Diario del coronavirus desde Chiapas. Día veinte

Cebolla estuvo con el movimiento magisterial y popular de Chiapas que se manifestó en Ciudad de México y cuyos integrantes, supongo, regresarán al estado en pocos días. Fueron cientos los manifestantes que, en su retorno, pueden tener más virus que una página porno de videos caseros. El propio Cebolla dijo que ninguno se abrazó ni tocó, como a sabiendas de que, si estalla la histeria, ellos mismos pueden quedar aislados. Aunque, en los tiempos que corren, el paroxismo es cosa del pasado. Me figuro un regreso en peregrinación, como si fueran aquellos flagelantes que, con sus pulgas, diseminaron la peste bubónica. Pero mis figuraciones son goce y un oscuro anhelo que se mezcla con el terror para que se destile la voluptuosidad.

Lo llaman Cebolla porque semeja las que dan en los combos de pollos asados en México: son redondas, blancas y un poco dulces. Y él es blanco, redondo y un poco dulce; aunque se pone ácido cuando percibe una critica al EZLN, recuerda las campañas publicitarias de Salinas de Gortari o escucha a alguien que dice que San Cristóbal se llenó de jipis new age que quieren fusionar el chamanismo con el feminismo y algo de zapatismo remozado con proclamas marxistas que ni Marx imaginó.

Cebolla me distrae. Cada día busco a alguien que apenas conozco y lo lleno de cualidades y circunstancias. Me pregunto si Cebolla hará chistes sobre los malos entendidos que surgen entre las palabras cuarentena y cuarentona. Aunque, con los últimos movimientos sociales, él ya no hace chascarrillos que no puedan pasar el filtro de lo machista y ahora propaga, por Facebook, ideas sobre el desmonte de “las estructuras patriarcales que se cristalizan en el estado”.

Cebolla ni siquiera menciona al Coronavirus y por ello me he abstenido de compartirle las bromas que recibo por whatsapp: fueron dos y eran vídeos. En el primero, un anciano que estaba con los pantalones abajo, tirado en una camilla de urgencias, empezaba a acariciarse su verga flácida; en el segundo, un hombre bate su prepucio en un balcón mientras ve un vídeo en su teléfono celular. Es previsible que Cebolla entienda eso como un patrocinio al machismo y a esos tipos que suelen masturbarse frente a las mujeres y los niños. Y lo entiendo y me pregunto sobre mi manera de apoyar la pederastia y las prácticas afiliadas al maltrato y al abuso; Cebolla suele denominar a ese tipo de conductas como dignas de “machín”: rage against the machine, Cebolla, le dije un día y Cebolla apenas se rio. Luego me pregunto sobre lo que esté viendo el hombre del celular; quizá sean los últimos informes de los muertos que hay en Italia o el incremento preocupante de infectados que se ha detectado en Sudamérica. O puede que vea Pornhub, el portal que, según RT, tiene una avalancha exponencial de visitas, en un aumento semejante al de los contagiados por el Covid-19.

Entonces pienso en Marcianos al Ataque y la forma en que repelieron la invasión extraterrestre; quizá sea mediante el ascenso de temperatura corporal, ocasionada por el onanismo, que se pueda vencer al Corona. Y recuerdo, también, que hace unos días Ele me envió un meme en donde un muchachito dibujado decía que si sacaba su líquido seminal a punta de pajas, expulsaba al virus: de nuevo, el machismo y el chiste de un machín que supone que las mujeres se morirán por no tener semen.

Ya no puedo contar mucho de lo que pasa en la calle. Apenas salí al supermercado y regresé con unas cuantas cosas para comer, básicamente dulces que ya he devorado. Hoy el tráfico era copioso y, a diferencia de otras jornadas, las combis estaban llenas de pasajeros. Cuando el virus llegue a la zona norte de San Cristóbal, más exactamente a la colonia La Hormiga, puede darse una infección de gran escala. Y quién sabe cuántos deberán acudir a un hospital donde morirán sin atención necesaria.

Mi vida y se remite a lo que me envían por whatsapp. De lo que ocurre en México apenas sé por lo que me dicen los amigos de este lugar, tan lejanos como los que están en Colombia o Argentina, y por las ruedas de prensa que el subsecretario de salud da todas las tardes, casi siempre con una retórica científica que desemboca en explicaciones burocráticas sobre reuniones, como si leyera el acta de una junta directiva.

Tags: ,

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

A %d blogueros les gusta esto: