Sobre los animales suicidas

Matarse por miedo a morir algunos entendidos lo adjudican a la capacidad de raciocinio, como lo escribe Bibi, una mujer de «Los suicidas», la novela de Antonio Di Benedetto:

En portería Marcela consignó, de manera no específica para mí:  «Volveré a las 4». Por el pasillo circula el jefe, que no reclama la serie ni me concede atención.En mi mesa hay un sobre con una inscripción a mano: «Saludos, Blanquita». Pero nada, adentro, de Piel Blanca, sino los apuntes de Bibi:

El perro se echa sobre la tumba de su amo y se deja morir.

El escorpión se clava su propia ponzoña y perece. Con el privilegio de fecundar a la abeja reina, el zángano entrega la vida.

Mientras están apareados, araña hembra y araña macho de una determinada especie, aquélla se comea éste, y éste no cede en la cópula hasta que muere.

En el curso de las migraciones río arriba de ciertas clases de peces, los que no consiguen saltar las gradas naturales de piedra se golpean contra ellas hasta morir.

Algunos insectos se devoran a sí mismos si se les ayuda arqueándoles el cuerpo.

Sin embargo, dos o tres que saben han escrito que los irracionales no se suicidan: su comportamiento o sus reacciones -tristeza y abandono, automatismo ofensivo, irritación, instinto sexual, miedo- pueden provocarles una muerte súbita o lenta, pero ellos ignoran que van a morir y menos podrían conocer cómo matarse.

El oso polar, el chimpancé y el canguro se mataron porque son racionales.

Esta es «Los suicidas» completa:

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