Un Mundo Feliz recargado, por Aurelio Benavides

De llorar primero por ti
que te enamoraste de un viejo con
Parkinson

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Aurelio Benavides ha desaparecido. Se lo tragó la tierra o quizá el cielo. Las bestias paradimensionales que sugirió en su última película -aún sin estrenar- parecen haberse enamorado del director de cine que padecía de Parkinson.

Natural de Lorica, Córdoba, uno de los pueblos emblemáticos del Caribe Colombiano. De allá, de donde surgió la música que tanto engalanan a los borrachitos latinoamericanos, el vallenato. Benavides desdeñó esa juglaresca pues siempre prefirió los arcanos sonidos del Punk y el trash metal. En el calor de su ciudad natal, sufría de altas temperaturas porque solía vestir de negro con camisetas de Slayer, Korn y demás agrupaciones de sonidos fuertes.

Su pasión por el cine surgió a mediados de los 80, cuando fue a Bogotá y un tío  lo invitó a ver «Volver al futuro». En ese momento se le reveló su destino: sería el sucesor de Brian de Palma. Se hizo beneficiario de una beca para ir a la escuela de cine de San Antonio de los Baños en Cuba.

Aurelio antes de la entrevista. Intentó infructuosamente esquivar los flashes.

– ¿Conociste a Gabo?

– Claro que sí, me le acerqué y le dije que era colombiano. El señor levantó los hombros y dijo eso lo sabía todo el mundo ¿no ve que soy el primer nobel colombiano? Yo no entendí la ilación de su frase. La verdad ,me cayó muy mal ese señor. Después de esa experiencia decidí alejarme completamente del famoso Realismo Mágico.

– Entonces estás más ligado a la onda actual del cine y la literatura…

– Para nada, compadre. A mí lo que me interesaba en ese momento era la muerte. Verás, ese regimen comunista es como la plañidera, tarde que temprano pasa por todos. En Cuba no hay sino jineteras, Sida y hambre. Y yo pensaba en monstruos, ahí fue cuando escribí el guión de mi primera película: «El chancro de Urano», en la que retrato como el señor Fidel Castro es un prurito de enfermedad de transmisión sexual. Hago una biografía paralela, llena de asesinatos, torturas y encuentros furtivos con el demonio.

– ¿Acaso el cabro que llega a la Sierra Maestra en tu primera película es el Demonio?

– Obvio que sí. Si lo recuerdas bien, ese cabro jugaba al ajedrez con el Che Guevara. Al final el Che perdía la partida, entonces el diablo se lo llevaba al infierno, que para el Che no era otra cosa más que Bolivia.

El cabro en una de las escenas más inquietantes de Los chancros de Urano.

– En el final de esa cinta sugieres que Castro muere de problemas estomacales. ¿Acaso estás conectado con las teorías de la conspiración?

– Nada de eso. En el rostro de Fidel Castro se delineaba un cáncer. Su postura rigida y su soberbia iba a enloquecer sus celulas y ahí no hay marxismo que valga.

– ¿Por qué no terminaste tus estudios?

– Detesto el comunismo, detesto a Cuba. Allá todos se quejan, pero nadie hace nada. No entiendo cómo millones de personas se dejaron someter por un solo individuo. O bueno, sí lo entiendo. Es un pacto oscuro. Un pacto con entidades del Más Allá.

– Pero lo que proponía Castro es la eliminación de cualquier metafísica…

– Es parte de la redada del Demonio. Para él no hay nada más cómodo que el materialismo dialéctico.

– ¿Te consideras entonces un defensor del Libre Mercado, al estilo Vargas Llosa?

– Para nada. El capitalismo es una etapa de la historia para desembocar en el comunismo. La historia que ha emprendido el hombre es la geografía del demonio sobre la tierra. Pero vendrán los justos y no quedará un solo rastro de nuestra ignominia.

En su regreso a Lorica, y gracias al apoyo económico de otro tío suyo que desfalcó el presupuesto del municipio, pudo realizar su primer film. La respuesta de la crítica y  los espectadores fue el silencio. Las salas se iban desocupando lentamente, al final solo unos pocos desprevenidos observaban los créditos.

Benavides se trasladó a la ciudad de Bogotá en donde produjo y dirigió más de 15 cortometrajes. Ya era el final de la década de los 90.

– Si te sientas a observar los cortos encontrarás una unidad orgánica que se basa en dos postulados. El primero de ellos, el carácter pasajero y acomodaticio del grunge que empapó la primera mitad de la década; y el segundo, el advenimiento del Papa Negro.

– ¿Qué relación tiene el grunge con el Papa Negro?

– La misma que tiene el señor Barack con Justin Bieber.

En cada uno de esos trabajos y valiéndose de las bandas de trash, speed y black metal de la capital colombiana, Benavides urdió una mitología en la cual los humanos en un futuro terminaban derrotando a las máquinas y se quedaban solos, sin saber hacer un fósforo, sin entender qué otro propósito podían tener en el planeta salvo su propia destrucción.

– Esto me llevó a pensar en el futuro, un futuro alternativo al propuesto por la dictadura del proletariado, creo firmemente que la caída del muro de Berlín es una etapa propia del comunismo. Pronto llegarán vientos de una igualdad burda y mediocre en la que ya nadie podrá imaginar otras dimensiones. Por eso preferí abordar mis nuevas inquietudes a través del ciberpunk. Yo no sabía bien qué era eso, pero imaginaba que el hombre del futuro tendría una cresta de gallo (el director explicaba que no era una cresta en el sentido metafórico, sino que este órgano propio de los gallos era implantado en los humanos que tenían a su vez un par de catodos que los conectaban a la atmósfera marciana), algo por el rollo de Mad Max y la música de Neurosis.  Yo veía robots por todas partes que querían esclavizar a mis amigos.

– ¿Y quiénes son tus amigos?

– Todos se murieron. Me quedé solo. Y eso me sirvió para hacer esta película que ha dejado las inquietudes diabólicas a un lado.

– ¿En qué consiste tu nueva película? He sabido que estás investigando por el área biológica…

– Verás, estoy haciendo una revisión y una relectura de Un Mundo Feliz de Aldous Huxley. Creo que estamos en un momento donde el salvajismo será el único que nos salvará. Pero ¿sabes algo? el único salvaje que queda es Jesús y lo peor de todo, no sabemos si es él o es un clon malvado. Hemos llegado a un nivel en el que la técnica replica a los mismísimos dioses. Ingenuos todos aquellos que confiaron en intervenciones divinas. La única divinidad que queda es la huida. Una huida interplanetaria. Pero para ello primero debemos saber que las carreras espaciales han muerto. En definitiva, no tenemos salida. O sea, Dios ha muerto.

– Estás hablándonos de tu película….

– No necesariamente. Artaud planteaba que en el teatro se generaría el mundo. Mi última película crea al mundo de nuevo. Hace que no haya una división entre lo que ocurre en la pantalla y lo que pasa en la sala de cine. Ignoras si a tu lado hay cientos de clones que te espían y que saben que vas a ver esa película porque algo en ti te dice que las cosas no marchan bien. Entonces, cuando vayas a casa de tus padres, o cuando duermas en la misma cama con tu mami, sospecharás que ella tiene inserto un microchip en el cerebro, le escarbarás la cabeza para encontrar la cresta del gallo, una cresta pequeña, lo harás con sumo cuidado, para que ella no despierte. Entonces tu mami abrirá los ojos súbitamente y agarrará tus muñecas. Sentirás que te las está pulverizando con su fuerza. Te tirará al suelo y, en medio de los dictados a los que están sometidos todos esos clones, surgirá un arresto, una grieta en el mal por la cual asomará un pensamiento divino y ese pensamiento hablará por boca de mami y te dirá: huye miserable.

Los clones de "Un mundo Feliz"

-¿Y para dónde debería ir?

– A otros mundos. Yo creo que el chupacabras ha sido perseguido en su mundo por esos clones chupacabras y ha terminado en el nuestro. Tú podrás ser la bestia paradimensional de ese mundo de clones chupacabras. Todo lo que digo, por más extraño que suene, está basado en hechos científicos.

-¿Podrías decirnos cuáles?

– Los  sabrás pronto, cuando logren discernir  a los Higgs en el famoso acelerador de partículas.

– Pero explícame, porque yo de física cuántica si no entiendo pero ni  Mú.

– Muuuuuu….

– ¿Me estás bromenado?

– Vuelvo a Artaud. Cada bramido, cada maullar, cada balar, cada croar, cada canto y cada suspiro son renegociaciones con la palabra. Cuando te dije Mú, el mundo se volvió a hacer y los Higgs se convirtieron en un rebuzno de burro.

– Pero, volvamos a tu película ¿Qué personajes de la novela de Huxley aparecen en ella?

– Me ocupo en explorar la relación romántica que hay entre John y Lenina. John sabe que ella es clonada, ¿recuerdas esa grieta del mal por la que asoma la voz divina? Pues bien, él logra captarla en ella y de ahí que me haya valido de la canción de Ana Gabriel, Quién como tú , para que sea el soundtrack de mi obra.

 

– Y el hecho de intelectualizar  tanto tus películas, ¿no le resta valor cinematográfico?

– El valor cinematográfico es una intelectualización por sí misma. Nada me ha causado tanta repulsión como la crítica cinéfila a una obra como «El árbol de la vida». No entiendo cómo pueden haber chavales que se corran viendo las tonterías de Tarantino y se burlen por la infusión divina de Terrence Malick. Otra obra, que me parece relevante de esta época, es Melancolía, de Lars Von Trier. Mucha gente acusa al gordo de Nazi, y ¿sabes qué? El obeso cachetirojo es uno de los pocos que no han sido infestados por el virus de la clonación.

– De Latinoamérica,  ¿qué película rescatas?

– No soy un salvavidas para rescatar a alguien. Que se salven los que puedan, como decían mis amigos balseros que se murieron tragados por los tiburones, al comienzo de los 90, mientras los yanquis se reían desde las costas de Miami. Y no te creas, los mismos cubanos despreciables que llegaron a Estados Unidos se ocuparon de ahogar a los patriotas porque una sobre población cubana los dejaría de lado en el panorama exótico de los latinos.

Ráquira, febrero 2012.

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