Los juegos del Ano: Ruggplug. Por Luís Bolaños

Con el mismo espíritu poético del juego y el erotismo de una Histoire de l’œil , Luís Bolaños nos presenta un crucial partido entre planetas, en que la destreza, encanto y curiosidad que despierta el órgano anal es el principal ingrediente en donde la estrategia y habilidad de los participantes es crucial para dirimir un asunto de importancia cósmica. Les compartimos esta genial short story de una de las mentes más febriles de la ciencia ficción colombiana.

Rugplugg

Luís Antonio Bolaños de La Cruz

La lectura de Jack Vance además de adictiva se instala en la memoria, retoñando en melancólicas imágenes donde lo nunca sucedido es aceptado como acompañamiento de nuestras sueños, le rindo homenaje al Hussade (en Trullion: Alastor 2262) deporte extraordinario y su manera de plasmar mundos en el relato; pero eso ocurre para mí en el marco de la lectura sobre un partido crucial para Sudáfrica en la biografía Playing the Enemy: Nelson Mandela and the Game That Made a Nation de John Carlín, aunque aquí no es para unificar a un país sino para darle oxígeno a una cultura con problemas; forma parte de mi Saga del Imperio Decadente, en la diáspora tras la caída; finalmente, creo que no hay muchos relatos de CF que muestren cariño por el ano y creí que era el momento de que ocurriera.

ruggfuckplug

El derrumbe del Imperio trajo consigo una avalancha de cambios, entre los mismos una oleada de paz… pero lo cual no significaba que desaparecieran los conflictos, una manera popular de resolverlos se articuló en torno a las competencias deportivas.

En las postrimerías de la expansión imperial, cuando ya empezaban a surgir las rebeliones, la megarca (de las flotas de colosales naves vivientes multiusos con módulos diversos interconectados que deambulan por el espacio sideral arreglando, componiendo y potenciando los sistemas estelares) Sembradora Tuf-21 culminó la tarea de terraformar un par de planetas en las órbitas adecuadas de la estrella Coxumel; aprovechando las circunstancias adulteró los suficientes datos e informes para alargar el período de adjudicación y permanecer semialetargada fuera de servicio; luego los combates fueron prioritarios y la Tuf-21 se dedicó a realizar “mejoras y experimentos” mientras las prioridades se modificaban y su misión se traspapelaba y estiraba, merced a esas “mejoras y experimentos”.

La zona permutó de manos un par de ocasiones, pero no llegaron a darse batallas aniquiladoras en el entorno, así que al final de la contienda los dos planetas terraformados pendían como un par de frutas maduras para ser masticados, sorbidos e integrados a los procesos del sistema, de uno de ellos no cabían dudas a quien lo adjudicarían (Aldacán a Vallis, por ser casi su complementario), pero Gitte al borde de la zona de confort requería un arbitraje, y allí se introdujo la corriente deportiva para encontrar solución.

Sólo que la propuesta aprobada fue la de realizar un único partido de Rugplugg entre las partes en pugna (dos planetas interiores con graves problemas para reproducir su existencia con dignidad: Chasma, de asfixiantes desiertos de arcilla roja con algunos lagos pequeños; y Heromote, con un par de océanos, pero casi sin árboles y cubierto de gramíneas), convirtiendo el arbitraje en espectáculo masivo con los medios pendientes de cada minucia para extraerle jugo mediático; se consumaría en la propia superficie, donde se habilitaría un perfecto cuadrilátero dividido en dos mitades sucesivas a partir del centro, las líneas serían cordones de materiales que teñirían el rectángulo de 200 metros de largo por cien de ancho con los colores primarios característicos del Rugplugg.

Las líneas laterales y la central se marcaban con blanco, la línea de la primera mitad iría en amarillo como es usual, la segunda en rojo siguiendo la costumbre y la final en magenta para completar la paleta de colores (con un sillón de porcelana al centro que otorga la victoria si una de las emblemas llega a sentarse y activa el sistema de luces que elimina los colores primarios convirtiendo el campo a luminosidad normal), motivo por el cual los jugadores llevan incrustado en los ojos sensores que les facultan ver el campo de juego en esas tonalidades, lo que les permitirá asimismo guiarse en sus desplazamientos.

