Dos versiones de Michael Jackson en el año 2000
Según la revista Ebony, que publicaba en 1985 una aproximación futurista de Michael Jackson en el año 2000, realizada por el artista Nathan Wright, el tiempo podía ser un villano o un amigo; y de acuerdo con la representación de Wright el tiempo sería generoso con las estrellas de color negro. Así que el artista de Chicago falló en lo que solemos fallar los futuristas: en subestimar la complejidad de la naturaleza humana. Y es que para el año 2000, la superestrella del Pop que perfilaba para el 2000 una elegancia y una apariencia guapa, ya no era negra sino blanca. Así que el tiempo, que aseguraba un tratamiento afable para el artista, se fue en su contra, por las misma razones raciales: el tiempo no sería generoso con estrellas de otro color.
Tenemos dos versiones de Michael Jackson – o como le llaman los españoles Máiquel Jackson-: uno es el Máiquel Jackson del mundo paralelo del año 2000 de Nathan Wright, sonriente, elegante y soberbio; podemos comparar su aura desenfadada con las últimas fotografías de David Bowie, quien tiene el aspecto de a quien nada de lo humano le es ajeno pero que se ubica por encima de ello. Y tenemos al otro Mickey, el Mickey que conocimos en esta versión del mundo, a quien le fue diagnosticado Vitiligo y Lupus en 1986, lo que hizo que en el transcurso de los años siguientes aclarara su piel y perdiera por siempre el favor del tiempo. En esta versión del mundo Mickey hizo lo imposible por ingresar a la Neverland, lo que le llevó a generar un hábito por las cirugías plásticas y someterse a espantosos dolores inenarrables. Un día después de la muerte del Mickey Jackson de esta realidad, me encontré con una señora rubia que lloraba viendo un especial de noticias sobre el artista: ella había estado en tratamientos para el dolor por una enfermedad que le afectaba los huesos. Decía que podía sentir en ella la tragedia de Mickey. Era la tragedia del tiempo. Ese tiempo que se bifurcó de alguna manera extraña a mediados de los 80 y que construyó dos realidades muy distintas. La realidad del Máiquel Jackson que llegó a su madurez como un relajado hombre afroamericano de gran éxito mundial, y la otra espantosa realidad, del Mickey que se hizo monstruo a fuerza del dolor, la enfermedad y la conciencia de unos niños desventurados que querían sanar el mundo. Esa es la realidad del desastre que estamos viviendo, a menos que una curva inesperada en el espacio-tiempo nos vuelva a unir con Máiquel Jackson de la revista Ebony y volvamos al sendero del tiempo benigno.