La conjuración sagrada. Un manifiesto acéfalo.

Bataille y Klossowski percibieron que la cultura estaba muerta precisamente en donde la política la había confinado:  al terreno de lo «razonable e instruido», en donde los artistas aparentaban sensatez y refinamiento, en donde no comprendieron a Van Gogh y allí mismo lo prostituyeron, en donde todos se reunieron a burlarse de la locura de Artaud, como si ellos mismos -los artistas- fueran psiquiatras, o sus cómplices. Comprendieron estos «pensadores malditos» que incluso la política había muerto por desvincularse de su fuerza primigenia y se había convertido en toda suerte de espectáculo inmundo  menos en política. Es en esta percepción en donde se funda la revista Acéfalo, en honor a todos aquellos que se vuelan la cabeza, o como ese poema de insurrección que se cita en el ensayo de Bataille  ¿Es útil la literatura?Vamos a golpear con la cabeza el borde de los límites… 

Un sentimiento naufrago en el océano histórico de racionalidad que abandonó profundamente al espíritu humano. Citando a  Adolfo Vásquez Rocca sobre este momento histórico, se recuerda el año en que se escribió el texto :

El 24 de junio de 1936, con el título de «La conjuración sagrada», Georges Bataille, Pierre Klossowski y Georges Ambrosino se declararon con furia en contra de la modernidad en momentos en que Europa estaba por entrar en la peor de sus pesadillas: ese año Mussolini ya lleva trece en el poder; Hitler, tres, y estalla la Guerra Civil española.

(Leer: Georges Bataille y Pierre Klossowski, ferozmente religiosos. Dr. Adolfo Vásquez Rocca)

Que este manifiesto de guerra vuelva a resonar en los campos pútridos e infértiles de la cultura. El bibliotecario Bataille de nuevo levanta los hombritos con un espasmo de risa.  Los desesperados marchan con sus bocas carentes de dientes y ojos llenos de gloria con la sonrisa de una maldad infantil que devora las estrellas.

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La conjuración sagrada

  Georges Bataille 

 

Una nación ya vieja y corrompida que valientemente se sacudiera el yugo de su gobierno monárquico para adoptar uno republicano, sólo se mantendría mediante muchos crímenes, puesto que ya está en el crimen, y si quisiera pasar del crimen a la virtud, es decir, de un estado violento a un estado calmo, caería en una inercia cuyo resultado inmediato sería su ruina segura.

SADE

Lo que tenía un aspecto político y creía ser político, un día se descubrirá como movimiento religioso.

KIERKEGAARD

Actualmente solitarios, ustedes que viven separados, serán algún día un pueblo. Quienes se señalaron a sí mismos un día formarán un pueblo señalado y de ese pueblo nacerá la existencia que supere al hombre.

NIETZSCHE

 

Lo que hemos emprendido no debe confundirse con ninguna otra cosa, no puede limitarse a la expresión de un pensamiento ni mucho menos a lo que se considera justamente como arte.

Es necesario producir y comer: muchas cosas son necesarias pero todavía no son nada y lo mismo ocurre con la agitación política.

¿Quién, antes de haber luchado hasta el fin, piensa en hacerle lugar a hombres a los que es imposible mirar sin sentir la necesidad de destruirlos? Pero si no se pudiera encontrar nada más allá de la actividad política, la avidez humana sólo se toparía con el vacío.

SOMOS FEROZMENTE RELIGIOSOS y en la medida en que nuestra existencia es la condena de todo lo que hoy se reconoce, una exigencia interior hace que seamos igualmente imperiosos.

Lo que emprendemos es una guerra.

Es hora de abandonar el mundo de los civilizados y sus luces. Es demasiado tarde para empeñarse en ser razonable e instruido, lo que ha llevado a una vida sin atractivos. Secretamente o no, es necesario volvernos totalmente diferentes o dejar de ser.

El mundo al que hemos pertenecido no ofrece nada para amar además de cada insuficiencia individual: su existencia se limita a su comodidad. Un mundo que no puede ser amado hasta morir –de la misma manera que un hombre ama a una mujer- representa solamente el interés y la obligación del trabajo. Si se compara con los mundos desaparecidos, resulta odioso y se muestra como el más fallido de todos. En los mundos desaparecidos, fue posible perderse en el éxtasis, lo cual es imposible en el mundo de la vulgaridad instruida. Las ventajas de la civilización son compensadas por la manera en que los hombres se aprovechan de ellas: los hombres actuales las aprovechan para convertirse en los más degradantes de todos los seres que han existido.

