MIL INVIERNOS LLEGA A SU MAYORÍA DE EDAD-IN MEMORIAM DROMEDARIO BERMÚDEZ
Empezaremos esta celebración ofreciendo un gran agradecimiento a nuestros principales auspiciadores.
Con nuestras mamis, personas que han negado aceptar nuestras incapacidades para obtener empleo y un sustento que nos permita mantener tantos divorcios acumulados.
En segundo lugar, a nuestros notarios y abogados, por sacarnos de tanto embrollo y deuditas.
En tercer lugar, no por eso el último, a Dios por habernos abandonado.
¡Y cómo no poder agradecer a nuestro mentor y mecenas, Robinson «el dromedario» Bermúdez!. Puesto que gracias a sus cuartos de pollo a la broaster, pudimos pasar varios almuerzos que desembocaron en gastritis y diarreas crónicas.
Todos ellos creyeron en nosotros cuando nosotros no creíamos ni en la mama. Así pues que hagamos un brindis y recitemos un par de poemas escritos por Diosinteo Weimar Morales. Pero dejémonos ya de tanto ritualismo y vamos a la esencia de lo que es Mil Inviernos, es decir, vamos a los relatos de vidas largas llenas de sueños truncados.
Recordamos con especial cariño, la mañana aquella que el dromedario se nos acercó en la cafetería Varsovia y nos dijo con mucho respeto:
- Señores escritores, yo me masturbo mucho. Todos los días me masturbo. Quiero que cuenten mi historia pero cuando esté muerto.
Antes de habernos convencido le dijimos que había un remedio santo para aminorar el ritmo propio de los que se masturban: el matrimonio. La razón estriba en que uno no puede pajearse al frente de la esposa. Entonces, hay que ir cada cierto tiempo al baño y ello resulta dispendioso y agotador, mucho más si se despiertan sospechas de que en el baño se está consumiendo cocaína en lugar de estar en ejercicio onanista.
Esta reflexión fue rechazada por Don Bermúdez, quien contestó lo siguiente:
- Yo desde que me casé, comprendí que el matrimonio lo rejuvenece a uno. Pues volví a pajearme como si tuviera quince años. Además supe que estaba enamorado de mi mujer, pues lo hacía recordando la época en que ella aún me lo daba. Me acuerdo que cuando nació mi primer hijo, a ella la había fecundado los espermatozoides que yo dejaba en la sábana luego de batirme el cuero. Pero la vida es muy triste, pues cuando nació el niño me di cuenta que no era mi hijo sino el de un asiático, como su relato: Verano de Amor.
La pasmosa sabiduría del dromedario Bermúdez nos culminó a admirarlo y seguirlo, como quien sigue a un camello en medio del desierto, pues su mote se debía a la joroba pronunciada que le impedía caminar erguido y que el dromedario le atribuía a los años de matrimonio, es decir, de juventud revivida y masturbación empedernida.
Pero ya ven, todas las cosas tienen su final.
Y el dromedario decidió rehabilitarse. Fundó la clínica para la masturbación María Mechas Carranz. Su tratamiento consistía en practicar la adicción más dañina de todas y que se remite al apego por las abstinencias. La masturbación es un hecho maravilloso, doloroso y cruel. Por lo tanto, la renuncia debe ir con una asfixia continuada que en él operó con la forma del asma.
Recordemos cómo empezó a abandonar sus hábitos debido a que sus bronquiolos se hinchaban más que su estrecho pene.
El pobre hombre empezaba a batirse el cuero y el pecho parecía silbar de felicidad. Era como si tuviera un pajarito agonizante entre las tetillas o un avechucho que le pedía alpiste proveniente de sus testículos.
Este ejercicio ingenieril iba a la perfección hasta que un intento de paro cardiorrespiratorio lo hizo decidir entre la asfixia total o la eyaculación feliz de su desgarrado miembro. El dromedario duró una semana aguantando tocarse. Fueron siete días frenéticos, además de fundar un centro asistencial para pajorros inspirado en los doce pasos, se dedicó a practicar las artes pictóricas y abstractas junto su amigo de pilatunas, Pedro Sánchez Merlano, con quien en una época compartió la afición recreativa de la cata de bazuco. Iban de barrio en barrio, probando en donde eran mejores las pipas con aluminio. Les llamaron los señores del aserrín. ¡Ah tiempos que se acabaron pronto!
Bermudez después de hablar con nosotros en la cafetería Varsovia, tomó su automóvil, y en uno de los embotellamientos típicos de Bogotá empezó a rostizarse. Ante la desesperación del tráfico catatónico abrióse la bragueta del pantalón y batióse el cuero hasta eyacular. El paro cardiorrespiratorio no se hizo esperar y él falleció tieso, con la mano en su penca y con una notable cantidad de semen que percudió el pantalón y la carrocería de su coche.
Sea pues, esta la oportunidad para saludar la Fundación Clínica de la Masturbación y recordar a su fundador y fiel amigo.
Happy Birthday to you Mil Winters.
Son 5 años de ser una super potencia latinoamericana en la science fiction, la impotencia, los espíritus, los cachorros, los viajes lunares, los rombos metafísicos y los divorcios machos.
A meterle toda la ficha a este nuevo año que se augura es más espantoso que los anteriores.
El mensaje político que queremos decirles es: ámense los unos a los otros como la masturbación os ha amado y como habéis amado la masturbación.
5 años y como dijo nuestro Mamerto, el Gallino: al que no le guste que le piquen pasta de coca. O como dijo doña Marina: como que si compran huevos.
Pdta: El exceso de risa puede desembocar un asma lo mismo que la masturbación. Por eso lo mejor es leer Mil Inviernos para bostezar y aburrirse. Les prometemos muchos textos sobre insignes canónicos de las letras hispánicas.