Robin reinterpreta a Ginsberg: «Holy»
Una compilación en video de las veces que Robin clama «Holy» crea una nueva interpretación y lectura al pie de nota del poema Aullido de Allen Ginsberg.
Versión de Robin: Holy Batman – via Boing Boing via Devour
Versión de Ginsberg – Holy Peter, Holy Allen, Holy Kerouac, Holy Burroughs, Holy Cassady…
La cuestión de Arica, vista por Marsella
Nuestro habitual colaborador Julián Andrés Marsella Mahecha en un acto de solidaridad con la poesía, al enterarse del caso más mentado en el norte de Chile, sobre el asesinato artístico de Allen Ginsberg, se ha pronunciado.
Allen Ginsberg canta punk dedicado a los cabezachorlitos. Birdbrain!
Este himno del punk beatnik fue grabado el 14 de octubre de 1980, en la ciudad croata de Dubrobnik, en el Hotel Subravka. La banda de fondo que acompaña el poema de Allen Ginsberg es The Gluons, originaria de la ciudad de Manhattan, posteriormente grabó un EP y mutó en una nueva banda llamada Blue Hollow.
En el siguiente enlace puedes descargar el mp3 de la canción:
Ginsberg-Allen_Birdbrain (via ubuweb)
Traducción de Birdbrain al español tomado de la página contranatura.org:
¡CABEZACHORLITO!
Una pandilla de escritores maricas en Chicago del 68
De izquierda a derecha vemos la procesión de cuatro maricas, en la famosa Convención Demócrata Nacional de 1968: William S. Burroughs, Terry Southern, Allen Ginsberg y Jean Genet. La revista Esquire los había contratado para escribir una historia sobre este evento político en pleno verano de un año caldeado por la violencia, la locura, las turbulencias, los arrestos indiscriminados, los asesinatos a líderes como Martin Luther King Jr y el senador Robert F. Kennedy. La Convención no estuvo exenta de disturbios y ataques por parte de la policía a personalidades como Mike Wallace y Dan Rather.
La historia nunca se escribió para la revista Esquire, debido a que Jean Genet tuvo que salir con urgencia del país debido a su registro criminal en Francia.
Fotografía: Michael Cooper
Culpa a estos cuatro hombres por el horror beatnik
En el tabloide dominical británico Sunday People, actualmente The People, del año 1960, mientras estaba a cargo por el editor Renton Stuart Campbell, conocido por su labor en la «investigación y exposición de criminales e irregularidades sociales» salió este alarmante artículo en el que se instaba a «Culpar a estos 4 hombres del horror beatnik». El subtítulo rezaba: «Su culto de la desesperanza está llevando a los adolescentes a la violencia.»
Según el tabloide, la comunidad británica debía alarmarse por la presencia de estos cuatro jinetes del Apocalipsis, pues estos no solo predicaban la violencia sino que infectaban a sus seguidores con la indiferencia y la hostilidad a los códigos establecidos de conducta.
William Burroughs tomando Yagé en Colombia
Al final de la novela «El almuerzo desnudo», William Burroughs escribe sobre su determinación de ir en busca de una droga que, según lo que ha investigado, tiene la propiedad que favorece la telepatía, no genera adicción, y es, en resumidas cuentas, esa droga perfecta que Burroughs siempre buscó pero cuya búsqueda solo le acarreó una terrible adicción y el mundo de pesadillas descrito en este libro.
Fue cuando a principios del año 53, William Burroughs se embarcó hasta Panamá, terriblemente enfermo por la carencia de opio en su organismo, y bajó hasta Colombia en busca de la planta medicinal que, pensaba, lo aliviaría de sus demonios; finalmente, seguiría su viaje hasta llegar a Perú. Este periplo quedó registrado a través de la correspondencia que el escritor mantuvo con su amigo Allen Ginsberg, que posteriormente se uniría también a esta experimentación, y estas espístolas se publicarían años después con el título «Cartas del Yagé»*.
Reproducimos una de las cartas en las que Burroughs narra, desde su visión profundamente ácida, su experiencia en Colombia, y tangencialmente, el clima que se vivía entonces en el país y que Burroughs supo interpretar con la certeza de un genio cínico.
