MINCA (depósito de almas errantes). Una crónica de Umberto Amaya.

 

MINCA

(depósito de almas errantes)

 

El autor.

 

 Después de tres meses en la Sierra Nevada, regresé a Arauca, una tierra llana inundable  donde  lo que germina en verano lo ahoga el invierno y lo que nace en invierno lo quema el verano y  solo  crece eso que retoña  más fácilmente en todas partes —la hierba—. Tierra llana  sin mar, montaña, ni selva; habitada por una  gente que  en su mayoría solo cultiva  la palabra  con una franqueza tan marcada que raya en la ordinariez.

 

¿Chico,  donde estabais? Me dijo un criollo de sombrero vaquero, alpargatas negras, pantalón blanco y cuchillo en la cintura. —En Minca, un pueblito de la Sierra Nevada de Santa Marta— le respondí seguro que él no tenía ni idea  de que se trataba, pero el hombrecito me contestó —Eso allá es muy bonito,  pero yo mejor me quedo por aquí, porque allá le cae a uno la pava  y en todo le va mal, no está mirando que esos son sitios sagrados y los sitios sagrados no son para vivir,  a no ser que tú tengas un comportamiento sagrado

Y los indios de allá son jodidos,  bien jodidos; no como los de aquí, ni como las indias de aquí, que una limosna de amor no se la niegan a nadie. Allá en la Sierra no..! Allá los indios cogen a los blancos, los sientan en una piedra y  por cualquier maricada los ponen a hacer pagamentos, después les  amarran un hilo en la muñeca y les quitan  plata— Le presto la palabra a este criollo ágrafo,   porque su concepto sobre la Sierra Nevada sirve como reflexión; pero en primera voz quiero contar, lo que vi, lo que olí,  lo que escuché, lo que sentí  y aprendí en ese  pueblo situado en esa crestería montañosa con  forma de serrucho,  de  atardeceres azafranados tan útiles como elemento poético para los que no tienen poesía  en esa hora en que muere el día sin que podamos remediarlo.

HISTORIA Y MEDITACIÓN:  Si afirmáramos que la fundó Don Juan de Minca,  le estaríamos robando siglos de historia a esa región que fue asentamiento indígena y de manera especial cementerio,  por lo que tuvo que soportar el “huaqueo” (saqueo de un yacimiento arqueológico) palabra quechua que significa —lugar sagrado, templo— Entonces, le estaríamos dando crédito a las palabras del criollo de sombrero, alpargatas y cuchillo en la cintura y cabe como coincidencia histórica añadir,  que este lugar fue además,  centro de meditación y ayuno de los indios Coguis y los Uiua, indígenas a los que no los trasquiló tijera.

También a mediados del siglo pasado los religiosos que allí se instalaron lo hicieron con el propósito de hacer retiros espirituales y vale además, destacar también,  que entre los muchos viajeros que a diario  llegan a ese —depósito de almas errantes llamado:Minca— lo hacen con el propósito de tener sitios que permitan la meditación, el retiro y la medicina espiritual.  A todas estas coincidencias le podemos agregar que la Sierra Nevada de Santa Marta, el macizo montañoso tropical más alto del mundo y sus habitantes,  guardan mucho parecido en las prácticas espirituales   con los habitantes del Tíbet.

LA LLEGADA: Se parte desde la plaza de mercado de Santa Marta, en un campero destartalado que no permite la visión del paisaje  y después de cuarenta minutos de estar esquivando los baches de la carretera se llega al pueblito de Minca, un amontonamiento de casas, sin andenes y sin planeación alguna, con un barrio central donde vive la gente que lleva más tiempo en la zona y es la encargada de hacer los oficios humildes a los nuevos colonos —Barrio El Casino— es su nombre, porque el sitio donde habitan fue un antiguo casino de los trabajadores de obras públicas.

