contiene infinitos puntos.

Inmortalidad como la de Aquiles que corre tras la tortuga.

Agotamiento inmortal.

Lentitud inmortal.

A cada palada que cae sobre la caja de cartón, mi cretinismo crece y, con él, la condena de no morir jamás. El último montón de tierra ya hunde por completo el cuerpo de Zeus y, con ella, él le da la espalda a la inmortalidad. Le queda lo eterno, la putrefacción y el progresivo olvido de los que seguimos vivos. En la eternidad no es perro. Zeus no es Zeus, no tiene nombre ni nunca ha sido ni será.

Ellos viven menos años, muchos menos que los humanos, y muchísimo menos que las tortugas.

O.G

Y con la respiración frente al cuerpo carente de ella, los viejos cadáveres retornan, cada vez más difuminados, más habitantes de su anulación: olvidar todos los nombres para que jamás accedan a la inmortalidad; las obras sin muerte y los nombres que no fenecen son la condena a los vulgares o la tentativa de la vulgaridad y la ignomina para no dejarlos a merced de la eternidad.

Se renuevan los perros muertos.

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Karol el ahorcador (fotonovela corta)

Fotografías hechas por Anbilli

Karol evocó el viejo dicho de que la vida se le pasa a uno en un segundo cuando está a punto de morirse; tomó una soga y, desde entonces, se ha dedicado a ahorcar sin asesinar a quienes acuden a él para recordar un nombre, un rostro, un olor o un sonido, a los que lo buscan porque están aburridos y no saben si quieren morirse o acordarse de que alguna vez no lo estuvieron y a los adictos a la nostalgia.