La preparación sería corta, el rugplugg poseía en ese cuadrante cósmico una cierta popularidad, los equipos estaban integrados por ambos géneros (no proporcionales, ya veremos más adelante los motivos) y se realizaron cortas campañas por parte de las facciones competidoras (Chasma y Heromote) para que el equipo ganador en cada planeta peticionario los representara.

Un equipo está formado por veintidós jugadores, ocho atacantes que arrancan su movimiento desde el cruce de diagonales de su propio campo y se caracterizan por la masa muscular, la potencia y la velocidad, doce defensores congregados de a seis en torno a las dos emblemas, que se caracterizan por la agilidad y la rapidez aunque también poseen una formidable masa muscular. Los defensores abren camino a la emblema, la protegen y evitan su derribo o bloqueo, aunque en simultánea si penetran las zonas de color adquieren puntaje, motivo por el cual no existe el off side ni situaciones adelantadas.

Las cuatro emblemas inician su acción en los puntos medios de la línea amarilla (a igual distancia de la intersección de las diagonales), que no durará más de dos minutos, suspendiéndola a su término, no importa donde se encuentran, son las únicas mujeres del equipo y les corresponde ser veloces, enérgicas, ágiles de pensamiento y obra, llevan insertado un emblema en el ano: plugg magnético constituido por un pezón que combina en sus plumillas exteriores los colores primarios para que aparezca negro en los visores (las mismas que se despliegan a una distancia de un par de metros del sillón de porcelana y se cierran a una menor) conectado a una bombilla de vidrio metalizado que descansa en el recto y coordinada con el músculo elevador del ano para impedir que la gravedad lo expulse durante las carreras, unidos por un segmento de nanocarbono blando de cuatro centímetros para mayor comodidad e impedir heridas en caso de extracción brusca como ocurre cuando las alcanzan o ejecutan emboscadas exitosas.

Los choques son inevitables y las acrobacias unidas a las pruebas de fortaleza se combinan con los feroces intercambios de derribos, tackles, placajes y golpizas subrepticias, con carrerillas y persecuciones que no por rápidas dejan de ser emocionantes (sobre todo si van en dirección correcta). El juego termina cuando una de las emblemas se sienta en el sillón de porcelana situado al medio de la línea magenta final e introduce el pezón del plugg en su tronera; cuando los partidos son reñidos y no ocurre la horadación, a los tres cuartos de hora se definen por puntos, que se acumulan según la cantidad de veces que se han aproximado a la línea final, si cruzan la marca amarilla vale un punto, si la roja dos, y si permanecen más de 10 segundos en la magenta tres.

Los atacantes se dirigen a los defensores y con diversas tácticas tratan de derribar a la emblema y si es posible extraerlo ya sea mediante zarpazo que vale cinco puntos (las cámaras siguen las peripecias al detalle porque una de las visiones más aclamadas es el agujero anal pulsando en el momento que la bombilla es arrancada de su cálido nicho, pero recordando que puede continuar insertando uno nuevo en el mismo punto donde lo extrajeron) o mediante sometimiento, cuando se amontonan los cuerpos y en la meleé le colocan al plug el artefacto denominado las “cuatro patas” (segmentos de nanocarbono que se clavan al suelo cediendo su manipulación al atacante que desprende con facilidad las plumillas y al quedarse con el pezón obtienen diez puntos) y que aferradas al esfínter consienten la observación del brillante rosa epitelial y el rosa profundo de la musculatura lisa mientras al fondo palpita el tubo rectal (otra de las vistas más celebradas). La emblema permanece bocabajo con las nalgas abiertas durante el resto del partido con sus seis defensores arracimados alrededor, lo cual significa la virtual derrota porque el equipo se reduce a la mínima expresión.

La mañana del partido era esplendorosa, los trinos y gorjeos de las avecillas resonaban, piras de enormes roedores galopaban por el extremo norte (el campo de juego estaba orientado de este a oeste para seguir la marcha aparente del sol y para que ninguno tuviera la ventaja de las sombras), mientras que al sur a una distancia prudencial se observaban los equivalentes a los nidos de termitas del veldt; además, un ave inmensa y peluda practicaba ritos de cortejo pisoteando la hierba ante un par de estupefactas e inmaduras hembras.