La vida siempre transcurre en un tumulto sin cohesión aparente, pero no encuentra su grandeza y su realidad sino en el éxtasis y en el amor extático. Quien se empeña en ignorar o en desestimar el éxtasis es un ser incompleto cuyo pensamiento se reduce al análisis. La existencia no es solamente una vida agitada, es una danza que impulsa a danzar con fanatismo. El pensamiento que no tiene como objeto un fragmento muerto existe interiormente de igual modo que las llamas.

Hay que llegar a ser lo bastante firme e inquebrantable para que la existencia del mundo de la civilización parezca finalmente insegura.

Es inútil responder a quienes pueden creer en la existencia de ese mundo y autorizarse en él: cuando hablan, es posible mirarlos sin escucharlos y, mientras se los mira, no “ver” sino lo que existe lejos detrás de ellos. Hay que rechazar el tedio y vivir solamente de lo que fascina.

Sería vano agitar e intentar atraer a ese camino a quienes tienen veleidades tales como pasar el tiempo, reír o volverse individualmente extravagantes. Hay que avanzar sin mirar atrás y sin tomar en cuenta a quienes no tienen la fuerza para olvidar la realidad inmediata.

La vida humana está excedida por servir de cabeza y de razón al universo. En la medida en que se convierte en esa cabeza y esa razón, en la medida en que se vuelve necesaria para el universo, acepta una servidumbre. Cuando no es libre, la existencia se torna vacía o neutra, y cuando es libre, es un juego. La Tierra, mientras sólo engendraba cataclismos, árboles o pájaros, era un universo libre: la fascinación de la libertad se ensombreció cuando la Tierra produjo un ser que exige la necesidad como una ley por encima del universo. El hombre sin embargo siguió siendo libre para no responder más a ninguna necesidad: es libre de parecerse a todo lo que no es él en el universo. Puede descartar el pensamiento de que él o Dios impide que el resto de las cosas sea absurda.

El hombre se escapó de su cabeza como el condenado de la prisión. Encontró más allá de sí mismo no a Dios, que es la prohibición del crimen, sino a un ser que ignora la prohibición. Más allá de lo que soy, encuentro a un ser que me hace reír porque no tiene cabeza, me llena de angustia porque está hecho de inocencia y de crimen: sostiene un arma de hierro en su mano izquierda, unas llamas similares a un sagrado corazón en su mano derecha. En una misma erupción reúne el Nacimiento y la Muerte. No es un hombre. Tampoco es un dios. No es yo, pero es más yo que yo: su vientre es el dédalo en el que se ha extraviado, en el que me extravío con él y me recobro siendo él, es decir, monstruo.

Lo que pienso y lo que imagino, no lo pensé ni lo imaginé solo. Escribo en una pequeña casa fría de una aldea de pescadores, un perro acaba de ladrar en la noche. Mi habitación está cerca de la cocina donde André Masson se mueve felizmente y canta: en el mismo momento en que escribo esto, acaba de poner en un fonógrafo el disco de la obertura de “Don Juan”. Más que cualquier otra cosa, la obertura de “Don Juan” une lo que me ha tocado de existencia con un desafío que me abre al rapto fuera de mí mismo. En este mismo instante, miro a este ser acéfalo, el intruso que componen dos obsesiones igualmente absortas, que se convierte en la “Tumba de Don Juan”. Cuando hace unos días estaba con André Masson en esa cocina, sentado, con un vaso de vino en la mano, mientras él, imaginándose de pronto su propia muerte y la de los suyos, con la vista fija, sufriendo, casi gritaba que era preciso que la muerte se volviera una muerte afectuosa y apasionada, gritando su odio hacia un mundo que impone aún sobre la muerte su pata de empleado, no podía dudar más de que el destino y el tumulto infinito de la vida humana se abrirían para quienes ya no podían existir como ojos reventados sino como videntes arrebatados por un sueño perturbador que no puede pertenecerles.

Tossa, 29 de abril de 1936.

 

En La conjuración sagrada. Ensayos 1929-1939,
Traducción: Adriana Hidalgo, 2003.
Editorial Caja negra

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2 Responses to “La conjuración sagrada. Un manifiesto acéfalo.”

  1. Adolfo Vasquez Rocca says :

    La conjuración sagrada. Un manifiesto acéfalo. Georges Bataille por Adolfo Vásquez Rocca http://wp.me/p28RHH-3Bn vía @1000inviernos

  2. Adolfo Vasquez Rocca says :

    Reblogueó esto en ADOLFO VÁSQUEZ ROCCA D. Phily comentado:
    La conjuración sagrada. Un manifiesto acéfalo. Georges Bataille por Adolfo Vásquez Rocca http://wp.me/p28RHH-3Bn vía @1000inviernos

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