El tour de la peste: diario del tour de Francia sin estar en Francia y sin Covid (por ahora).
Día 1. NICE MOYEN PAYS-NICE
Ganador de la etapa: Alexander Kirstoff (Noruega)
Líder de la clasificación general: Alexander Kristoff (Noruega)

El tour de Francia apareció como una guerra de trincheras a lo largo de esta última década: frente al televisor, mientras engordábamos, la pregunta sobre el anunciado ataque crecía a medida que el hecho se postergaba; entre el sopor y los bostezos, venía algún rasguño que despertaba el entusiasmo y revivía los cálculos para luego todo terminar en lo anunciado: el triunfo de una corporación anglosajona y el aplastamiento de cualquier entusiasmo hispanoparlante. Los hechos se han justificado con la intensidad de los vatios emanados por las pedaladas de los integrantes de un equipo como el de Brailsford- alias Inneos, otrora Sky-, capaces de producir energía eléctrica para un municipio, la cual supuso la imposibilidad de un ataque y la explicación de por qué el malhadado Quintana jamás pudo embestir como lo esperan sus fanáticos- tan inabordables y obtusos como los de su “némesis”: Mikel Landa-.
Ya con el sustento energético del aburrimiento y de los trenes en plenas montañas francesas, se ha instalado una nueva figura que le disputa el protagonismo a Inneos: Jumbo. El equipo de los Países Bajos ha iniciado una sustitución en donde, como en los entreverados juegos literarios que han servido a generaciones de escritores, los nombres son prescindibles pero la estructura de la trama es la misma: el lote es encabezado por cuatro o cinco miembros de la escuadra y, a medida que se llega a meta, el líder de la misma realiza un ataque que se prolonga, a lo sumo, por un par de kilómetros y todo termina sentenciado en una contrarreloj que se vuelve en el elemento fundamental para mantener la ilusión de que el tour lo gana un individuo con capacidades superiores a las del resto del pelotón, aunque el equipo sea el que haya escrito el guion y asignado roles. Quizá el ciclismo desemboque en algo similar al fútbol: los directores técnicos desplazarán a los futbolistas y las “escuelas” gravitarán en torno a sus nombres, de manera que se hará más atractiva la discusión en torno a lo ocurrido que a lo que propiamente ocurre: la posmodernidad de las bielas.
Hoy, en la primera etapa, llovió y hubo ascensiones y caídas. Martin, el integrante alemán del Jumbo -con todo lo que implica un patronazgo germano-, se instaló como la autoridad del tour y pidió que no se hicieran ataques y reclamó a los efectivos de Astana, el equipo celeste que se ha caracterizado por su rispidez, que incrementó la intensidad, pero terminó castigado pues su líder, el menudo Miguel Ángel López, alias Superman, cayó.
De seguir esta dinámica y continuar obedeciendo al Jumbo (uno de los grandes efectos del ciclismo es la tiranía del gerundio, de suspensión durante las carreras que ni siquiera termina cuando acaba la prueba pues luego vienen los consabidos planteamientos en torno al dopaje o demás trampas), todo terminará como se tiene calculado: los del Jumbo tendrán al ganador del tour – que puede ser Roglic, el esloveno otrora Esquiador, o el holandés con el sugerente alias de “mariposa de Maastricht”, llamado Tom Doumolin-.
Entre los que cayeron estuvo Quintana, lo cual encendió las alarmas de la fanaticada sudamericana, la cual causa, a su vez, el alborozo de la española y las risibles peleas que desembocan en proclamas chauvinistas y desprecios mutuos, tiernos, apegados a apelativos como “tiraflechas” o “españolete”.
Otro de los que se fue al suelo, aunque ya en los tres kilómetros finales, fue el bienamado Tibaut Pinot; con su cara de angustia, llegó a la meta con la tranquilidad de no haber perdido tiempo pero con la sospecha de que, quizá, vuelva a ocurrir lo que por más de tres década les pasa a los franceses: ninguno de los suyos ganará el tour.
El ganador fue Kristoff y mañana saldrá como líder. Se solazó con su triunfo y, atrás, el joven Pogacar fue el mejor ubicado de los favoritos, acompañado de Sergio Higuita, un colombiano cuyo apellido, ya ilustre en el balompié, quizá se convierta en el más nombrado si en la etapa de mañana, que parece propicia para sus características, gana y se hace a la camiseta de líder.
Todos celebraron o se quejaron. Obviaron, junto con el público, que hay una peste. Y esta variable vírica, que nadie dice, puede desembocar en que todo el circo acabe su función de repente y que el gerundio se convierta en un “qué pasaría si este tour anormal hubiera terminado en la nueva normalidad”.