Poind’cherry, la hermosa emblema de Chasma, sonrisa permanente, rostro expresivo y ovalado, de memorables piernas, busto pequeño pero de conos perfectos, nalgatorio macizo y endurecido por el ejercicio, rememoraba la feroz borrachera que rubricó la victoria de su equipo “Espolones” y lo alocada que estuvo esa noche practicando ante sus camaradas las rutinas de afianzamiento anal y encima con una pera de 950 gramos cuya cadenilla aferraban y halaban antes de que pudiera concentrarse con la consiguiente y explosiva emergencia del artilugio, lo realizaron tanto que el ano quedó desjarretado y agotado, tanto que no pudo realizar el truco de lanzar la pera a tres metros de distancia cuando por fin obedecieron y dejaron de bromear. Sin embargo, comprendía que el entusiasmo cuando se navega sobre ríos de alcohol no es el molde conveniente para sostener su objetivo: darle la victoria a su equipo, para lo cual trazó un audaz plan que expuso en la asamblea de tácticas y que tras un duro debate se aprobó: era peligroso pero si lo lograban atraerlos a la trampa que dispondrían sería letal.

La hermosa mañana la animó pero la impaciencia la saturó. Realizaba ejercicios de respiración y asanas para controlarse, pero bajo la superficie de su conciencia temblaban sus emociones y sentía dudas del resultado de la estratagema, Con los músculos saltarines y resollando se aproximó a las líneas del campo de juego, se colocó las gafas de amparo en sincronía con el sensor óptico que los mantendría centrados en el terreno de competencia, y ocupó su lugar en el punto medio a la izquierda del punto central de los atacantes. Los momentos debían suceder con prontitud sin dejar resquicio a pensamientos pero si abonando las falsas intuiciones, para lo cual primero se humillaría y luego demolería la aparente ofensiva ganadora del adversario.

Apenas dio inicio al partido, Pyar nuestra emblema derecha arrancó sin vacilar derivando hacia el centro pero chocando con su ala defensiva izquierda y desconcertando a los atacantes que en lugar de dividirse y atacarnos a ambas, se decidieron por ella, ayudé fingiendo que tropezaba y caía, ante ese retraso aún sin cruzar la línea blanca fue fácil para los adversarios tomar la decisión, tan sólo dos se mantuvieron retrasados pero trotando más cerca del grupo de Pyar, que luchaba con fiereza, que de nuestra posible trayectoria; entonces, los atacantes y los aleros defensores nos lanzamos a correr a toda velocidad en dirección a su ala derecha, chocamos aún en nuestro terreno amarillo, pero los desintegramos, y nuestros atacantes se mantuvieron con sus miembros fijándolos al terreno y derribando a su emblema mantuvimos velocidad sesgando hacia el centro, entretanto divertidos y exultantes nuestros contendores en el otro lado del campo consiguieron casi provocar un prolapso anal a Pyar y dejarla crucificada al “cuatro patas”, pero de ellos ninguno lograría alcanzarnos, su emblema corría ahora libre pero con demasiado retraso respecto a la ventaja obtenido por mi, sólo los dos que permanecieron expectantes trazaban una ruta de acercamiento y allí vino la segunda maniobra a la altura de su línea amarilla, para el momento del cruce mis seis compañeros armaron una pirámide, pisé espaldas y hombros y salté desde muy arriba hacia el césped; los dos atacantes saltaron pero el primer manotazo pasó a varios palmos por debajo de las plumillas de mi plug, el otro apoyándose en el cuerpo de su compañero ascendió en un arco perfecto pero sólo trazó una débil señal en la suela de mi sandalia, mis seis compañeros les cayeron encima y mi carrera solitaria adoptó el ritmo del impala, con trancos largos y elevados recorrí los cincuenta metros restantes tensa y apretando las nalgas, cercana al sillón de porcelana ejecuté una paloma de brazos culminando con un mortal con giro de 180 grados que me llevó por el aire a caer exacta sobre su tronera para la inserción, segura que mi ano continuaba sujetando el destino de un planeta.

 

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