De donde las paisas a Shangay, un paseo por el Santa Fe (Entrega 1)
Desde hace varios años he venido haciendo el recorrido de la ruta del colectivo dorado que va desde el noroccidente de Bogotá hasta el centro. La ruta Metropolis-Germania la hace un bus pequeñito que sube por la calle 22 atravesando el barrio Santa Fe hasta la estación de las Aguas. Hace muchos años, a mitad de diciembre, iba yo en ese bus hacia el centro cuando un grupo de hombres se subió al colectivo. Eran unos siete obreros o carpinteros que salían de la fiesta de fin de año de la empresa para la que trabajaban y les acababan de entregar el bono navideño. Iban ya entonados, emocionados, llamando todos a sus señoras desde un solo celular para avisarles que se iban demorar porque iban a seguir tomándose unas cervezas con los compañeros. Obviamente no les decían para donde iban.
Después tuve la oportunidad de conocer un poco más la dinámica del barrio Santa Fe, cuando un amigo se convirtió en vecino. Desde ese momento he estado recorriéndolo, pensándolo e incluso admirándolo.
El barrio Santa Fe
El barrio Santa Fe está entre la localidad de Santa Fe y la localidad de Los Mártires, en Bogotá; colinda con los barrios Samper Mendoza y La Favorita. Su futuro, por lo menos como es conocido ahora, probablemente es la desaparición. Algunos propietarios del barrio han asistido a reuniones con la alcaldía en las que han discutido cuáles son los planes a futuro para él. Muy seguramente será renovado, o se convertirá en víctima de los planes de reforma de la alcaldía. Allí donde ahora funcionan bares, whiskerías y residencias, tal vez en el futuro funcionarán parques, hoteles y edificios colmados de suites lujosas que también serán visitados por prostitutas. Quizás con el barrio Santa Fe podría llegar a suceder lo que ocurrió con el Cartucho: por allí pasará la aplanadora de la renovación urbana que lo único que dejará en pie serán los recuerdos en las mentes de las personas que allí habitan y que seguramente se irán borrando con el tiempo.
A mediados del siglo XX, el barrio Santa Fe se convirtió en el lugar de acogida para miles de familias judías que llegaron a Bogotá durante la Segunda Guerra Mundial. Así, el barrio se convirtió en uno de los sectores más exclusivos de la emergente ciudad. También, dada su cercanía con la estación de tren de La Sabana, el Cementerio Central, la iglesia del Voto Nacional y la Dirección de Reclutamiento del ejército, el barrio se volvió uno de los sectores más codiciados para la finca raíz. El Santa Fe fue durante varias décadas el hogar de personalidades importantes de la vida de la capital. Según cuentan, León de Greiff, el poeta, vivió allí. Allí también habitó Jorge Barón –el empresario y presentador de televisión– y también los hermanos Manzur, David, el pintor y Jaime el titiritero.
Los habitantes más antiguos del barrio afirman que hacia la década de los ochenta la situación de prostitución se había vuelto insoportable. Los asentamientos del oficio, que en principio se habían situado sobre la avenida Caracas, invadieron el barrio. El Santa Fe continuó transformándose hasta que en 2002, a través del Decreto 187 la alcaldía de Bogotá estableció Zonas de Tolerancia, con las que se aseguraba que fuera de esos límites no se llevara a cabo el ejercicio de la prostitución, ni los negocios conexos con ella. Así mismo la alcaldía ordenó la reubicación de la prostitución de la ciudad a las zonas de tolerancia y ordenó que las wiskerias, los strep-tease (clubes nudistas) y las casas de lenocinio debieran ubicarse allí.
Han pasado algunos años desde que empecé a conocer el barrio y a recorrer sus tiendas. He tomado cerveza en algunos de sus locales y he utilizado los servicios de sus ferreterías. He mercado allí y he comido arepa –varias, ya muchas veces– donde la señora de la esquina de la diecisiete con veintitrés. Esta familiaridad con el barrio ha hecho que algunas de sus particularidades, que antes me parecían extrañas e inquietantes, ahora me parezcan (hasta cierto punto) normales. Por ejemplo, ahora no me son tan sorprendentes las filas de mujeres semidesnudas o con pintas playeras que están exhibiéndose durante todo el día y gran parte de la noche en sus calles (de 7am a 3am). Ahora tampoco me parece tan extraño ver a los niños –habitantes del barrio– con sus uniformes de colegio corriendo, jugando y esquivando a las señoritas.
Sin embargo hay algunas cosas que no dejan de sorprenderme del barrio. Una de ellas es el mercado exclusivo que se ha creado para las prostitutas: en las tiendas y en las misceláneas del barrio se exhiben productos para ellas, que ellas consumen y compran, ropa o productos de belleza o para el pelo. Tampoco deja de sorprenderme que en esas cuadras coexistan los lugares, las prácticas y las dinámicas presentes en cualquier barrio bogotano –las casas de familia, las iglesias, los colegios, las panaderías, los talleres– con la prostitución, las drogas y la rumba. Además tampoco deja de sorprenderme cómo todo lo anterior convive, aunque está separado, de cuadra a cuadra, con calles de prostitución exclusivas para “los otros”, para las prostitutas travestis, transexuales o intergénero.
(continuará)
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Tags: Amor, arte, barrio, barrio santa fe, Bogotá, calles, Ciudad, Colombia, Historia, locura, Maricas, plata, prostitución, prostitutas, putas, sexo, Urbano
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Esa coexistencia se da también en Amsterdam, donde tienes una iglesia y un colegio en medio del barrio rojo.