Carta a un señor inocente

Reproducimos una nueva respuesta de Marsella a sus corresponsales, por lo general, aspirantes al mundo del parnaso literario, cultural y académico.  

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Nunca has pisado una facultad de ciencias exactas, magufo, aunque exacta es tu obsecuencia para con cualquier charlatán que esgrima una ecuación no lineal. Tu formación como  leguleyo y tus donaires de inteligente, no te permiten advertir al estafador. Porque has de saber, señor mío, que, en tu majadería y soberbia, se oculta un par de tetillas digno de besos prodigados por los dioses. Pero no crees en ellos, así como descrees en tu propio linaje annunaki; confías en que tu barriga protuberante es suficiente para sentirte terrestre.

Te vi justo al lado de los juzgados penales del municipio; tomaste una cerveza y comiste una empanada que te condujeron al orinal de eucaliptos a mear, sacando tu bajo vientre luminoso, como cualquier cristal extraño. Eres ciego y no quieres ver: en todos estos detalles existe una divinidad, tu propia divinidad tan acorde con los mensajes extraterrestes que no quieres escuchar.

Eres sarcástico y eso te quita la luz brindada por Inti. ¿Sabes por qué lo haces? Porque eres un gaznápiro, un mequetrefe de siete suelas que precisa de la burla para sentirse superior a los demás. Del derecho aprendiste a ser acorde a las leyes pero no obedeces la mayor ley de todas: ser hermoso y dedicarte a vender anticuchos en las plazas de los municipios más humildes de tu país. Tu moral del resentimiento me genera la ternura que me despierta un french poodle macho que intenta penetrar a una rottweiler hembra; te veo con el pesar que toda mujer siente por un pene pequeño.

 

Así es, mi pequeño truhán, eres un pene pequeño de Annunaki que cree en la letra sagrada proferida por mercachifles que la venden como sabiduría esencial en publicaciones indexadas, formando parte de la conspiración para mantener este mundo en la estupidez y la ignominia. ¿Acaso tú sabes algo de lo que es ciencia, mediocre? ¿Acaso no entiendes que los memes con fotos de científicos y divulgadores de poca monta que publicas en tu muro no te acreditan como astrofísico? Eres un burócrata annunaki. Eres servidor de ellos para entorpecer los procesos de trascendencia y viajes interespaciales.  Te volviste un títere de Yahvé, quien es el demonio transmutado Dios, por culpa de los charlatanes judáicos.

Y tú, con la sobradez que da la ignorancia del incrédulo que cree no creer, eres un títere, cucaracha.

En muchas noches, bajo mis cobijas pobres, vislumbro la posibilidad de aplastarte con mi zapato viejo. Pero estoy cansado y no tengo tiempo para discutir con magufos en torno a lo que yo mismo he experimentado: un abandono y un desarraigo tan grande que ninguno de tus ídolos científicos puede medir con sus aparaticos de juguete. Porque juegan a los exploradores en su cobardía de enunciar algo opuesto a los dogmas que ellos alimentan como abads de la única verdad que, bien saben, es mentira.

Porque debes saber, amigo viejo e imbécil, que los verdaderos científicos son quienes menos creen en la ciencia. Porque esta ciencia es tan ridícula y dócil que confunde el conocimiento con el método científico. Aunque, qué más podemos esperar de ti, un leguleyo experto en procedimientos y letras menudas. Eres mezquino, gusarapo, pero, más que nada, contigo mismo, y por ello aplastarte sería aliviarte de la ignominia.

Yo me siento feliz viéndote revolcar entre el fango de la mediocridad soberbia a la que le rindes pleitesía sin entenderla muy bien. Porque, como ya dije, nunca has pisado una facultad de ciencias exactas  y eso te redime, te hace inocente. Si llegases a pisarla, caerías muy bajo porque esos lugares están llenos de mezquindad y podredumbre digna de los mediocres que dedican su vida a hacer sarcasmos como los que tú replicas, con tus limitaciones notables; ellos, es decir, los miembros de esas facultades, nunca harán nada destacable en su puta vida de científicos mediocres y tú lo único destacable que podrás proferir serán flatulencias horribles a media noche que te espantarán porque ese nivel de inmundicia no está contemplado por la singularidad tecnológica.

Espero, de todo corazón, que vivas mil años, pedorro.

Apulo (Cundinamarca), 2015

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