Hotel Nueva Regis,
Bogotá, 15 de abril
Querido Al:
De vuelta en Bogotá. Tengo un cesto de yagé. Lo he tomado y sé más o menos cómo se prepara. Dicho sea de paso, podrás ver mi retrato en Exposure. Encontré un periodista que iba cuando yo volvía. Marica, claro, pero tan atrayente como un cesto de ropa sucia. Ni siquiera después de dos meses de desierto, querido. Este individuo está recorriendo el continente sudamericano en busca de comida y transporte gratis y todo lo paga con el cuento de: «Tenemos-dos-tipos-de-publicidad-una favorable-y-otra-desfavorable-cuál-quiere-usted?» Un completo sinverguenza. Pero ¿quién soy yo para juzgar? Read More…
Tweet, por Oyl Miller
Este remake del famoso poema Howl de Allen Ginsberg, es en realidad un tour-de-force sobre la vertiginosa red social Twitter y el desbocado modo de vida al que se obligan sus usuarios para alimentar sus tweets.
TWEET
Por: OYL MILLER
He visto las mejores mentes de mi generación destrozadas por la brevedad, la hiperconectividad, emocionalmente hambrientas de atención, arrastrándose a sí mismas a través de comunidades virtuales a las 3 a.m., rodeadas de pizza rancia y abandonados sueños, buscando rabiosos significados, cualquier significado, los mismos hipsters encapotados muriendo por la aceptación compartida y escéptica del dínamo proyectado holográficamente en la tecnología de la era, quienes se desvelan por la débil conexión y la recesión herida y sin dirección, micro-conversando en la oscuridad sobrenatural de cafés con Wi-fi, flotando a través de las cimas de las ciudades, contemplando la tecnología, que desnudan sus cerebros al vacío negro de la nueva publicidad y los líderes de opinión y los llamados expertos que pasaron a través de comunidades universitarias con radiantes y juguetones ojos bromistas, alucinando a Seattle – y a Tarantino- como instalados entre eruditos pop de la guerra y el cambio, que se abandonaron a favor de una musa creativa, publicando fanzines y piezas de arte obsceno en las ventanas de Internet, que se acobardaron en salas sin afeitar, en ropa interior irónica de Superman quemaron su dinero en cestas de basura desde 1980 y escucharon Nirvana a través de delgados muros de papel, que fueron arrestados con sus barbas grunge montando el metro para la estación Shinjuku, que digitalmente comieron en hoteles pintados o tomaron pegamento Elmer en senderos secretos del valle, muertos o purgados sus torsos con tatuajes tomando el lugar de los sueños, que devinieron en pesadillas, porque no hay sueños en la Nueva Inmediatez, incomparablemente ciegos a la realidad, inventando la nueva realidad a través de vacuas creaciones alimentadas de pantallas iluminadas. Pantallas apostigadas de nubes etiquetadas y de iluminadas imágenes en miniatura surfeando con Boards of Canada y Guevara, iluminando todas las matrices congeladas de tiempo en medio, solideces megabitadas de tablas y amaneceres de béisbol en el patio del ayer, borracheras descargadas sobre las terrazas, mostradores digitales de flashes parpadeantes, un sol y luna programando paseos enviando vibraciones por dispositivos móviles configurados de cierta forma mientras tweeteaban ocasos invernales de Peduca, ceniceros desvariando y manchas de café que esconden la mente, que se limitan a sí mismos a aparatos wireless para un viaje interminable de información opiácea desde CNN.com y Google en embaladas de azúcar hasta el ruido de los módems y máquinas de fax derrumbando el estremecimiento, con limitada y vulgar verborragia a las respuestas de los comentarios, lúgubres maltratos del cerebro compartido carente de brillantez en la opaca luz de un monitor, que se sumerge toda la noche en luz de una interfase de Pabst flotando e instalándose en la vespertina gracia viciada en salones de pizza desolados, escuchando la grieta de la perdición sobre separados Ipods nucleares, que textean continuamente 140 caracteres al tiempo desde el parque al estanque al bar al MOMA al puente de Brooklyn batalla perdida de lacónicos platónicos auto proclamados periodistas comprometidos a la revolución de la información, tirándose a la inclinación del álbum de covers de R&B salido en los tardíos 80s, tweeteando sus gritones vomitivos susurrantes hechos y consejos y anécdotas y sándwiches del almuerzo y payasadas de gato sobre los sofás con globos oculares dando follow e impactos de estadísticas y de autoridad y encontrando tu pasión y jerga, todos los intelectuales descalificados y barridos en limpio en el recuerdo 24/7 365 asaltos todos bajo la mirada de los, alguna vez, brillantes ojos.
El poema en el idioma original se encuentra en:
McSweeney’s
Trad. Mil Inviernos