 

LOS HIPPIES-CHICS DE MINCA: El resto del pueblo  poco a poco se va disipando en construcciones confortables adaptadas en su mayoría para recibir turistas; y como corolario necesario, siguiendo la mirada de ese recorrido perceptivo,  me atrevo a decir que de la misma manera que en Palomino nació la  comuna de los —hippis-coguis— los propietarios de estas mansiones en su mayoría son —hippies-chics— que descubrieron una tierra que no andaban buscando y enamorados de tan edénico lugar y   fatigados de su existencia gitana,  se instalaron en Minca;  pero en la añoranza  de su origen urbano,  escogieron los sitios con  vista hacia la ciudad dorada, que no es otro que el resplandor de Santa Martha cuando anochece,  entonces terminaron colocando el frente de  las casas hacia el país de la luz. (Pido disculpas por la tendencia a la fantasía tituladora y les pido que en este caso entiendan —chic— como un sinónimo de elegancia y no como el ruido que producen las mujeres al masturbarse).

LO QUE SENTÍ: En la textualización de los objetos, lo que sentí en Minca, se me volvió consciente  cuando estuve  de nuevo en Santa Marta, con un  sol  que suda negros y quema blancos, con su estrépito de ciudad y su apeñuzcamiento de bañistas en la bahía y de vendedores en la plaza de mercado, lo que  me proporcionó el acercamiento a la gente sencilla y me habilitó para  comprender que los  seiscientos metros sobre el nivel del mar en que está situado el pueblo de esta crónica,   permiten  una inmejorable visión;  decir también, que  su temperatura  de dieciocho grados es la ideal,  y que el trino permanente de los muchos pájaros, el rebuzno noche y día  de  un burro solitario, la cantidad de músicos que viven allí,   y la alegría fácil de la gente,  hacen de Minca  el paraíso terrenal, y  si no lo es,  es al menos  lo que más se le parece.

Lamento no tener la seducción que arrastra a los superficiales,  para contar con embelecos sobre el río y el canto de sus aguas felices al deslizarse  sobre las rocas, el  montón de mochileros que se pasean por sus calles como mariposas nadando en el aire  y contar sobre el resto de lugares sombríos que   permanecen  bajo el cobijo de  enormes higuerones y   caracolís,  estructuras naturales abrazadas por lianas morrocotudas, entre ellas el bejuco de guaco, que las águilas se restriegan en las alas antes de cazar las serpientes y que muchos  usan  como antídoto para el veneno de las picaduras de abejas y las mordeduras  de culebras. Narrar la experiencia vivida en  el sendero antiguo para llegar caminando  a Santa Marta,  y contar de su  suelo fértil,  donde los helechos,  que en otras partes son sinónimo de acidez, producen allí, una capa de nutrientes ideal para los cultivos de pan coger.

 

LA TANGANIZACIÓN: (Palabra bonita, pero muy cruel). En los tres meses de estadía, pude ver la pavimentación de la carretera y vi  gente sensible protestar por los estragos causados, pero eso como si   un perro que le ladrara a un camión porque el desarrollo civilizatorio es sordo y esas protestas son similares a acariciarle la barriga a un muerto. Día a día vi aparecer nuevas construcciones todas en concreto.  La mayoría de los recién llegados  se instaló con la intención de preservar ese lugar, pero actuando con la razón humana que todos sabemos  está podrida,  terminaron echando cemento hasta donde  les alcanzó la plata,   y de la misma manera que sucedió con Taganga,  un  tranquilo pueblo de pescadores, donde  llegaron  colonos con cara de civilizados y visión de progreso,  y viendo la posibilidad del dinero fácil se tomaron el caserío,  terminando por pegar casa con casa y heredad con heredad hasta convertirlo en un convulsionado sitio; contribuyendo de paso,  con la desaparición de la sencillez y la estética de la gente humilde. Después le tocó —la taganización—a Palomino y ahora es imparable la Palominación de Minca.

LA GUERRA ENTRE EL CEMENTO Y LA SELVA: En Colombia tenemos la guerrilla y también tenemos una guerra grande y universal  más antigua  que Las Farc: La guerra entre el cemento y la selva. El cemento solo genera demagogia burocracia y prostitución y sus principales aliados son los politiqueros que riegan cemento por todas partes en nombre del progreso y del desarrollo y cuando el cemento cae sobre la naturaleza la esteriliza y ni la hierba retoña. Los aliados de la selva son los ambientalistas, las abejas,  y uno que otro poeta. El cemento nos ganó   la batalla en Taganga y en Palomino;  En Minca estamos gravemente heridos. Sería bueno que el grupo de gente sensible que se reunió para denunciar  los estragos en la construcción de la carreta, en próximas convocatorias tuviera como propósito educar a la gente en este tema, porque cada vez que un ambientalista  compra un bulto de cemento se está pasando al bando contrario.

LA LUNA ME TRAE FORTUNA: A tan solo diez minutos de Minca, en la antigua Hacienda Mónaco, hay una reserva dividida  en dos proyectos: “El Sol de Minca”  un terreno con trecientos sesenta grados de visión. Allí, las montañas rodean el lugar como una epopeya verde de los andes, el mar  abajo perdido entre la bruma,  el  terciopelo celeste lleno de estrellas como si fuera un libro azul con letras de oro y una familia de monos nocturnos avanzando entre la penumbra sobre las copas de los árboles,  es el lugar ideal para esperar la aparición de la luna. Una foto de este kiosco maravilloso, fue el virus que me contaminó,  y en la necesidad de hacer caminos me aparecí en —el Sol de Minca— para colaborar en su proyecto educativo ambiental. La otra parte del proyecto, no menos interesante es —La Montaña Mágica— una cabaña auténtica, tal vez la primera del lugar que no conoce el cemento, construida con el propósito de atender  de manera especial  a mujeres de bajos recursos en aspectos de sanación espiritual, prácticas agrícolas y meditación.

MIELATO DE ROBLE: En Minca celebré los setenta años, en una finca donde los caminantes hacen voluntariado en trabajos agrícolas —La Semilla—  y sin nunca  haber llamado largos los caminos, ni estar fatigado de mi existencia gitana,  es posible que la próxima crónica la escriba sobre el  lugar más antiguo del mundo: El escudo magmático de Mitú, en el departamento de Vaupés, pero si un día decido cambiar mi vida nómada, no dudaría en buscar la región de Minca,  para dedicarme a producir  —Mielato de roble— una deliciosa miel que extraen las abejas, no de las flores,  sino de la corteza de dichos árboles,  dando como resultado un novedoso producto con  beneficios económicos y especialmente ambientales.

DE MIEL Y DE AVENA

(Canción)

De un cáliz de aturdimiento

Me bebí hasta el sedimento

De amenazas y mentiras

Tengo llena mi mochila

¿De qué compongo mi canto?

¿De las memorias futuras

O del pasado y sus horas?

¿De los tristes corazones

Cantando tristes canciones?

¿De qué compongo mi canto?

Mi canto no es una queja

Mi canto no es una cama

Mi canto no es una guerra

Mi canto es la voz de mi alma

Diciendo cosas sencillas

Sobre la abeja y su miel,

Sobre la abeja y su miel

Sobre el hombre y la semilla

¿De qué compongo mi canto?

(conversado):

Sembré una mata

que me dio más matas

y ocupé mis manos en no matar

cambié los tiros por trinos

en los árboles hay nidos,

y en el solar de mi casa

el canto de la torcaza

es el himno de la paz

(Cantado):

Sin ser feliz vivo alegre

 De que mi patio sea verde

Tengo reina en la colmena

Tengo la miel y la avena

¿De qué compongo mi canto?

Lo que compone mi canto

Tiene moraleja y cuento

 No lloren cuando me vaya

Pues siempre estuve contento.

¿De qué compongo mi canto?

De miel y avena no más

Umberto Amaya Luzardo

Tags: , , , , , , , , , ,

One response to “MINCA (depósito de almas errantes). Una crónica de Umberto Amaya.”

  1. Bonifacio Parales says :

    Buen relato en la Sierra. Umberto hace agradable la lectura, con su forma sencilla de escribir.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

A %d blogueros les gusta esto: